Probablemente para hacerse perdonar, Angela Merkel le dio a su padre un osito de peluche –al parecer, un Teddy Bear– como regalo de consolación, aprovechando uno de los encuentros bilaterales que ambos mandatarios mantuvieron al margen del Consejo Europeo reunido ayer en Bruselas.
Entre llamada y llamada de teléfono, entre reunión y reunión, Nicolas Sarkozy se desplazó el sábado tres veces a la clínica de La Muette , en el distrito XVI, la zona más burguesa de la capital. Pero ayer no pudo acompañar a su esposa y a su hija camino de casa.
Pasaban unos minutos de las dos de la tarde cuando Carla Bruni –pantalones grises y abrigo negro, gafas oscuras de sol–, salió de la clínica con Giulia en brazos hasta un coche que la estaba esperando. La primera dama francesa, que ya ha amenazado con demandar judicialmente a quien ose obtener y publicar una foto de su retoño, salió con su hija envuelta en una mantilla gris, procurando que en ningún momento se le viera el rostro.
La pequeña Giulia vivirá con sus padres en el hôtel particullier de su madre, situado en un tranquilo callejón del mismo distrito XVI, a cuatro pasos de la clínica donde vio la luz. Sarkozy y Bruni, desde su matrimonio en febrero de 2008, han residido siempre –salvo un corto periodo en que había obras en la casa– en el domicilio de la cantante y ex modelo. El Elíseo es sólo para trabajar.
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