domingo, 20 de enero de 2013

Sangriento desenlace en Ain Amenas


El asalto islamista a la planta de extracción de gas natural de Ain Amenas, en el este de Argelia, cerca de la frontera con Libia, terminó ayer como había empezado. A sangre y fuego. La operación iniciada el jueves por el ejército argelino para recuperar el control de la planta y rescatar a los más de 600 rehenes retenidos por los terroristas, que reclamaban el fin de la intervención militar de Francia contra los islamistas del norte de Mali, no acabó hasta la mañana del sábado y dejó tras de sí un reguero de varias decenas de muertos. El balance de los cuatro días de secuestro, todavía no definitivo al cierre de esta edición, era de al menos 23 rehenes muertos –según datos del Ministerio del Interior, que no precisó sus nacionalidades–, un elevado coste humano que ha llenado de horror a la comunidad internacional y que ha desatado no pocas críticas hacia los métodos del Gobierno argelino. Francia, interesada en contar con la complicidad de Argelia en su combate contra los islamistas en el norte de Mali, ha sido una llamativa excepción.

El presidente francés, François Hollande, remachó ayer mismo el clavo al juzgar comprensible la actuación argelina. “Cuando hay una toma de rehenes con tantas personas y terroristas tan fríamente determinados, dispuestos a asesinar a sus rehenes –lo que han hecho–, un país como Argelia ha tenido las respuestas que a mi juicio parecen las más adaptadas, puesto que no podía haber negociación”, afirmó.

El asalto definitivo de las fuerzas especiales argelinas –los ninja– al último reducto de los terroristas fue decidido, según fuentes de la seguridad, tras apercibirse de que los últimos 11 islamistas que quedaban atrincherados en las instalaciones, junto a siete rehenes extranjeros, habían empezado a prender fuego en la planta. Según la televisión estatal argelina, en respuesta al asalto los siete rehenes fueron asesinados por sus secuestradores, quienes fueron abatidos después por las fuerzas especiales. Un total de 32 terroristas resultaron muertos. Tras el asalto, los artificieros procedieron a desactivar los explosivos que los islamistas habían colocado en la planta con el fin de hacerla saltar por los aires.

La nacionalidad de los últimos siete rehenes muertos no había sido confirmada al cierre de esta edición, pero la víspera los terroristas habían asegurado a la agencia de noticias mauritana ANI tener en su poder a tres ciudadanos belgas, dos estadounidenses, un británico y un japonés. Durante la noche del viernes al sábado las fuerzas de seguridad liberaron a otros siete rehenes –de nacionalidad japonesa, irlandesa e india– y descubrieron los cadáveres calcinados de 15 personas.

El grupo petrolero británico British Petroleum (BP) –que explota la planta gasista junto con la sociedad argelina Sonatrach y la noruega Statoil– aseguró anoche desconocer el paradero de cuatro de sus trabajadores. Por su parte, Statoil ignoraba el destino de cinco de sus empleados.

Los terroristas, que pertenecían al grupo “Los que firman con sangre”, liderado por el islamista argelino Mojtar Belmojtar, exfundador de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), justificaron el asalto a la planta de Ain Amenas como una represalia por la intervención armada de Francia en Mali y el apoyo de Argelia a la operación al abrir su espacio aéreo a los cazas franceses que han bombardeado en los últimos días la retaguardia de los islamistas en el norte del país.

Los asaltantes reclamaban que Francia detuviera su intervención militar. Pero en sucesivos momentos pidieron también la liberación de cien islamistas detenidos en Argelia y el intercambio de dos rehenes norteamericanbos por dos islamistas presos en Estados Unidos: el jeque Omar Abdel Rahman, considerado el inspirador del primer atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, en 1993, y de Aafia Siddiqui, un paquistaní condenado por haber disparado contra dos soldados norteamericanos en Afganistán

Los testimonios de los rehenes liberados demuestran la determinación y la crueldad de los terroristas. Edelyn Andrada, espos de uno de los trabajadores que pudo ser liberado, el filipino Rubén Andrada, explicó a una radio de Manila que los secuestradores adosaron explosivos a su marido y otros rehenes –“le pusieron una bomba, como un collar”, explicó– y después les colocaron en camiones cargados tambien de artefactos. Andrada se salvó porque la bomba de su camión no explotó. “En otros sí explotaron” –añadió– y los rehenes murieron”.


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