miércoles, 16 de enero de 2013

Objetivo: "destruir" a los terroristas


Francia no ha regresado a Mali, su antigua colonia africana, para quedarse. Pero se quedará todo el tiempo que haga falta, hasta que los islamistas del norte sean expulsados, la seguridad esté garantizada, haya una autoridad legítima en el país y pueda abrirse un proceso electoral. Así lo expuso ayer François Hollande durante una visita oficial a Dubai, confirmando que la intervención militar francesa iniciada al pasado día 11 promete ser larga y ardua. Y sin cuartel, puesto que el objetivo final es –según sus palabras– “destruir” a los terroristas.

Revestido con los hábitos de comandante en jefe de los ejércitos, el presidente francés ofreció una imagen desacostumbrada de sí mismo. Hollande el blando, el dubitativo, el pusilánime –como repetidamente le han descrito sus adversarios y algunos de sus camaradas– mostró un insospechado ardor guerrero. Preguntado por el objetivo de Francia respecto a los terroristas, sobre si su intención era capturarlos y juzgarlos, contestó: “Destruirlos”. “Por lo demás, si podemos hacer prisioneros, los haremos... Puede ser útil”, añadió vagamente.

El presidente francés justificó de nuevo la intervención militar de Francia por la urgencia de evitar el derrumbe del ejército maliense a causa de la ofensiva lanzada el jueves pasado por las fuerzas islamistas –el grupo tuareg Ansar al Din, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y el Movimiento por la Unicidad y la Yihad en África del Oeste (Muyao)– e impedir la toma del poder por los insurgentes, que podría convertir a Mali en un nuevo Estado terrorista a la imagen de Afganistán. “Si yo no hubiera tomado el viernes la decisión de intervenir, ¿dónde estaría Mali hoy?”, se preguntó Hollande, quien subrayó que únicamente Francia podía asumir esa responsabilidad: “Hemos tomado una decisión mayor. Éramos los únicos capaces de tomarla”, dijo.

Los únicos... y de momento solos. El presidente francés eludió expresar queja alguna por el hecho de que sea Francia el único país que asume por ahora y en solitario –mientras no se constituya el contingente africano previsto por la ONU– el esfuerzo militar para respaldar al maltrecho ejército maliense. Hollande se contentó con subrayar la cobertura legal de la intervención, el unánime respaldo político con que cuenta –del Consejo de Seguridad, de los países africanos, de la Unión Europea– y el apoyo material de algunos de sus aliados. Sin embargo, el ministro francés de Relaciones con el Parlamento, Alain Vidalies, deploró esta situación. “No se puede decir que Francia está completamente sola, pero hay ausencias lamentables”, afirmó en televisión, antes de añadir: En Europa la movilización ha sido mínima”.

Hollande insistió repetidas veces en que “Francia no tiene vocación de quedarse en Mali”, que su intervención es “excepcional y por tiempo limitado”, y que la antigua metrópoli no tiene intención alguna de volver a hacer de gendarme de la Françafrique: “Son los propios africanos quienes deben garantizar su seguridad”, dijo. Y añadió: “No hay ningún interés francés en Mali, salvo sus ciudadanos (hay 6.000 residentes franceses); sólo defendemos una causa, la integridad de Mali, y sólo combatimos un adversario, el terrorismo”.

El presidente francés aseguró que Francia no se irá hasta que haya “seguridad, autoridades legítimas, un proceso electoral y no más terroristas”. Pero insitió, como ha venido haciendo en los últimos días, en que su deseo es asumir una labor de apoyo –esto es, pasar a segundo plano– una vez pueda desplegarse la fuerza de 3.300 soldados aportados por varios países africanos en cumplimiento de la resolución 2085 del Consejo de Seguridad de la ONU.

El problema es que ese despliegue puede tardar aún varias semanas y habrá que ver, entonces, si esa fuerza es capaz de afrontar a los combatientes islamistas, que han demostrado contar con armamento moderno y estar bien organizados y entrenados.

Por el momento, lo único cierto es que Francia está aumentando ya su despliegue militar en Mali, y que ha empezado a comprometer ya a sus tropas en los combates terrestres, donde el ejército maliense está demostrando una debilidad inquietante: las tropas gubernamentales, que el lunes perdieron el control de la ciudad de Diabali –en el este del país– ante los islamistas, todavía no han logrado reconquistar Konna –en el oeste–, perdida el jueves de la semana pasada, como reconoció el ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Brian.

Los ataques aéreos contra las fuerzas y la retaguardia de los islamistas –que llevan a cabo una docena de cazabombarderos Mirage, con el apoyo ocasional de los Rafale– no son suficientes. De ahí que Francia haya decidido comprometerse en el terreno. Los primeros soldados franceses habrían entrado ya en combate ayer mismo en un intento por recuperar Diabali, según autoridades locales. París ha comprometido hasta ahora un contingente de 1.700 militares en la Operación Serval –de los que 800 se encuentran ya en Mali, procedentes del Chad y de Costa de Marfil– y espera aumentar su número hasta los 2.500 en principio. Un escuadrón de blindados ligeros llegado a Bamako partió ayer hacia el norte del país con el fin de implicarse en los combates.


Homenaje a la primera víctima

El primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, presidió ayer el homenaje nacional a la primera víctima francesa de la guerra en Mali. El teniente Damien Boiteux, de 41 años, piloto de helicóptero de combate, murió en el primer ataque francés contra las fuerzas islamistas, el pasado viernes, cuando fue alcanzado por disparos de los rebeldes. Boiteux llevaba 22 años en el ejército.



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