A François
Hollande no le gusta la idea de ver cinco bulbos dorados a los piés de la torre
Eiffel. El presidente francés ha forzado la suspensión provisional de la
construcción de la nueva iglesia ortodoxa rusa de París, pactada en su día por
Nicolas Sarkozy y Vladimir Putin, y encargado una revisión del proyecto, obra
del arquitecto español Manuel Núñez-Yanowski. Para justificar esta decisión, el
Elíseo prefiere poner el acento en la aparición de “dificultades de
realización” de la obra. Pero detrás de los presuntos problemas de carácter
técnico parecen esconderse más bien consideraciones estéticas. Y la
preocupación de que el complejo, integrado por un templo y un centro cultural,
desentone tan cerca de la torre Eiffel y no se inscriba suficientemente “en el espíritu
de las realizaciones arquitectónicas más emblemáticas de las riberas del Sena”.
La iglesia debe erigirse en un solar antiguamente ocupado
por la sede de Méteo-France, en el Quai Branly, junto al Pont de l’Alma, en
pleno centro de la ciudad, que la Federación rusa adquirió al Estado francés en
el 2009 por 70 millones de euros. Se trata de una verdadera operación de
Estado, a través de la cual Rusia pretende llenar un vacío y asentar la
preeminencia del patriarcado de Moscú sobre la diáspora rusa. En París sólo
existe actualmente una iglesia ortodoxa rusa –Saint Alexandre Nevsky, situada
en una discreta calle cerca del Arco de Triunfo–, pero por razones históricas
presta obediencia al patriarcado de Constantinopla. De ahí la intervención del
Elíseo.
“Se ha iniciado un trabajo, de común acuerdo entre Francia y
Rusia, a fin de que el proyecto responda plenamente a las exigencias vinculadas
tanto a la factibilidad de su realización técnica como a su inserción en un
lugar patrimonial excepcional”, explicó a La Vanguardia un portavoz de la Presidencia de laRepública, quien añadió que a raíz de este
acuerdo el Gobierno ruso ha suspendido provisionalmente su solicitud de permiso
de obras. El autor del proyecto, Manuel Núñez-Yanowski, prefirió no hacer
comentario alguno, a la espera de una decisión oficial definitiva.
La iglesia ortodoxa rusa imaginada por Núñez-Yanowski, que
en marzo de 2011 ganó el concurso internacional convocado a tal efecto
–asociado con la agencia rusa Arch Group–, pretendía casar los cánones
tradicionales de las iglesias ortodoxas rusas con la modernidad. En su
proyecto, de las cinco cúpulas doradas en forma de bulbo del templo, descendía
una espectacular cubierta de cristal alegórica del manto de la Vírgen María. La
propuesta de Núñez-Yanowski era atrevida y audaz. Él mismo la comparó al
“aterrizaje de un ovni ortodoxo y postsoviético en medio de París” (véase La
Vanguardia del 11 de abril del 2011). La obra, presupuestada en 34,5 millones
de euros, fue adjudicada al grupo Bouygues y el calendario inicial preveía su
finalización en el 2014.
Nada en el proyecto de Núñez-Yanowski puso el menor problema
al Gobierno francés de la época, que lo avaló oficialmente a través del
entonces ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand. Sin embargo, al nuevo
presidente francés, François Hollande, que mantiene unas frías relaciones con
su homólogo ruso, Vladimir Putin, los ovnis parecen no gustarle nada. Y los
bulbos, menos todavía.
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