Es más que un
trueno, una verdadera tempestad lo que salió ayer de las urnas en Francia. El
Frente Nacional (FN), el partido de extrema derecha francés fundado en 1972 por
Jean-Marie Le Pen y modernizado por su hija Marine –que desde que asumió el
mando, hace tres años, ha conseguido darle una pátina de aparente
respetabilidad–, se convirtió en la auténtica revelación de la primera vuelta
de las elecciones municipales, confirmando así la evolución política detectada
por los estudios de opinión entre una parte del electorado, básicamente de
extracción popular y obrera. La votación de ayer, con una abstención estimada
del 35,9% –por encima del récord del 2008, del 33,5%–, traduce un acusado
sentimiento de descontento y hartazgo, y supone un severo voto de castigo para
el Partido Socialista (PS) y para el presidente François Hollande en lo que
constituía el primer gran test electoral nacional desde su llegada al Elíseo en
mayo del 2012.
A pesar de la dificultad de la empresa –las elecciones
locales no son las más propicias para el FN, que está lejos de poder
presentarse en la mayor parte de los municipios–, los frentistas consiguieron
resultados notables en un número significativo de ciudades, sobre todo en sus
feudos tradicionales del norte y el sur.
En Perpiñán, Avignon, Béziers, Fréjus, Hénin-Beaumont –donde
Steeve Briois fue elegido ya en la primera vuelta con el 50,2% de los votos–,
Forbach, Saint-Gilles, Tarascon... los candidatos del FN acabaron en cabeza,
con resultados de entre el 34% y el 50% de los sufragios. En una ciudad de la
importancia de Marsella –la segunda metrópoli de Francia–, el candidato
frentista, Stéphane Ravier, adelantaba anoche incluso por dos puntos (22% a
20%) al aspirante socialista, Patrick Menucci, ocupando el segundo lugar por
detrás del histórico alcalde de la Unión por un Movimiento Popular (UMP),
Jean-Claude Gaudin. Un verdadero seísmo político.
Exultante, la líder del partido, Marine Le Pen, celebró una
“cosecha excepcional” y decretó “el fin de la bipolarización de la política
francesa”. Casi como un eco, consciente de la corriente de fondo que se ha
desatado, el presidente de la UMP, Jean-François Copé –reelegido en la primera
vuelta en su feudo de Meaux (Sena y Marne)–, llamó a los electores del Frente
Nacional a “votar masivamente” por los candidatos de la derecha en la segunda
vuelta, el domingo que viene. Su rival en el partido, François Fillon,
aprovechó para aclarar que no debería haber ningún pacto con los frentistas ni
tampoco retiradas en la segunda vuelta.
En el otro lado, el primer ministro socialista, Jean-Marc
Ayrault, constató como datos fundamentales la “elevada abstención y la
progresión del Frente Nacional”, que atribuyó al “descontento y las dudas” de
una parte del electorado por un “contexto económico y social difícil”. “Haremos
todo lo que está en nuestra mano para que a la salida de la segunda vuelta,
ninguna ciudad esté gobernada por el FN”, subrayó por su parte el primer
secretario del PS, Harlem Désir.
Con un total de 595 candidaturas en municipios de más de
1.000 habitantes –sólo el 6,1% del total–, el porcentaje global de votos
obtenido por el FN en el conjunto del país es forzosamente bajo, pero por esta
misma razón engañoso. El partido de Marine Le Pen no sólo ha ampliado su
implantación local –nunca había presentado tantas listas–, sino que ha
mejorado claramente los resultados de las elecciones municipales del 2008,
cuando el FN parecía empezar el camino del declive. Todo lo contrario, los
resultados de ayer confirman la curva ascendente iniciada en el 2012, con el
éxito de la elección presidencial, donde Marine Le Pen (17,9% de los
votos) superó el resultado de su padre en el 2001, y de las legislativas, en
las que obtuvo el 13,6%. El sistema electoral francés –mayoritario, a dos
vueltas– puede dejar al FN finalmente fuera de muchas alcaldías el domingo que
viene, pero la tendencia registrada ayer puede ser el aperitivo de lo que puede
suceder en las elecciones europeas del próximo mes de mayo, donde –esta vez sí–
el Frente Nacional juega en condiciones favorables. Varios sondeos le colocan
en cabeza en intención de voto.
El peso creciente del FN podría jugar en favor del Partido
Socialista en la segunda vuelta. Marine Le Pen, que se ha esforzado por
presentar a los dos grandes partidos de la derecha y la izquierda como dos
caras de la misma cosa –que ha bautizado como “UMPS”–, no piensa llamar a votar
por la derecha, sino que dejará libertad de voto a su seguidores.
Eso podría salvar in extremis en algunas ciudades a los
candidatos socialistas, víctimas de un claro voto de sanción. El PS y sus
aliados habrían obtenido ayer globalmente el 43% de los votos, cinco puntos por
debajo de la derecha y los centristas, con el 48%, una diferencia clara que
invierte el resultado de las elecciones municipales del 2008, cuando el
castigado fue Nicolas Sarkozy y la UMP perdió una cuarentena de ciudades de más
de 30.000 habitantes a manos de la izquierda.
A falta de ver cómo juegan las “reservas” de votos que los
socialistas y sus adversarios pueden oponer el próximo domingo, el PS recibió
ya ayer mismo varios sustos: en París, la candidata de la derecha, Nathalie
Kosciusko-Morizet, avetajaba por poco –en contra de los pronósticos– a Anne
Hidalfo; en Marsella, el alcaldable socialista quedó en tercer lugar por detrás
del FN, y en Toulouse y Estrasburgo la UMP obtenía la ventaja. Dato simbólico:
el PS podría perder dentro de una semana la alcaldía de Niort (Deux Sèvres),
que retenía en sus manos desde hace 60 años...
Varias figuras de la UMP consolidaron sus feudos locales. El
más destacado de ellos, el exprimerministro Alain Juppé, uno de los políticos
más valorados por los franceses, fue reelegido en la primera vuelta –con el 60%
de los votos– a la alcaldía de Burdeos.
Kosciusko-Morizet da la sorpresa en París
Posiblemente no llegue a ser nunca la nueva alcaldesa de
París, pero Nathalie Kosciusko-Morizet, la candidata de la UMP, a quien los
sondeos daban de antemano como perdedora y que era víctima de los comentarios
crueles de algunos de sus compañeros de filas, dio anoche la sorpresa y salió
de la primera vuelta de las elecciones municipales con una ventaja de algo más
de dos puntos (36% a 33,8%, según las estimaciones) sobre la socialista Anne
Hidalgo. La primera teniente de alcalde, heredera del carismático Betrand
Delanoë, mostraba anoche una sonrisa forzada que delataba su decepción (que
algunos de sus seguidores más jóvenes no podían disimular). Todo lo contrario
que NKM, a quien se veía exultante llamando a los parisinos a protagonizar una
“insurrección democrática”. Todo el problema, para la candidata conservadora, es
que si puede reunir en su favor en la segunda vuelta los votos dispersos que
han ido a independientes de la derecha, no podrá contar con el FN, del que es
una enemiga declarada. Hidalgo, a priori, puede contar con los ecologistas y
los comunistas.