El asalto
terrorista a la planta gasista de In Amenas, en el este de Argelia, donde un
grupo islamista retenía desde la madrugada del miércoles a 41 rehenes
extranjeros y varios centenares de trabajadores argelinos –recluidos en el
recinto–, terminó ayer en un baño de sangre. El ejército argelino, con sus
fuerzas especiales a la cabeza, lanzó a última hora de la mañana un ataque,
para intentar rescatar a los rehenes y capturar a los terroristas, que se
prolongó hasta entrada la noche y que acabó con un número indeterminado de muertos
y heridos, entre ellos algunos de los secuestrados.
A primera hora de la tarde, un portavoz islamista aseguró a
la agencia de noticias mauritana ANI que en el asalto habían perecido 34 de los
rehenes extranjeros –entre los que había estadounidenses, británicos, noruegos,
japoneses y franceses–, una cifra que la agencia Reuters, citando fuentes
locales, redujo horas después a seis. Al cierre de esta edición, el Gobierno
argelino no había ofrecido ningún balance oficial. El ministro de Comunicación,
Mohamed Said Belail, aseguró anoche en televisión que la operación había
permitido liberar a una parte de los rehenes y “neutralizar” a un gran número
de terroristas. “Desgraciadamente –añadió– hemos de deplorar algunos muertos y
heridos”. Si no había información sobre las cifras, menos aún sobre las
circunstancias en que se produjeron las víctimas. Algunos de los rehenes, a
quienes los terroristas habían colocado cinturones con explosivos –según
explicaron ellos mismos por teléfono–, pudieron ser asesinados por sus
captores.
Conforme pasaban las horas, la inquietud –y una cierta
irritación– fue ganando terreno en las capitales que contaban con algunos de
sus nacionales entre los rehenes. Washington expresó su preocupación por la
falta de explicaciones de las autoridades argelinas, mientras Londres se quejó
de no haber sido advertido antes del asalto y Tokio instaba a Argel a detener
el ataque. El primer ministro británico, David Cameron, suspendió el viaje que
tenía previsto hacer hoy a Amsterdam –donde debía pronunciar un importante
discurso sobre la Unión Europea– y preparó al país para recibir “malas
noticias”.
París fue, en cambio, mucho más contemporizador. El
presidente francés, François Hollande, que habló de un desenlace en
“condiciones dramáticas”, se abstuvo de toda crítica hacia Argelia, un país con
el que Francia mantiene una compleja relación y que resulta un aliado
fundamental en la crisis actual. Hollande aprovechó para reafirmar su
determinación de proseguir el combate contra a los islamistas: “Lo que pasa en
Argelia justifica aún más mi decisión de acudir en ayuda de Mali para detener
la agresión terrorista”, declaró.
Los asaltantes de la planta gasista argelina, pertenecientes
al grupo del líder islamista argelimo Mojtar Belmojtar –uno de los fundadores
de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI)–, justificaron su acción como
represalia por la intervención militar de Francia contra los islamistas del
norte de Mali y el apoyo ofrecido para esta operacióm por Argelia, que abrió su
espacio aéreo a los cazabombarderos franceses Rafale. Situada a escasos
kilómetros de la frontera con Libia, la planta de In Amenas es explotada conjuntamente
por la sociedad argelina Sonatrach, la británica British Petroleum (BP) y la
noruega Statoil. En ella trabajan habitualmente 700 personas.
El Gobierno argelino, que se negó por principio a negociar
las exigencias de los terroristas, aseguró a través de su ministro de
Comunicación haber intentado durante más venticuatro horas encontrar una
solución pacífica. Pero la actitud “extremista” de los asaltantes de la planta
hizo inevitable la intervención. Además de reclamar el cese de la intervención
armada de Francia en Mali, los terroristas exigian la liberación de un centenar
de islamistas presos en Argelia y que les dejaran partir en dirección a Libia
con los rehenes extranjeros. Según el Gobierno argelino, los terroristas
procedían de Libia. Entre ellos podría haber, según la agencia Reuters, un
yihadista de nacionalidad francesa.
El asalto de las fuerzas especiales argelinas se desencadenó
al parecer cuando una parte de los secuestradores trató de salir de la planta
en un convoy, llevando consigo a algunos de los rehenes, con el objetivo de
tratar de ganar la frontera. Una parte de las víctimas, acaso la fundamental,
se produjo aquí. Posteriormente, el ejército asaltó la planta, lo que debido a
sus magnitudes y su complejidad llevó varias horas. En contra de lo que los
islamistas denunciaron a primera hora de la tarde, el ejército no bombardeó la
planta con helicópteros de combate, algo que hubiera podido provocar una
catástrofe de una magnitud inconmensurable.
Los trabajadores argelinos de la planta –algunas fuentes
hablaban ayer de alrededor de 600– fueron liberados, así como algunos de los
rehenes extranjeros. A diferencia de estos últimos, atados y recluidos en un
local de la planta, los argelinos permanecían retenidos en el recinto pero
gozaban de una relativa libertad de movimiento. La guerra, en todo caso, no iba
contra ellos.
El número y la nacionalidad de los rehenes extranjeros
liberados seguía siendo incierta al cierre de esta edición. Algunas fuentes
hablaban de tres o cuatro. Otras aseguraban que una quincena habrían logrado
escapar por sus propios medios de la planta.
La drástica intervención del ejército argelino provocó un
malestar general en la mayoría de los países afectados, que hubieran deseado
agotar antes todas las vías de diálogo posibles para tatar de salva la vida de
los rehenes antes de optar por una acción militar. Washington llegó a ofrecer a
Argel el concurso de sus fuerzas especiales para realizar una operación de
rescate, pero los argelinos rechazaron toda cooperación exterior. En Francia se
manifestaba, en general una gran comprensión hacia la línea dura aplicada por
las autoridades argelinas, habida cuenta del trauma que causó el terrorismo
islamistas en los años noventa.
Francia sube a 1.800 soldados
El despliegue del ejército francés se prosigue sin descanso
en Mali, donde ayer había ya regrupados 1.800 soldados. Francia tiene previsto
llegar en principio hasta 2.500, con el fin de contener todo avance de los
grupos islamistas que controlan el norte del país y preparar el terreno para la
reconquista de la mitad septentrional por parte del ejército regular maliense.
Varios países africanos han prometido enviar cotingentes militares para
integrar la futura Fuerza Internacional de Apoyo a Mali (Misma) prevista por la
ONU. Los 3.300 soldados previstos podrían acabar siendo al final unos 5.000.
Ayer llegaron los primeros a Bamako: se trata de 200 miembros de los grupos
especiales del ejército de Chad. Las fuerzas francesas participan, junto a las
tropas malienses, en los combates por retomar el control de las ciudades de
Konna (oeste) y Diabali (este), en manos de los islamistas, apoyados por la
fuerza aérea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario