miércoles, 2 de mayo de 2012

Sarkozy se impone en la calle

Nicolas Sarkozy, determinado a quemar todos sus cartuchos para tratar de salvar su reelección el próximo domingo, hizo ayer lo que ningún otro presidente de la V República antes que él había osado hacer: aprovechar la simbólica jornada del 1 de Mayo para desafiar a la izquierda y los sindicatos con una contramanifestación en defensa –eslogan provocador donde los haya– del “verdadero trabajo”. La apuesta era arriesgada –sobre todo después del discreto éxito del mitin de la Concorde, en la primera vuelta–, pero la ganó ampliamente.

El presidente francés y la UMP consiguieron movilizar al grueso de sus tropas en un multitudinario mitin con la participación de decenas de miles de personas –200.000 según el propio jefe del Estado, ¿quién osará desmentirle?– en la plaza Trocadéro de París, que celebra la victoria de las tropas absolutistas de Luis XVIII sobre los liberales españoles en 1823. A escasos kilómetros, en dirección a la no menos simbólica plaza de la Bastilla, entre 48.000 personas –según cifras de la Prefectura– y 250.000 –según la CGT– respondieron a la llamada de los sindicatos franceses. Los socialistas apoyaron las manifestaciones sindicales en todo el país como es tradicional, pero evitaron todo acto electoral parelelo. Su candidato, François Hollande, se ausentó incluso de París.

Espoleado por su demostración de fuerza, Nicolas Sarkozy –la torre Eiffel como fondo– lanzó una agresiva arenga contra los sindicatos – “¡Deponed la bandera roja y servid a Francia!”, les instó– y contra los socialistas, a quienes acusó de dividir a los franceses y de preferir desfilar tras la bandera roja –“estandarte de tiranías en todo el mundo y de los peores crímemes de la Historia”– que tras la bandera tricolor. “¡No queremos el odio, no queremos la lucha de clases, no queremos el socialismo!”, clamó. Los izquierdistas ocuparon ayer el lugar de extranjeros e inmigrantes.

Al público que ayer llenaba a reventar la plaza de Trocadéro y las avenidas que en ella desembocan –todas menos una, reservada como acceso y parking de los VIP– también le preocupan más las amenazas fiscales de la izquierda que la inmigración. A diferencia de las barriadas obreras de los suburbios, en el corazón del distrito XVI de París hay pocos inmigrantes, y acostumbran a entrar por la puerta del servicio.

“Mira esta masa humana, ¡qué genial!”, comentaba boquiabierta con inequívoco acento del oeste parisino una niña pija –melena encuadrada por gafas de sol Gucci, pantalones y botas de montar– mientras trataba de acceder a la plaza. Pocos obreros y muchos burgueses había ayer tarde apretados, muy apretados –entre empellones y alguna lipotimia–, en la esquina de la avenida de Eylau. A ellos se dirigió Sarkozy cuando defendió “la Francia del trabajo”, esa Francia del trabajo –integrada por ejecutivos, cuadros, artesanos, comerciantes, empresarios– a la que no se puede “culpabilizar” por tener “éxito” y amasar con esfuerzo un “patrimonio”.
Vítores y aplausos jalonaron todas las referencias en favor del espíritu emprendedor, mientras los pitos y los abucheos acompañaban las alusiones a los sindicatos. Sarkozy no era ayer el “candidato del pueblo”, sino el candidato de la derecha tradicional. Ayer, el presidente jugaba en casa, en su barrio, entre los suyos.


Marine Le Pen invita a votar en blanco

Muy diferente era el público congregado a mediodía en la plaza de la Ópera, en la tradicional reunión que cada año convoca el Frente Nacional (FN) para rendir homenaje a la figura de Juana de Arco. Varios miles de personas acudieron a la cita, un poco –aunque no mucho– más que hace cinco años, llenando tres cuartos de la plaza. Ningún tsunami, en definitiva. Entre los asistentes no faltaban los militantes de Acción Francesa, el partido nacionalista heredero de Maurras, que desplegaron una gran bandera tricolor a modo de mesa petitoria. Ni tampoco un grupo de skins, a quien los miembros del servicio de orden –tan rapados como los primeros– alejaron del estrado.

Marine Le Pen no quiso dar una consigna de voto a sus seguidores para la segunda vuelta, pero les invitó implícitamente a votar en blanco, como hará –dijo– personalmente ella. La líder del FN se felicitó de que su partido sea ahora “la brújula de la política francesa”, pero descalificó el acercamiento de última hora del presidente a sus tesis como una “estafa electoralista suprema”.
Le Pen equiparó a Sarkozy y Hollande como “candidatos del sistema”. Y lanzó una sentencia sangrienta: “El día 6 no se elige al nuevo presidente de la República, sino a un simple empleado del Banco Central Europeo”.


Hollande elude el pulso y se recoge en Nevers

François Hollande, a diferencia de Nicolas Sarkozy, eludió ayer contaminar con su campaña electoral la fiesta del Primero de Mayo. El candidato socialista prefirió no sumarse esta vez a las manifestaciones de los sindicatos –que contaron, como es habitual, con la presencia de otros dirigentes del PS– y acudir en cambio a Nevers (Borgoña) para recogerse ante la tumba de Pierre Bérégovoy, quien fuera primer ministro de François Mitterrand y que se quitó la vida hace 19 años. En un breve discurso, Hollande rindió homenaje a la memoria de Bérégovoy y aprovechó, de paso, para afear al presidente francés su decisión de organizar “una batalla contra el sindicalismo el 1 de Mayo” y expresar su reconocimiento a todos los sindicalistas.




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