martes, 11 de octubre de 2011

Las lágrimas de Ségolène

Hay historias de amor que acaban en lágrimas. La de Ségolène Royal con los franceses, también. Lágrimas de amargura, de profunda decepción, como las que brotaron de los ojos enrojecidos de la ex candidata socialista al Elíseo la noche sombría del domingo, cuando su mundo se le vino estrepitosamente abajo. Cinco años atrás lo había sido todo, la musa de Francia. Y, de repente, ya no era nada. Diecisiete millones de franceses votaron por ella en 2007 contra Nicolas Sarkozy. El domingo, sólo 175.000 simpatizantes de izquierdas –apenas el 7% de los votantes- se decantaron por ella en las primarias socialistas para designar al candidato a la presidencia de la República en 2012, colocándola en un penoso y humillante cuarto puesto. Se acabó la aventura.
“He dado mucho, la decepción es mucha…”, dijo Ségolène Royal, entre sollozos, a la salida de la Maison des Polytechniciens, en París, donde había instalado su cuartel general. Tras asumir con enorme dignidad su derrota en una breve declaración, se derrumbó. Ella, que parecía inaccesible al desaliento, cuya tenacidad y coraje admiraba incluso a sus adversarios, una mujer que siempre enfrentó los reveses a pie firme, el domingo hincó por primera vez la rodilla. No lo hizo en 2007, tras perder frente a Sarkozy. No lo hizo en 2008, cuando Martine Aubry le arrebató de las manos –por sólo 102 discutidos votos- la primera secretaría del PS. Pero esto no lo esperaba. Con una fe pétrea en el vínculo que le unía a los franceses, nunca imaginó semejante desafecto.

Los sondeos habían anunciado, con obstinada unanimidad, su fracaso. Pero Ségolène Royal no lo quiso ver. En su fuero interno no podía aceptarlo. Las encuestas estaban equivocadas, o peor, estaban manipuladas, argumentaba. Era probablemente la única en no darse cuenta de que se había quedado prácticamente sola, que la mayoría de sus apoyos de hace cinco años la habían abandonado –quedando sólo un puñado de irreductibles- y que los franceses habían decidido pasar a otra cosa. Había que verla. Había que ver, en la víspera del primer debate televisado entre los seis aspirantes socialistas, su desconcertante convicción en la victoria para medir la gravedad de su ceguera. Y para comprender ahora la devastadora magnitud de su decepción.

La derrota ha sido particularmente dolorosa par Ségolène Royal, relegada a un papel subalterno por François Hollande –padre de sus cuatro hijos y compañero infiel, con quien rompió en 2007- y por Martine Aubry, que hace tres años se sentó en el sillón que le estaba reservado en la calle de Solférino, sede central del Partido Socialista. Hasta Arnaud Montebourg, su otrora portavoz de campaña, encarnación hoy de la juventud y la renovación, se permitió avanzarla una decena de puntos. Ségolène, a quien todo el mundo se refiere por su nombre de pila, apenas logró sobrepasar a Manuel Valls –otro ex portavoz suyo- y al radical Jean-Michel Baylet, un absoluto figurante.

Sus adversarios de hoy y de ayer, de François Hollande a Arnaud Montebourg, de los lugartenientes de Martine Aubry a Laurent Fabius, incluidos algunos de los que no hace tanto le dedicaban los adjetivos más violentos, expresaron ayer su simpatía y solidaridad -también su conmiseración- hacia Ségolène Royal, de quien valoraron sus aportaciones políticas e ideológicas. “Como si fueran elogios fúnebres”, comentó con ironía uno de sus fieles, Jean-Louis Bianco.

Los seguidores de Ségolène, tan hundidos y decepcionados como ella, pueden hacer valer su peso en la votación de la segunda vuelta el próximo domingo. Pero muchos de ellos parecían el domingo inclinados a desertar las urnas. Entre el traidor Hollande y la tramposa Aubry, la tentación de la abstención es demasiado fuerte. Nadie parece esperar, en cambio, que Ségolène Royal, a sus 58 años, reanude una vez más la batalla.

 
Valls y Baylet piden el voto para Hollande
Los últimos en la votación del domingo han sido los primeros en pronunciarse. El socialista Manuel Valls (6%) y el radical de izquierda Jean-Michel Baylet (1%), los dos aspirantes situados más a la derecha, llamaron ayer a sus seguidores a votar por François Hollande en la segunda vuelta de las primarias socialistas el próximo domingo, lo que refuerza la situación del vencedor de la primera vuelta. Su posicionamiento no es ninguna sorpresa, por cuanto Hollande defiende  un reformismo socialdemócrata moderado, lo que sus adversarios descalifican como “izquierda blanda”. El apoyo de los pequeños, aún siendo importante, es sin embargo insuficiente para garantizar la elección de Hollande, cuya ventaja sobre la primera secretaria del PS, Martine Aubry -39% a 31%- es escasa. Lo que hagan los seguidores de Ségolène Royal (7%) y, sobre todo, de Arnaud Montebourg (17%) resultará esencial. Todo indica que tanto Montebourg como Royal eludirán expresar toda consigna de voto. El presidente del Consejo General de Saône-et-Loire, la gran revelación de las primarias, ha anunciado la publicación de sendas cartas abiertas a Hollande y Aubry para que se pronuncien sobre una serie de propuestas. Los equipos electorales de los dos finalistas se preparan ya para intentar seducir a sus votantes, lo que puede conducir el debate a una encarnizada subasta para ver quién está más a la izquierda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario