viernes, 21 de diciembre de 2012

Francia-Argelia, o la dificultad de pedir perdón


Francia sometió durante 132 años a Argelia a un sistema de dominación “profundamente injusto y brutal”. “Este sistema tiene un nombre, la colonización, y yo reconozco aquí los sufrimientos que la colonización infligió al pueblo argelino”. Con estas palabras, François Hollande asumió ayer ante los representantes de las dos cámaras del Parlamento argelino la culpa original de Francia en la tumultuosa y trágica historia que comparte con Argelia.

En lo que constituía el punto culminante de su primera visita de Estado a Argelia, el presidente francés aludió –muy someramente– a la sangrienta guerra de independencia, entre 1954 y 1962, y habló del deber de explicar la verdad “sobre la violencia, sobre las injusticias, sobre las masacres, sobre la tortura”. “Nada se construye en la disimulación, en el olvido, y aún menos en la negación. La verdad no daña, repara, la verdad no divide, une”, añadió. Pero sobre algunos de los aspectos mas sombríos de esta verdad –cuya dilucidación atribuyó a los historiadores– pasó de puntillas.

Hollande, como ya había advertido la víspera, no hizo ningún amago de pedir perdón o expresar arrepentimiento en nombre de Francia. Su auditorio, reunido en el Palacio de las Naciones, aplaudió sobriamente, pero sin entusiasmo. “El discurso no ha ocultado ni el pasado ni el futuro”, valoró el ministro argelino de Exteriores, Mourad Medelci. Un juicio poco comprometido... Su contenido no debió satisfacer tampoco a la decena de partidos argelinos que, antes de la visita, habían denunciado “el rechazo de las autoridades francesas de reconocer, excusar o indemnizar, materialmente y moralmente, los crímenes cometidos por la Francia colonial en Argelia”.

Decepción expresó también la viuda de Maurice Audin, joven comunista francés y militante anticolonialista torturado hasta la muerte en 1957 por militares franceses, que juzgó el discurso como “el mínimo del mínimo”.

El discurso, presuntamente “histórico”, de Hollande había generado grandes expectativas. Pero al final quedó lejos de lo esperado. Sus palabras, extremadamente calibradas para no herir la enorme susceptibilidad que existe también en Francia –entre los descendientes de los pied noirs exiliados y de los antiguos combatientes indígenas del ejército colonial, los harkis–, dejaron un cierto sentimiento de déjà vu.

El propio presidente francés lo admitió indirectamente cuando, en la conferencia de prensa del miércoles, inscribió su política de acercamiento y reconciliación hacia Argelia en la “continuidad” de lo que, antes que él, habían intentado sus antecesores, de Jacques Chirac a Nicolas Sarkozy.

En efecto, las palabras pronunciadas por Hollande ayer en el Palacio de las Naciones no eran estrictamente nuevas. En diciembre del 2007, hace justo cinco años, Sarkozy había dicho algo muy parecido, al calificar también el sistema colonial de “profundamente injusto” y reconocer que “se cometieron crímenes terribles”. Como Hollande, su antecesor apeló al trabajo común de los historiadores de ambos países, sentenciando que “para construir un futuro mejor (había) que mirar el pasado cara a cara”.

También Sarkozy, como Chirac en el 2003 y Hollande ahora, habló de abrir un nuevo capítulo en la historia común de ambos países y de la voluntad de construir una asociación bilateral privilegiada. Lo que ayer era el proyecto de un –nonato– tratado de amistad hoy es un documento marco de trabajo. Pero su objetivo es el mismo. Habrá que ver si su futuro es también idéntico.

Es cierto que Sarkozy partía con el lastre de la desafortunada iniciativa de un grupo de parlamentarios de la UMP, en el 2005, de reconocer por ley el “papel positivo” de Francia en el desarrollo de las colonias del Norte de África y de Ultramar. En este sentido, las mismas palabras pronunciadas por Hollande, comprometido desde su juventud con el anticolonialismo –enfrentándose a su padre, un hombre de extrema derecha partidario de la “Argelia francesa”–, suenan más sinceras.

Pero el hecho de que políticos tan diferentes, en ideología y temperamento, como Sarkozy y Hollande se muevan en el mismo registro indica que se ha alcanzado un techo. Ningún presidente francés, ni de derechas ni de izquierdas, pedirá nunca perdón.

Hollande llamó ayer a respetar “todas las memorias”. Una manera de subrayar que Francia tampoco está dispuesta a olvidar a sus propias víctimas. Porque si los más de siete años de guerra causaron unos 400.000 muertos entre la poblacion argelina –la que pagó el mayor tributo–, del otro lado perdieron la vida 30.000 soldados franceses, entre 15.000 y 30.000 harkis (soldados argelinos del ejército colonial) y 4.500 civiles europeos. Y cerca de un millón de franceses de Argelia se vieron forzados a abandonar su tierra y partir a Francia.


La masacre de Setif

“El 8 de mayo de 1945, el mismo día en el que el mundo triunfaba contra la barbarie, Francia faltaba a sus valores universales”. De este modo, rememoró François Hollande la matanza de Setif, un hecho trágico que marcaría definitivamente a sangre y fuego las relaciones entre Argelia y la metrópoli. Aquel día, mientras la Alemania nazi se rendía militarmente a los aliados, la represión de una manifestación nacionalista en Setif derivaría en una masacre. La muerte por la policía francesa de un joven que enarbolaba una bandera argelina desató la venganza de los argelinos, que asesinaron a un centenar de franceses y europeos. La represión posterior fue de una ferocidad inusitada: alrededor de 20.000 argelinos perdieron la vida en los bombardeos aéreos y navales del ejército francés.



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