La tensión entre
el Gobierno francés y la Iglesia católica, cuyas relaciones se han deteriorado
a ojos vista a causa del proyecto de legalización del matrimonio entre
homosexuales, está alcanzando un nivel nunca visto desde la guerra escolar de
los años ochenta. La crispación ha ido en aumento estos últimos días, conforme
se acerca la celebración de la gran manifestación convocada para el próximo domingo,
día 13, por las organizaciones cristianas y la oposición de derechas –desde la
UMP al Frente Nacional– contra el proyecto, que el Ejecutivo ha bautizado como
“matrimonio para todos”. Los impulsores de la marcha sueñan con reeditar el
éxito de 1984, cuando una manifestación gigantesca en defensa de la escuela
privada forzó al presidente François Mitterrand a retirar su reforma educativa.
Después de haber mantenido una calculada distancia, el
cardenal arzobispo de París y presidente de la Conferencia Episcopal, André
Vingt-Trois, expresó ayer su apoyo a la manifestación. “Puesto que el Gobierno
ha estimado que no era útil organizar un debate público y hay gente que tiene
cosas que decir, es necesario que encuentre un modo de expresarse”, dijo el
presidente de los obispos, antes de llamar a los católicos a manifestarse “de
forma democrática y razonable, es decir, no inspirados por el odio la violencia
o el desprecio”.
Menos conciliador, más beligerante, el obispo de Bayona,
Marc Aillet, acusó con dureza al Gobierno socialista de alentar un
“anticlericalismo de Estado”. En una tribuna publicada ayer en el diario Le Figaro, el prelado censuró la forma en que el
Ejecutivo ha planteado el debate sobre el matrimonio homosexual y le reprochó
los ataques que la Iglesia ha recibido de algunos ministros, como los titulares
de Vivienda y Educación, Cécile Duflot y Vincent Peillon. “Esta histeria
anticlerical no honra nuestra democracia”, escribe el obispo, quien compara la
actual “agresividad antirreligiosa” con la que reinaba en Francia en 1905,
cuando se aprobó la ley de separación de las iglesias y el Estado, y se
instauró el principio de la laicidad.
La crispación se ha disparado esta semana a causa de la
inicitiva –posteriormente matizada– de las escuelas católicas de promover
debates en los centros sobre el matrimonio de los homosexuales y la reacción
del ministro de Educación. Vincent Peillon envió una circular a las autoridades
eductivas territoriales para que “extremaran la vigilancia” sobre el desarrollo
de estos debates en los establecimientos privados. Pero lo más polémico fue su
referencia a las numerosas tentativas de suicidios de jóvenes homosexuales en
los medios católicos, sospechosos de homofobia...
Esta tensión marcó la celebración, ayer, del acto de Año
Nuevo que François Hollande celebró en el Elíseo con los líderes de todas las
comunidades religiosas, unánimemente opuestos al proyecto del Gobierno. El
presidente no abordó directamente el asunto, que según los presentes no fue
objeto de conversación.
Un sondeo de Ifop, publicado por Le
Pélerin, ha constatado que para el 75% de los franceses el
matrimonio enre homosexuales es un asunto “secundario”. Una neta mayoría (un
60%) son, además, favorables a la medida. Pero no sucede lo mismo con el
derecho a la adopción de niños, apoyado sólo por 46% frente al
54%.
Investigado por fraude fiscal el ministro Cahuzac
La fiscalía de París decidió ayer abrir una investigación
preliminar para determinar la posible responsabilidad del ministro del
Presupuesto, Jérôme Cahuzac, en un presunto delito de “blanqueamiento de fraude
fiscal”. La apertura de estas diligencias pretende establecer si hay indicios
suficientes de que Cahuzac hubiera poseído años atrás una cuenta bancaria en la
Union des Banques Suisses (USB) para escapar al fisco francés, tal como
sostiene el diario digital Mediapart, que esgrime como principal prueba una
grabación accidental en la que –según su poseedor, que la encontró en su
contestador automático– el ministro admitía la existencia de tal cuenta.
Cahuzac, que era entonces un cirujano de éxito especializado en implantes
capilares, ha negado de forma tajante haber tenido cuentas bancarias en el
extranjero y ha demandado Mediapart por injurias.
Depardieu encadena los desplantes
Gérard
Depardieu, tótem del cine francés embarcado en un pulso con el Gobierno a causa
de la presión fiscal sobre las grandes fortunas, añadió ayer un nuevo desplante
a su espiral de provocaciones al ignorar una citación judicial. El actor debía
comparecer ante un juez por un presunto delito de conducción en estado de embriaguez.
En lugar de ello, tras haber pasado en los últimos días por Moscú, Mordovia y
Suiza, viajó a Montenegro con el objetivo –según su abogado, Éric de Caumont–
de reunirse con los productores de una nueva película. Dirigido por Abel
Ferrara, el film abordará el caso de Dominique Strauss-Kahn, en la que
Depardieu debería interpretar el papel del ex director del Fondo Monetario
Internacional (FMI)
Depardieu, de 64 años, sufrió una caida sin consecuencias
cuando conducía su moto por una calle de París el pasado 29 de noviembre. El
control de la policía demostró que el actor presentaba un nivel de alcoholemia
de 1,8 gramos de alcohol por litro de sangre, cuando el limite legal en Francia
está en 0,5, y pasó varias horas en una celda. Su incomparecencia ayer, en un
procedimiento judicial simplificado, hará que ahora sea enviado a juicio ante
un tribunal correccional, que podria condenarle con hasta 4.500 de multa y dos
años de prisión.
La espiral en la que parece atrapado Depardieu, convertido a
su pesar en el símbolo de la insumisión fiscal, empezó el pasado mes de
diciembre, cuando trascendió que el actor había decidido trasladar su
residencia a un pueblo fronterizo de Bélgica, Néchin, para escapar al fisco
francés. Calificado su gesto de “miserable” por el primer ministro, Jean-Marc
Ayrault, Gérard Depardieu reaccionó anunciando su intención de renunciar a la
nacionalidad francesa. Desde entonces, ha aceptado el pasaporte ruso que le
obsequió el presidente Vladimir Putin –embarcado él también en un pulso con el
presidente francés, François Hollande– y se dejó agasajar hasta rozar el
ridículo por las autoridades de la República rusa de Mordovia, quienes le
ofrecieron una casa y hasta el cargo de ministro de Cultura.
La deriva de Depardieu, un hombre de carácter y hábitos
excesivos, ha empezado a preocupar a sus amigos. Su ex mujer, Elisabeth
Depardieu, lanzó un grito de alerta desde la radio RTL: “Se trata de alguien
que tiene borrascas, que es extremadamente desgraciado e inconsolable, y
ustedes saben por qué –dijo en alusión a la muerte de su hijo Guillaume en el
2008–, y que intenta como puede tratar de vivir aún”. “Se ha marchado porque no
recibía atención, ni amor. Cuando se siente rechazado se vuelve provocador y en
lo peor imaginable”.
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