sábado, 12 de enero de 2013

Montmartre contra Starbucks


La Place du Tertre –literalmente, plaza de la colina–, en lo alto de la loma de Montmartre, suscita en el visitante primerizo un sentimiento ambiguo. El lugar, con sus pintores y sus tradicionales cafés y bistrots, retrotrae a aquel tiempo en que los impresionistas hicieron de este rincón popular de París el centro de la bohemia mundial. Y por ello mismo desprende una imagen de artificialidad. Pero en esta equívoca imagen es donde reside precisamente el encanto de la plaza, el espíritu parisino que turistas de todo el mundo vienen a buscar por millones.

Ahora, este precario ecosistema se ve amenazado con la proyectada apertura, en la embocadura de la plaza, de un café de la cadena norteamericana Starbucks, quintaesencia de la uniformización de las costumbres y la estandarización de los gustos.

Las asociaciones y vecinos del barrio han empezado a movilizarse para tratar de impedir la apertura del nuevo establecimiento, que se ha hecho con el traspaso de un viejo local tradicional, Au Pichet du Tertre, cerrado hace tres meses. “La cadena Starbucks no pega nada con el ambiente y la imagen de Montmartre, un barrio popular, muy parisino”, subraya Mathieu Vrinks, portavoz de la asociación Paris Fierté (París Orgullo), una de las entidades junto con la Asociación de Comerciantes del Alto-Montmartre que organizan la movilización.

Los opositores a Starbucks han repartido panfletos y preparan una concentración de protesta para el día 20. También han apelado al ayuntamiento del distrito, para tratar de convencerle de que intervenga y –ejerciendo su derecho preferente– adquiera los derechos sobre el local e impida lo irreparable. Hasta ahora, sólo han recibido silencio como respuesta.

Un lluvia fina, pero persistente, barre la Place du Tertre en esta mañana de invierno. Apenas hay turistas y sólo un puñado de pintores, entre la esperanza y el desafío, mantiene en pie sus atriles. Jean-Marc y José Luis –este último, de origen malagueño–, que aseguran ser los más veteranos de la comunidad de artistas, echan pestes de la proyectada apertura de un café Starbucks, que juzgan un paso más en la “degradación” del barrio. “Eso quitará el encanto a la plaza”, opina José Luis. Su camarada es más radical. “La decadencia es inexorable –dice Jean-Marc–. Está lleno de galerías que venden reproducciones hechas en China, los cafés sirven una comida infecta... Sólo cuenta el dinero, ¡la pasta!”.

En el viejo local de Au Pichet du Tertre nada parece moverse. No hay obras a la vista, tampoco ningún cartel. En el interior el tiempo parece haberse detenido y en la veterana barra de madera siguen perfectamente alineadas las tradicionales jarras –pichets– para servir el vino. En el exterior, tras un cristal resquebrajado por un golpe de ira, puede leerse aún la carta de comidas y bebidas. Un himno a la ambivalencia: la oferta estrella, por 12,50 euros, era el Menú Hamburguer. Eso sí, la carne era de origen francés garantizado. Y de postre había crêpe...



No hay comentarios:

Publicar un comentario