viernes, 18 de enero de 2013

Asalto trágico en Argelia


El asalto terrorista a la planta gasista de In Amenas, en el este de Argelia, donde un grupo islamista retenía desde la madrugada del miércoles a 41 rehenes extranjeros y varios centenares de trabajadores argelinos –recluidos en el recinto–, terminó ayer en un baño de sangre. El ejército argelino, con sus fuerzas especiales a la cabeza, lanzó a última hora de la mañana un ataque, para intentar rescatar a los rehenes y capturar a los terroristas, que se prolongó hasta entrada la noche y que acabó con un número indeterminado de muertos y heridos, entre ellos algunos de los secuestrados.

A primera hora de la tarde, un portavoz islamista aseguró a la agencia de noticias mauritana ANI que en el asalto habían perecido 34 de los rehenes extranjeros –entre los que había estadounidenses, británicos, noruegos, japoneses y franceses–, una cifra que la agencia Reuters, citando fuentes locales, redujo horas después a seis. Al cierre de esta edición, el Gobierno argelino no había ofrecido ningún balance oficial. El ministro de Comunicación, Mohamed Said Belail, aseguró anoche en televisión que la operación había permitido liberar a una parte de los rehenes y “neutralizar” a un gran número de terroristas. “Desgraciadamente –añadió– hemos de deplorar algunos muertos y heridos”. Si no había información sobre las cifras, menos aún sobre las circunstancias en que se produjeron las víctimas. Algunos de los rehenes, a quienes los terroristas habían colocado cinturones con explosivos –según explicaron ellos mismos por teléfono–, pudieron ser asesinados por sus captores.

Conforme pasaban las horas, la inquietud –y una cierta irritación– fue ganando terreno en las capitales que contaban con algunos de sus nacionales entre los rehenes. Washington expresó su preocupación por la falta de explicaciones de las autoridades argelinas, mientras Londres se quejó de no haber sido advertido antes del asalto y Tokio instaba a Argel a detener el ataque. El primer ministro británico, David Cameron, suspendió el viaje que tenía previsto hacer hoy a Amsterdam –donde debía pronunciar un importante discurso sobre la Unión Europea– y preparó al país para recibir “malas noticias”.

París fue, en cambio, mucho más contemporizador. El presidente francés, François Hollande, que habló de un desenlace en “condiciones dramáticas”, se abstuvo de toda crítica hacia Argelia, un país con el que Francia mantiene una compleja relación y que resulta un aliado fundamental en la crisis actual. Hollande aprovechó para reafirmar su determinación de proseguir el combate contra a los islamistas: “Lo que pasa en Argelia justifica aún más mi decisión de acudir en ayuda de Mali para detener la agresión terrorista”, declaró.

Los asaltantes de la planta gasista argelina, pertenecientes al grupo del líder islamista argelimo Mojtar Belmojtar –uno de los fundadores de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI)–, justificaron su acción como represalia por la intervención militar de Francia contra los islamistas del norte de Mali y el apoyo ofrecido para esta operacióm por Argelia, que abrió su espacio aéreo a los cazabombarderos franceses Rafale. Situada a escasos kilómetros de la frontera con Libia, la planta de In Amenas es explotada conjuntamente por la sociedad argelina Sonatrach, la británica British Petroleum (BP) y la noruega Statoil. En ella trabajan habitualmente 700 personas.

El Gobierno argelino, que se negó por principio a negociar las exigencias de los terroristas, aseguró a través de su ministro de Comunicación haber intentado durante más venticuatro horas encontrar una solución pacífica. Pero la actitud “extremista” de los asaltantes de la planta hizo inevitable la intervención. Además de reclamar el cese de la intervención armada de Francia en Mali, los terroristas exigian la liberación de un centenar de islamistas presos en Argelia y que les dejaran partir en dirección a Libia con los rehenes extranjeros. Según el Gobierno argelino, los terroristas procedían de Libia. Entre ellos podría haber, según la agencia Reuters, un yihadista de nacionalidad francesa.

El asalto de las fuerzas especiales argelinas se desencadenó al parecer cuando una parte de los secuestradores trató de salir de la planta en un convoy, llevando consigo a algunos de los rehenes, con el objetivo de tratar de ganar la frontera. Una parte de las víctimas, acaso la fundamental, se produjo aquí. Posteriormente, el ejército asaltó la planta, lo que debido a sus magnitudes y su complejidad llevó varias horas. En contra de lo que los islamistas denunciaron a primera hora de la tarde, el ejército no bombardeó la planta con helicópteros de combate, algo que hubiera podido provocar una catástrofe de una magnitud inconmensurable.

Los trabajadores argelinos de la planta –algunas fuentes hablaban ayer de alrededor de 600– fueron liberados, así como algunos de los rehenes extranjeros. A diferencia de estos últimos, atados y recluidos en un local de la planta, los argelinos permanecían retenidos en el recinto pero gozaban de una relativa libertad de movimiento. La guerra, en todo caso, no iba contra ellos.

El número y la nacionalidad de los rehenes extranjeros liberados seguía siendo incierta al cierre de esta edición. Algunas fuentes hablaban de tres o cuatro. Otras aseguraban que una quincena habrían logrado escapar por sus propios medios de la planta.

La drástica intervención del ejército argelino provocó un malestar general en la mayoría de los países afectados, que hubieran deseado agotar antes todas las vías de diálogo posibles para tatar de salva la vida de los rehenes antes de optar por una acción militar. Washington llegó a ofrecer a Argel el concurso de sus fuerzas especiales para realizar una operación de rescate, pero los argelinos rechazaron toda cooperación exterior. En Francia se manifestaba, en general una gran comprensión hacia la línea dura aplicada por las autoridades argelinas, habida cuenta del trauma que causó el terrorismo islamistas en los años noventa.


Francia sube a 1.800 soldados

El despliegue del ejército francés se prosigue sin descanso en Mali, donde ayer había ya regrupados 1.800 soldados. Francia tiene previsto llegar en principio hasta 2.500, con el fin de contener todo avance de los grupos islamistas que controlan el norte del país y preparar el terreno para la reconquista de la mitad septentrional por parte del ejército regular maliense. Varios países africanos han prometido enviar cotingentes militares para integrar la futura Fuerza Internacional de Apoyo a Mali (Misma) prevista por la ONU. Los 3.300 soldados previstos podrían acabar siendo al final unos 5.000. Ayer llegaron los primeros a Bamako: se trata de 200 miembros de los grupos especiales del ejército de Chad. Las fuerzas francesas participan, junto a las tropas malienses, en los combates por retomar el control de las ciudades de Konna (oeste) y Diabali (este), en manos de los islamistas, apoyados por la fuerza aérea.






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