Se llama Giulia, en italiano, Giulia Sarkozy. La esposa del presidente francés, Carla Bruni, desveló ayer el nombre del nuevo retoño de la pareja presidencial, poniendo fin a la febril producción de rumores y especulaciones sin fundamento. En un breve mensaje colgado en su página web, la primera dama agradeció “calurosamente”, en su nombre y en el de Nicolas Sarkozy, las felicitaciones recibidas por el nacimiento de su hija.
Con apenas un día, la pequeña Giulia –que residirá con sus padres en el domicilio materno del distrito XVI de París– ya ha empezado a descubrir lo que le espera con un padre en el Elíseo.
Nicolas Sarkozy, que se perdió el parto de su mujer –justo en aquel momento se encontraba en Frankfurt reunido con la canciller alemana, Angela Merkel, para abordar la crisis del euro–, visitó a su esposa y su hija recién nacida ya entrada la noche del miércoles. Y el jueves por la mañana regresó a La Muette para estar con ellas alrededor de una hora, antes de seguir su agenda oficial.
Esta vez no se trataba de salvar la zona euro, sino de visitar un centro de selección y reciclaje de residuos en Mayenne (Pays de la Loire). Obsequiado por los trabajadores y la dirección con algunos regalos –un babero, un libro y un pequeño roble para ser plantado–, Sarkozy agradeció la “amabilidad” de todos y accedió a hacer una breve referencia a su paternidad. “Hemos tenido la suerte de recibir una gran felicidad. Todos los padres que hay aquí pueden comprender nuestra profunda alegría”, dijo, antes de asegurar que su esposa y su hija “van muy bien” y subrayar el carácter “privado” del evento.
La visita de ayer a Mayenne no podía ser más banal. Pero no se la saltó. El presidente francés, que ya antes había entrado en la clínica con un fajo de expedientes bajo el brazo como si se dirigiera al Consejo de Ministros, está decidido a transmitir la imagen de un jefe del Estado que pone sus responsabilidades públicas por delante de su vida privada. Su agenda ha sido aligerada, pero no suprimida. Hoy tiene una reunión del G-20 y el domingo, la cumbre europea de Bruselas, que lo tendrá el sábado colgado al telefono.
Sarkozy, según ha avanzado el Elíseo oficiosamente –oficialmente, el parto no ha existido–, no piensa tomarse ningún permiso de paternidad, un derecho al que desde 2002 pueden acogerse todos los franceses. El permiso es de once días y se añade a los tres días que se conceden por el nacimiento. El presidente francés no se ha cogido ni lo uno ni lo otro. Ni siquiera veinticuatro horas.
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