lunes, 10 de octubre de 2011

Mano a mano Hollande-Aubry

François Hollande y Martine Aubry, uno de los dos -y ningún otro- será el candidato del Partido Socialista francés que intentará desalojar del Elíseo a Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2012. Unos dos millones de franceses, una masa de votantes por encima de las previsiones más optimistas, acudieron ayer a las urnas en primera vuelta para elegir al presidenciable del PS, en un ejercicio democrático absolutamente inédito en Francia que sin duda tendrá importantes consecuencias políticas. Sea quien sea finalmente el elegido, lo cual se dirimirá el próximo domingo en segunda vuelta, el candidato o candidata contará con una legitimidad popular formidable.
Los resultados de anoche coincidieron en gran medida con las tendencias apuntadas ya por los sondeos. Convertido en favorito de la noche a la mañana tras la defección inesperada de Dominique Strauss-Kahn, François Hollande –ex líder del PS y nuevo abanderado del sector socialdemócrata reformista- hizo buenas las previsiones y fue el más votado de los seis aspirantes a la nominación. Con 39%, su ventaja sobre la segunda, Martine Aubry (31%), fue clara, pero insuficiente para intentar forzar una retirada de su rival. La jefa de filas del PS sufre un correctivo, pero leve.

Con esta diferencia, la segunda vuelta será encarnizada y la orientación que sigan dentro de una semana los votantes de los demás candidatos será determinante. A priori, la primera secretaria del PS parte con ventaja, pues Aubry debería poder beneficiarse del apoyo de los seguidores de Arnaud Montebourg y de Segolène Royal, alérgicos cada uno por razones diferentes a su antecesor al frente del partido. Hollande, pues, no lo tiene ganado. Lejos, muy lejos de ahí.

La gran sorpresa de la jornada –aunque insuficiente para desmentir los pronósticos-, fue el fulgurante ascenso de Montebourg, superior al detectado por las encuestas. El 17% de los votos es un resultado magnífico para la voz rebelde del PS, protagonista de una campaña modélica por su efectividad, llamado sin duda a reforzar su peso en el partido. “Nunca nada más será igual”, declaró anoche al valorar el éxito de las primarias, de las que él ha sido el principal impulsor.

La cruz de la moneda fue el desfondamiento de Ségolène Royal. La candidata socialista al Elíseo en 2007, con sólo un 7% de los votos –¡cuán lejos del 63% obtenido entre los militantes del PS hace cinco años!-, recibió un durísimo castigo que la deja en la práctica fuera de la primera línea. Royal acusó con los ojos brillantes pero gran dignidad el resultado, que calificó de “muy decepcionante”. “Sigo aquí, para proseguir el combate”, declaró. Pero lo cierto es que la “insumergible” se ha hundido.

Por detrás, Manuel Valls tuvo que conformarse con un modesto 6% -peaje a pagar cuando uno se coloca explícitamente en el ala derecha del partido- y el radical de izquierda Jean-Michel Baylet, con un penoso 1%, sale del envite humillado.

El aplastante éxito de los socialistas franceses fue ayer proporcional al riesgo que asumieron al convocar, por primera vez en Francia, unas elecciones primarias abiertas a todos los ciudadanos. De haber pinchado, de no haber alcanzado el listón simbólico del millón de votantes, su candidato o candidata al Elíseo en 2012 hubiera partido enormemente fragilizado, con un pesado lastre. Demasiado pesado para enfrentarse a un Nicolas Sarkozy que, pese a su precaria situación –con un nivel de popularidad en coma-, es un temible adversario en campaña electoral.

La dirección de la UMP intentó anoche restar mérito e importancia a las primarias socialistas. Pero algunos líderes de la derecha, ya en los últimos días, habían admitido implíticamente su éxito. El propio primer ministro, François Fillon, abogó por la celebración de primarias en la UMP para las grandes elecciones, salvo en la situación en que el presidente saliente –como es ahora el caso- sea del propio partido.

El gran nivel de participación conseguido supone un cambio histórico en la práctica política en Francia, donde hasta ahora la última palabra la tenían en todo caso los militantes de cada partido. Así fue, en el propio PS, en las primarias para las elecciones presidenciales de 2007. En aquel momento, con cerca de 219.000 militantes llamados a las urnas, el sentido de la votación basculó a favor de Ségolène Royal con la entrada extraordinaria de 68.000 nuevos adherentes en los meses previos, atraídos por la posibilidad de votar mediante una barata y rápida inscripción por internet.

Cabe imaginar el seísmo político que implica el peso de dos millones votantes sobre los 160.000 militantes reconocidos hoy oficialmente por el PS. Y no sólo para los socialistas, sino también para los demás. Como aventuraba anoche Olivier Ferrand, presidente del think-thank socialista Terra Nova: “Es el fin de los viejos partidos”.

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