Adiós a las Freedom fries, bienvenidas las French fries! Los conservadores norteamericanos, que
atacaron furiosamente a Francia en el 2003 por su encarnizada oposición a la
guerra de Iraq, gritan hoy Vive la France! como arma
arrojadiza contra el presidente estadounidense Barack Obama por su presunta
falta de musculatura militar y aplauden con fervoroso entusiasmo la política
resolutiva de París contra el terrorismo islamista. Algunos de sus portavoces,
como el analista Max Boot, del Council on Foreing Relations, elogiaba días
atrás el “liderazgo” asumido por Francia en Mali y criticaba a Washington y
Londres por dejar a París como único representante del “poder occidental en la
primera línea del combate contra el extremismo islamista”. Mientras unos
observan, decía, “Hollande actúa”.
Que un presidente francés, y además socialista, merezca –ni
que sea para mejor atacar al presidente de Estados Unidos– las alabanzas de los
republicanos es un síntoma de los nuevos aires guerreros que emanan del Elíseo. Enero del 2013 marcará sin duda una inflexión en el
quinquenato de François Hollande y en la imagen que los franceses –y el mundo
entero– tenían hasta ahora del presidente de la República. Este hombre bonachón
y sonriente, conciliador y dialogante, a quien sus adversarios –y algunos de
sus propios camaradas– habían escarnecido con apodos como Flanby por su supuesta debilidad y blandura, se ha
revelado en unos pocos días como un jefe determinado y firme, resolutivo y
duro. Algunos de quienes le conocen bien sugieren que los franceses han
empezado a conocer ahora al “auténtico Hollande”.
Este nuevo Hollande, el mismo que había hecho bandera de la retirada anticipada de las
tropas francesas en Afganistán, ha demostrado que no le tiembla la mano a la
hora de embarcar a Francia en una nueva guerra, de salida incierta, contra un
enemigo tan escurridizo como Al Qaeda y sus satélites en Mali. Y de comprometer
a las tropas francesas en los combates terrestres, algo que su antecesor,
Nicolas Sarkozy, se cuidó mucho de evitar en Libia. Naturalmente, en este caso,
hay otros intereses. La eventual caída de Mali en manos de los grupos
terroristas que controlan el norte del país representaría una grave amenaza
para los intereses de Francia en la zona, sobre todo las estratégicas minas de
uranio en Níger. Hollande se ha defendido de pretender seguir haciendo de
gendarme de la Françafrique –de ahí su insistencia en
que se despliegue cuanto antes el contingente militar africano en Mali–, pero
algo de eso hay.
La intervención militar en Mali, al igual que la fracasada
operación de rescate llevada a cabo por el contraespionaje francés en Somalia,
marcan asimismo una nueva línea política en relación con los rehenes franceses
en manos de los grupos islamistas. Decidido a no aceptar el chantaje de los
terroristas, Hollande no ha dudado con sus decisiones en poner en peligro la
vida de los cautivos, cuando hasta ahora el objetivo prioritario era salvar sus
vidas. Muestra de esta nueva actitud es la –interesada– comprensión
mostrada hacia la forma en que el Gobierno de Argelia ha resuelto el asalto
terrorista a la planta gasista de Ain Amenas. Para el presidente francés, la
respuesta argelina –criticada en otras capitales occidentales– fue “adaptada”,
un calificatico que hasta el ex primer minstro Alain Juppé
consideró excesivo. También el lenguaje ha cambiado. Fue Hollande quien días
atrás declaró que su objetivo era “destruir” a los terroristas. Pero podría
haberlo dicho George W. Bush.
Reconquistadas dos ciudades en Mali
Las tropas francesas y malienses han retomado finalmente el
control de la ciudad de Diabali –en el este de Mali–, que hace una semana había
sido tomada por las fuerzas islamistas de Al Qaeda en el Magreb Islámico
(AQMI). Otra ciudad, en este caso en manos de los islamistas del Movimiento
para la Unicidad y la Yihad en África del Oeste (Muyao) desde el mes de
septiembre, Douentza –en el oeste–, ha caído también bajo el control de las
fuerzas regulares. Mientras las tropas franco-malienses avanzan en dirección al
norte sin demasiados problemas, el frente diplomático se complicó ayer con el
posicionamiento del presidente de Egipto, el islamista Mohamed Morsi, contra la
intervención militar francesa en Mali. La UE ha propuesta una conferencia
internacional el 5 de febrero.
Una parte de
los rehenes que perdieron la vida en la planta de gas argelina de Ain Amenas
asaltada por un grupo de islamistas armados fueron asesinados por los
terroristas de un tiro en la cabeza. Así lo explicó ayer el primer ministro
argelino, Abdemalek Sellal, en una conferencia de prensa en la que ofreció por
primera vez un balance oficial casi definitivo de la tragedia: en el asalto a
Ain Amenas murieron 37 rehenes de ocho nacionalidades –un argelino y todos los
demás, extranjeros–, aunque esta cifra podría aún aumentar pues hay cinco
ciudadanos extranjeros oficialmente dados por desaparecidos.
El primer ministro argelino no dio detalles sobre las
nacionalidades de los fallecidos, aunque por los datos parciales ofrecidos
hasta ahora por los gobiernos afectados puede verse que los orientales
–japoneses (con siete víctimas) y filipinos (seis)– se llevaron la peor parte.
Entre los muertos hay asimismo, al menos, tres británicos, dos rumanos, un
norteamericano, un francés y un colombiano. El Gobierno noruego está sin
noticias de varios de sus ciudadanos, así como Malasia. Aparte de los
desaparecidos, entre los 38 cadáveres recuperados hay siete aún no
identificados.
Finalmente, el Gobierno argelino ha cifrado en 32 el número
de asaltantes de Ain Amena, de los cuales 29 fueron muertos por el ejército y
tres fueron capturados. Entre los fallecidos está el jefe del comando, el
argelino Mohamed al Amine Benchenab, un hombre fichado por los servicios de
información argelinos. Aparentemente, y en contra de lo que se dijo, no hay
ningún huido.
El primer ministro confirmó que el grupo pertenecía a la
organización “Los que firman con sangre”, creado y dirigido por el argelino
Mojtar Belmojtar, uno de los fundadores de Al Qaeda en el Magreb Islámico
(AQMI), organización que abandonó el pasado otoño para constituir este otro
grupo. Los integrantes del comando eran asimismo de diversas nacionalidades:
tunecinos –los que más, once–, argelinos, nigerianos, egipcios, malienses y
hasta dos canadienses. Una auténtica Internacional de la Yihad.
Finalmente, el comando no procedía de Libia como
inicialmente sostuvieron las autoridades argelinas, sino del norte de Mali,
como los propios terroristas habían asegurado. Según el primer ministro, el
grupo partió de su base hace dos meses –lo cual confirma que el ataque se había
preparado hace tiempo– y bordearon las fronteras de Argelia con Mali, Níger y
Libia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario