La pesadilla en
la planta gasista de Tiganturin, en In Amenas, en el este de Argelia, asaltada
el miércoles por un grupo de islamistas armados en represalia por la
intervención militar de Francia en Mali, estaba anoche lejos de haber
terminado. Atrincherados en un sector de las instalaciones, una parte de los
terroristas retenía todavía al cierre de esta edición a un número indeterminado
de rehenes, todos ellos al parecer trabajadores extranjeros de la planta. La
agencia de noticias mauritana ANI, que citó como fuente a un portavoz del grupo
terrorista, “Los que firman con sangre”, liderado por el yihadista argelino
Mojtar Belmojtar, dio la cifra de siete –tres belgas, dos estadounidenses, un
británico y un japonés–, aunque no había ninguna confirmación oficial. Los
islamistas propusieron intercambiar a los dos norteamericanos por dos
terroristas presos en Estados Unidos, pero Washington rechazó de plano
negociar.
Más de veinticuatro horas después de que el ejército
argelino lanzara su ataque contra los terroristas en In Amenas, la situación en
la planta gasista seguía sin estar controlada y la confusión más absoluta
persistía sobre el balance de la operación militar, que podría haber causado
varias decenas de muertos y heridos. Una fuente gubernamental argelina citada
por la agencia oficial APS subrayó que el asalto se había producido en unas
condiciones “extramadamente complejas” y que había evitado un “verdadero
desastre”. No es éste precisamente el punto de vista de la mayor parte de las
capitales occidentales con ciudadanos entre los secuestrados, muy críticas con
la forma en que las autoridades argelinas han conducido la crisis.
La agencia oficial argelina APS informó, a partir de fuentes
de la seguridad, de que un total de 639 personas habían sido liberadas por la
intervención del ejército, de las cuales 573 eran de nacionalidad argelina. Los
66 restantes formaban parte de los 132 trabajadores extranjeros de la planta,
explotada por la sociedad argelina Sonatrach, la británica British Petroleum
(BP) y la noruega Statoil.
Qué ha sido de los que faltan sigue siendo un misterio.
Aparte de los siete que seguían anoche en manos de sus secuestradores, la
agencia de noticias argelina habló de 12 rehenes muertos durante el asalto, así
como de 18 terroristas. Nada se sabe qué ha pasado con el resto de extranjeros
–una sesentena–, dados provisionalmente como desaparecidos. El Gobierno noruego
no sabe nada de ocho de sus nacionales.
Algunos de los extranjeros cuyo paradero se desconoce pueden
haber muerto, pero otros pueden estar todavía en algún lugar indeterminado de
la planta. Las instrucciones de seguridad de los empleados, ante el caso de un
ataque, es esconderse. Un francés, Alexandre Berceaux, directivo de la empresa
Catering International Services (CIS), ha explicado tras su liberación cómo
pasó 40 horas escondido bajo la cama de su habitación. Tres ingleses se
escondieron, por su parte, en el falso techo de la despensa del restaurante
colectivo. En este local se encontraban agrupados unos 250 argelinos, que al
escuchar los tiros y las explosiones
Los testimonios de los trabajadores liberados han permitido
confirmar que los terroristas sólo estaban interesados en los trabajadores
extranjeros, y en concreto los “expatriados”, enviados a la planta gasista por
las dos empresas extranjeras. Según declaró un empleado argelino, Abdeljader, a
la agencia Reuters los islamistas buscaban a los “cristianos e infieles”. A
quienes consiguieron capturar, los ataron y los recluyeron en un local aparte,
mientras los argelinos –una parte de los cuales pudieron irse y otros, la
mayoría, quedaron retenidos en la planta– no fueron importunados y algunos de
ellos gozaron incluso de una relativa libertad de movimientos en el interior.
Los terroristas, miembros de un grupo que ha hecho del
secuestro una especialidad lucrativa, pusieron como condición para liberar al
conjunto de los trabajadores de Tiganturin que las autoridades argelinas les
abrieran un pasillo para poder escapar con los rehenes occidentales. Ante la
negativa de Argel a negociar, los secuestradores intentaron el jueves escapar
del recinto con unos cuantos rehenes a bordo de un convoy en dirección a Libia,
cuya frontera se encuentra a tan sólo unas decenas de kilómetros. Fue en ese
momento cuando las fuerzas especiales del ejército argelino –los llamados ninjas– entraron en acción y desencadenaron la operación
de asalto.
Acorralados, los terroristas intentaron ayer jugar la baza
de Estados Unidos y ofrecieron al Gobierno norteamericano intercambiar a los
dos rehenes estadounidenses que permanecen en sus manos por la liberación de
dos islamistas presos en Estados Unidos. Se trata del jeque Omar Abdel Rahman,
considerado el inspirador del primer atentado contra las Torres Gemelas de
Nueva York, en 1993, y de Aafia Siddiqui, un científico paquistaní condenado
por haber disparado contra dos soldados norteamericanos en Afganistán.
Washington se negó en redondo. La portavoz de la Secretaría de Estado, Victoria
Nuland, subrayó que Estados Unidos “no negocia con terroristas”. El secretario
de Defensa, Leon Panetta, por su parte, amenazó a los terroristas con
perseguirlos hasta el final: “No encontrarán ningún santuario donde esconderse,
ningún refugio, ni en Argelia, ni en el Norte de África ni en ninguna parte”,
declaró.
En Francia, el ministro de Asuntos Exteriores. Laurent
Fabius, confirmó que un trabajador francés de la planta gasista figura entre
los muertos en In Amena, mientras que otros tres han sido liberados y están
sanos y salvos. Para París, que se ha guardado mucho de criticar a Argel en
este asunto, el desenlace desde el punto de vista interno es menos grave. Pero
el alivio puede no ser tal, porque entre los terroristas muertos podría figurar
también un francés. No sería la primera vez que se encontrara un yihadista galo
en Afganistán o el Sahel. Pero sí que un islamista francés interviniera contra
otros franceses. Aparte de Mohamed Merah...
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