Hace una semana, eran legión quienes anunciaban el ocaso de su estrella. Hoy, apenas veinticuatro horas después de su espectacular e inapelable sexto triunfo en la final de Roland Garros - su décimo trofeo del Grand Slam-,todo el mundo ha empezado a proyectarle en la leyenda. Rafael Nadal demostró el domingo no sólo que no está acabado, sino que a sus recién cumplidos 25 años tiene abierto de par en par el camino para intentar arrebatar a su admirado Roger Federer su condición de "mejor tenista de la historia". El camino de la gloria.
No será el jugador español quien lo admita. Su humildad, su modestia, se lo impiden. "Soy muy feliz con lo que soy y no me planteo si soy el mejor de la historia, formo parte de los mejores, eso me basta", declaró tras su victoria. Pero nada impide que lo reconozcan los demás. "El récord le espera", titulaba ayer a siete columnas en primera página el diario francés L´Équipe - sin embargo, muy avaro con Nadal hasta ahora-,transmitiendo una expectativa ampliamente compartida.
De repente, la diferencia que le separa del récord de 16 trofeos del Grand Slam acumulados por Federer ha dejado de ser un abismo. Nadal es todavía muy joven. A su edad, el jugador suizo había logrado ocho títulos, dos menos... Y sólo un tenista había llegado a los 10 un poco antes que él, Björn Borg, a quien el jugador balear igualó el domingo sus seis victorias en Roland Garros. El mítico tenista sueco, en una entrevista publicada por el diario Expressen, no ocultaba su admiración por el español: "Nadal es ciertamente increíble, los rivales deben pensar que se enfrentan a un monstruo que siempre o casi siempre consigue devolver las pelotas". Borg vaticinaba que Nadal ganará todavía un par de Roland Garros al menos, así como otros trofeos de los cuatro grandes. El diario norteamericano The New York Times ya daba ayer por hecha la séptima victoria de Nadal en la tierra batida de París el año que viene. "Es difícil imaginar que no logre un séptimo", decía.
El brillante partido jugado por Federer en la final, que todo el mundo aclama de forma unánime, no hace sino agigantar la figura del mallorquín, quien además tuvo que remontar un mal inicio de torneo, lastrado por sus dudas y falta de confianza. Capaz de devolver pelotas inverosímiles, Nadal ha demostrado ser capaz también de salir del pozo con su único esfuerzo y su proverbial combatividad. Esa "mentalidad de acero", esa "voluntad de hierro" que destacaba ayer el diario francés Le Figaro y que - con palabras similares-ha reconocido y saludado toda la prensa mundial.
El público parisino es el único que sigue resistiéndose a abrazar la causa de Nadal, obnubilado como está desde hace años con el tenis espléndido de Federer, la niña de sus ojos. Pero hay síntomas de que algo ha empezado a cambiar en esta edición. Al tenista español, en quien algunos habían confundido hasta ahora timidez con soberbia, han empezado a mirarlo de otro modo. El monstruo es también humano, como demostró - para pasmo de propios y extraños-al admitir públicamente sus problemas. "El verdadero Rafa son los dos", respondió el domingo a un periodista, "el que juega bien y gana, pero también el que juega mal, el que sufre y lucha". A ese Nadal que sufre y lucha han empezado a llegarle en la cancha las primeras voces de aliento en francés.
Nadal, confirmado ayer como número 1 del ranking mundial por la ATP - seguido muy de cerca, a sólo 45 puntos, por el serbio Novak Djokovic-,terminó de celebrar ayer en Disneyland París su sexta copa de Roland Garros. Pero su mente estaba ya sobre la verde hierba de Queen´s y Wimbledon. Para seguir la lucha.
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