Señalados con el dedo desde el otro lado del Atlántico, los bancos europeos son duramente atacados desde agosto por los mercados financieros por su exposición a la deuda soberana de los llamados PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España). Y, a la cabeza de todos ellos, los bancos franceses, considerados el eslabón débil de la cadena. Los tres grandes establecimientos franceses –BNP Paribas, Société Générale y Crédit Agricole- han sido las principales víctimas de los ataques de los mercados, en una campaña en la que algunas personalidades francesas, como la presidenta de la patronal Medef, Laurence Parisot, han querido ver un complot urdido desde Estados Unidos para enmascarar su propia delicada situación. “Hemos asistido a una suerte de guerra psicológica y a un intento de desestabilización de la zona euro”, ha afirmado. Más prudente, el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, ha constatado cuanto menos la difusión de “rumores falsos” sobre la solidez de la Société Générale.
Orquestada o no, la ofensiva ha hecho caer brutalmente el valor de las acciones de los tres bancos, cuyos títulos han perdido desde el 1 de enero entre el 35% y el 48% de su valor. La situación ha llegado a tal punto que han empezado a elevarse algunas voces sobre la necesidad de una urgente recapitalización de los bancos franceses, dando por buena de este modo la polémica recomendación de la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, a quien le llovieron en Francia severas críticas por haber osado, a finales de agosto, lanzar semejanta admonición. Un mes después el ambiente ha cambiado.
La posibilidad de una recapitalización es evocada cada vez con mayor insistencia. Los economistas Augustin Landier y David Thesmar –miembros del Consejo de Análisis económico, un organismo consultivo que depende del primer ministro- sostenían, en una tribuna publicada el pasado miércoles en Le Monde, que la recapitalización de los bancos –preferentemente a nivel europeo, pero en su defecto a nivel francés- es la única salida a la crisis de la deuda, y el único medio de encajar una posible quiebra de Grecia y sus bancos. “El Gobierno debe prepararse a nacionalizaciones parciales”, agregaban.
El Gobierno, según el Journal du Dimanche, estaría trabajando ya en un plan de salvamento para inyectar entre 10.000 y 15.000 millones de euros de capital público en los cinco mayores bancos del país, los tres ya citados más BPCE (Banques Populaires Caisses d’Epargne) y Crédit Mutuel. El ministro de Economía, François Baroin, y el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, lo han desmentido radicalmente. La única acción prevista, hoy por hoy, en caso de necesidad –aseguran- es volver a aplicar el dispositivo puesto en marcha en 2008, que prevé conceder garantías a los préstamos interbancarios y llegado el caso inyectar capital a los bancos en dificultades a través de la adquisición de títulos subordinados o acciones referenciales.
“Los bancos franceses no necesitan una recapitalización”, ha asegurado el gobernador del Banco de Francia, para quien la agitación de los mercados no se sustenta sobre bases racionales. “La deuda griega en poder del conjunto de los bancos franceses asciende a 8.000 millones de euros, mientras que sólo en el primer semestre los bancos han acumulado un beneficio de 11.000 millones y disponen de 210.000 millones de fondos propios”, subraya Noyer, que descarta todo escenario de contagio de la situación griega a otros países europeos, como Italia. “Los bancos franceses son muy sólidos, y no esconden ningún activo tóxico”, añade.
Pese a ello, el Banco de Francia ha exigido a los bancos que amplíen de forma drástica sus fondos propios, adelantando al 1 de enero de 2013 la adopción de las medidas prudenciales de Basilea 3, esto es, seis años antes de lo previsto, con el fin de “reforzar la resistencia del sistema y evitar nuevos periodos de incertidumbre como el actual”. Ello comportará cuadruplicar los fondos propios actuales, que ya han aumentado en 50.000 millones desde el estallido de la crisis en 2008.
La desconfianza hacia la situación de los bancos franceses ha provocado ya algunas retiradas de depósitos altamente simbólicas –como la del grupo alemán Siemens, que recuperó 500 millones colocados en la Société Générale- y problemas más generales de financiación en dólares, debido sobre todo la retirada de los fondos norteamericanos. Según un informe de la agencia de notación Ficht, la exposición en dólares a títulos bancarios europeos de los diez mayores fondos norteamericanos ha retrocedido un 27% en los últimos tres meses.
Ante esta situación, el Banco Central Europeo (BCE), de acuerdo con la Reserva Federal norteamericana y otros bancos centrales, decidió abrir una vía extraordinaria de concesión de créditos en dólares a tres meses. Pero la medida, que debe empezar aplicarse a partir de octubre, sólo resolverá el problema a corto plazo.
“El problema es estructural. Los fondos mutuales americanos se retiran de Europa –y no sólo de Francia- porque su modelo de negocio ha cambiado. Es una evolución duradera a la que todos los bancos europeos deberán adaptarse. Todos deberán reajustar sus actividades en dólares”, declaró el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, en una entrevista en Les Echos.
Los bancos franceses no sólo tienen proporcionalmente una mayor cantidad de deuda griega que otras entidades europeas, sino que además están más internacionalizados que la media, muy expuestos a la zona dólar, donde están muy presentes en la financiación de los sectores aeronáutico, de construcción naval e infraestructruras.
“Nuestro sistema bancario sería más sólido si estuviera concentrado en su actividad de depósitos y de créditos de proximidad, es decir, en Europa”, ha advertido el respecto Jean Peyrelevade, ex presidente del Crédit Lyonnais, en el semanario L’Express.
A este objetivo responden básicamente los planes de reajuste que los tres grandes bancos franceses –BNP Paribas, Société Générale y Crédit Agricole- han anunciado en las últimas semanas y que suponen una cura acelerada de adelgazamiento, consistente en la supresión de actividades, cesión de activos y reducción de costes.
Reducir el volumen y el nivel de los riesgos, así como de las actividades, es también una manera de disminuir el esfuerzo necesario para aumentar sus recursos propios y adelantar –como les exige el Banco de Francia- la aplicación de las normas de Basilea 3.
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