viernes, 17 de junio de 2011

Regreso a casa

El buque Île-de-Sein atracó a primera hora de la mañana de ayer en el puerto de Bayona (sudoeste de Francia) con una carga muy especial. En cuatro contenedores cargaba los cadáveres de 104 de los 228 ocupantes del vuelo de Air France AF447 entre Río de Janeiro y París, que el 1 de junio del 2009 se estrelló en medio del Atlántico, así como diversos restos del avión, recuperados del fondo del océano a 3.900 metros de profundidad por un submarino teledirigido. Los restos mortales fueron trasladados ayer mismo al Instituto Médico Legal de París para proceder a su identificación. Hasta ahora sólo se había podido recuperar, e identificar, los cuerpos de 50 víctimas, hallados flotando en la superficie en días posteriores al accidente. Los 74 restantes permanecen en el fondo, quizá para siempre.
Los familiares de las víctimas –de 32 nacionalidades, aunque son mayoría los franceses y brasileños– están totalmente divididos sobre esta cuestión. Algunos deseaban recuperar los restos de sus familiares para darles sepultura, otros preferían que reposaran en el fondo del Atlántico.
Una vez localizados los restos del avión, el pasado mes de abril, las autoridades francesas condicionaron la recuperación de los cadáveres a la viabilidad de su identificación a través del ADN, dado que el estado de los cuerpos –dos años después– hacía harto improbable su identificación por otros medios. Confirmada esta posibilidad y de acuerdo con el juez que instruye el sumario abierto por el accidente se decidió remontar a la superficie aquellos cuerpos que fuera posible.
Ahora, un equipo integrado por tres médicos forenses, dos radiólogos y dos ortodoncistas, trabajarán en la identificación de los cadáveres, proceso que puede necesitar semanas, si no meses.
La localización de los restos del avión, y con ellos las dos cajas negras donde se graban los datos técnicos y las conversaciones de los pilotos, ha sido fundamental para poder saber lo que ocurrió el 1 de junio. El Bureau d’Enquêtes et d’Analyses (BEA) –el organismo oficial encargado de la investigación– todavía no ha hecho público ningún informe sobre la causa o causas de la catástrofe. Un primer informe de etapa al respecto debería ver la luz entre finales de este mes y julio.
Sin embargo, las circunstancias que rodearon el desarrollo del accidente –según se desprende de un primer avance realizado por el BEA– dan algunas pistas de lo que pasó. Así, el desencadenante de la tragedia fue la disfunción de las sondas de velocidad –denominadas sondas Pitot–, que dieron datos contradictorios sobre la velocidad del avión, lo que comportó como consecuencia la desactivación del piloto automático y otros automatismos del avión. A partir de esta constatación, que ya se dedujo de la lectura de los datos enviados automáticamente en vuelo al centro de mantenimiento, el juez instructor decidió procesar por homicidio involuntario a la compañía aérea, Air France, y a Airbus, fabricante del avión, un A330.
Lo que las cajas negras han revelado es que los copilotos –el comandante estaba descansando en aquel momento– intentaron recuperar el control del avión levantando el morro para ascender, todo lo contrario al parecer de lo que deberían haber hecho en aquella altitud –11.500 metros–, o sea, picar. 

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