jueves, 1 de noviembre de 2012

La justicia, siete años después


Su muerte, brutal y absurda, encendió la ira en los barrios populares de las banlieues de Francia en el otoño del 2005 y desencadenó una oleada de violencia nunca vista hasta entonces. Zyed Benna y Bouna Traoré, dos muchachos de 17 y 15 años que no tenían nada que reprocharse, murieron electrocutados accidentalmente un 27 de octubre de hace ahora siete años en una estación transformadora de Clichy-sous-Bois (nordeste de París) donde habían buscado refugio para escapar a un control de la policía. La justicia francesa, en una decisión que llenó de alivio a las familias de las víctimas y a los habitantes de Clichy, decidió ayer reabrir el caso y permitir el juicio de dos de los agentes que participaron en la persecución por el presunto delito de denegación de auxilio.

La tarde del 27 de octubre el 2005, Zyed y Bouna volvían a su casa, en la cité de la Chêne Pointu, en Clichy-sous-Bois, junto a unos amigos tras haber disputado un partido de fútbol, cuando la repentina llegada de una fuerta dotación policial –alertada por un presunto robo– les empujó a salir por piernas. Por precaución, por miedo, Zyed y Bouna, junto a un tercer amigo –Muhittin Altun, que sobrevivió de milagro a la descarga–, se escondieron en un transformador eléctrico.

Dos policías al menos fueron perfectamente conscientes, de acuerdo con el sumario, del peligro que corrían los jóvenes. “Están saltando para ir a las instalaciones de EDF”, comentó uno de ellos por radio a la central. E incluso añadió: “Si entran en EDF, no doy nada por su pellejo”. Pese a esta constatación, ni él ni su interlocutor hicieron nada por alertar a EDF o acudir en su auxilio. Media hora después, se produjo la descarga mortal. Un informe de la Inspección General de la Policía concluyó que de haber actuado rápidamente, los dos jóvenes podrían haber sido salvados.

Cinco años después del suceso y tras una larga investigación, en octubre del 2010 los tres jueces intructores del caso decidieron enviar a juicio a los dos agentes de policía acusados de denegación de auxilio a personas en peligro. Pero la fiscalía, a las órdenes del Gobierno, recurrió la decisión de los jueces y el Tribunal de Apelación de París archivó el caso en abril del 2011. Esta es la decisión que ayer fue revocada.

La cámara de lo criminal del Tribunal de Casación enmendó la plana al Tribunal de Apelación de París y anuló el archivo de la causa. Y acordó trasladar el sumario a otra jurisdicción, en este caso al Tribunal de Apelación de Rennes (Bretaña) para que decida sobre la apertura del juicio.

El abogado de las familias de las víctimas, Jean-Pierre Mignard, celebró la decisión del tribunal como una “decisión histórica” y una “victoria de la justicia”. “Hoy hemos dado un paso hacia el derecho y la paz”, concluyó. Por su parte, el abogado de los dos agentes, Daniel Merchat, remarcó que sus defendidos tienen la conciencia tranquila y no expresan ninguna objeción a tener que explicarse ante un tribunal.

La esperanza embargó a las familias de las dos víctimas, empeñadas en que se haga justicia. “Es un gran día para nosotros y para todos aquellos que han compartido nuestra pena y nuestro dolor”, afirmó el hermano mayor de Bouna, Siyakah Traoré.

El colectivo AC Le Feu (que fonéticamente suena en francés como “¡Basta el fuego!”), una organización nacida al calor de los disturbios del 2005, pidió esta semana a la ministra de Justicia, Christiane Taubira, que dé instrucciones al abogado general de Estado para que revise su postura en relación al juicio. “Un archivo del caso sería como enviar el mensaje (a los barrios) de que la policía no está para protegerles”.

La muerte de Zyed y Bouna desencadenó una ola de violencia en las banlieues de todo el país. Los disturbios duraron tres semanas y obligaron al Gobierno a decretar el estado de urgencia en 25 departamentos y el toque de queda en una veintena de ciudades. El balance de la revuelta fue de un muerto, 200 heridos, y más de 9.000 vehículos y decenas de edificios destruidos, así como 3.000 detenidos.


Expulsión de un imán radical de París

El Ministerio francés del Interior ejecutó ayer la expulsión de un imán radical, que oficiaba en una mezquita del distrito XI de París, por sus prédicas antisemitas, en favor de la Yihad y en defensa de la violencia contras las mujeres. Mohamed Hammami, de 76 años, fue enviado de regreso a Túnez, país del que tiene la nacionalidad. “Hemos decidido ser intransigentes con todos aquellos que profieren discursos de odio hacia la República y de nuestros valores, y expulsar a los responsables y militantes religiosos que propugnan un islam radical”, afirmó el ministro del Interior, Manuel Valls. La expulsión de Mohamed Hammami ya fue ordenada en enero pasado por el predecesor de Valls en la Place Beauvau, Claude Guéant. Pero su ejecución se retrasó por diversos factores. Primero, hubo que esperar al dictamen de la comisión de expulsión, que el 15 de mayo se pronunció en contra, alegando que ello atentaría contra la vida familiar del imán. De 76 años, Hammami llevaba varias décadas radicado en Francia, donde tiene cinco hijos y 19 nietos. El dictamen era meramente consultivo, pero el cambio de Gobierno retrasó el trámite. El abogado del imán, Salah Djemai, acusó al Ejecutivo de perpetrar un “proceso medieval”.



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