¿Es un avión? ¿un cohete? No, es ambas cosas a la vez. El grupo aeronáutico y de defensa europeo EADS –casa matriz de Airbus, Eurocopter y Astrium– ha ultimado el proyecto de un prototipo de avión-cohete, el ZEHST (siglas de Zero Emission High Speed Transport), capaz de unir París y Nueva York en sólo una hora y media, y París y Tokio en dos horas y media. La maqueta de este ingenio, un híbrido del Concorde y de las lanzaderas espaciales del tipo Columbia, será expuesta en el salón aeronáutico que abre hoy sus puertas en el aeropuerto parisino de Le Bourget.
El ZEHST, que de momento no ha salido del papel, es un avión “hipersónico” que podrá volar a 4.800 kilómetros por hora –más de cuatro veces la velocidad del sonido– y atravesar el planeta por la estratosfera a 32.000 metros de altitud – tres veces por encima de un avión convencional–, batiendo largamente el récord del Concorde. Este último, retirado de la circulación en 2003, podía alcanzar 2.100 km/h de velocidad de crucero y volaba a entre 16.000 y 18.000 metros .
Según avanzó ayer el director general adjunto de Tecnología e Innovación de EADS, Jean Botti, al diario Le Parisien, el ZEHST reducirá al mínimo las emisiones contaminantes. En las operaciones de despegue y aterrizaje, en las que funcionará como un avión normal, utilizará unos turborreactores convencionales, pero que en vez de queroseno gastarán como combustible biocarburante fabricado a partir de algas marinas. Una vez alcanzada la altitud necesaria –de 23.000 metros–, se activarán en su lugar tres motores como los de los cohetes, propulsados por una mezcla de hidrógeno y oxígeno, que sólo emitirán vapor de agua.
El ZEHST tendrá una capacidad para entre 60 y 100 pasajerios, a quienes el viaje podría costarles –y esto es sólo una estimación– entre 6.000 y 8.000 euros. La posibilidad de viajar en esta maravilla de la tecnología es, sin embargo, todavía muy lejana. EADS calcula que su entrada en servicio comercial podría producirse en 2050, es decir, dentro de casi cuarenta años... Y eso siempre que pueda probarse la viabilidad económica del proyecto. El Concorde, que voló entre 1976 y 2003 uniendo ambas riberas del océano Atlántico, nunca fue económicamente rentable.
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