Votar para ver
si se ha de volver a votar. La idea, apadrinada por Nicolas Sarkozy como último
recurso para salvar a la UMP de la explosión, puede parecer la broma de un
prestidigitador, pero ha abierto por primera vez una débil luz al final del
túnel en que se encuentra atrapada la derecha francesa. El objetivo es que los
militantes de la Unión por un Movimiento Popular decidan en referéndum si quieren
repetir la votación para elegir al presidente del partido, dado que la
celebrada el pasado día 18 es contestada por una de las partes en liza. Esta
alambicada fórmula, aceptada en principio por los dos contendientes
–Jean-François Copé y François Fillon–, permitiría salvar formalmente la cara
del primero dando a la vez satisfacción a las reclamaciones del segundo, que no
reconoce la legitimidad de la elección y exigía su repetición.
La intervención de Nicolas Sarkozy fue “determinante”, en
palabras de un lugarteniente de Fillon, para romper el bloqueo. Furioso y harto
de la guerra fratricida que está desgarrando a la UMP, el ex presidente francés
se empleó ayer a fondo para forzar a los dos rivales –a quienes amonestó
severamente y amenazó con una descalificación pública– a buscar una salida a la
crisis. Sarkozy consiguió que Copé y Fillon se reunieran, cara a cara, durante
media hora en la Asamblea Nacional y aceptaran un compromiso.
Jean-François Copé, que se había encastillado en la
legitimidad formal de su nombramiento como presidente –confirmada por todas las
instancias oficiales del partido– y se negaba a volver a votar, ha tenido al
final que ceder y aceptar implícitamente la inevitabilidad de repetir la
elección. El referéndum, una argucia para suavizar esta marcha atrás y darle
una suerte de cobertura jurídica, se convertirá de hecho en una primera vuelta
de esta nueva elección. Y su resultado será capital. Si los militantes votan
por volver a votar, Copé quedará desautorizado y más que debilitado.
El punto de inflexión de la crisis fue la decisión de
François Fillon, más decidido que nunca a llegar hasta el final, de constituir
un grupo parlamentario propio –separado de la UMP– en la Asamblea Nacional. Una
medida de presión tan brutal como arriesgada que sitúa al partido en la
antesala de la escisión. El equipo de Fillon presentó anoche la documentación
oficial ante la Cámara baja, aunque la constitución formal de ese nuevo grupo,
rebautizado Reagrupamiento-UMP, no se producirá antes del próximo martes. De
aquí a entonces será una espada de Damocles sobre la supervivencia del partido.
El ex primer ministro ha logrado reunir a 68 de los 194 diputados de la UMP y
hoy podría hacer lo mismo con unos 70 de sus 131 senadores. Ese Fillon prudente
y moderado, a quienes algunos de sus camaradas denigraron llamándole Mr. Nobody, ha demostrado una determinación que ha
cogido a sus adversarios por sorpresa.
Anoche, ambos campos mantenían su pulso sobre las fechas y
las condiciones en que debería celebrarse dicho referéndum. Fillon envió a Copé
un memorándum donde urgía a convocar la consulta antes de las vacaciones de
Navidad, exigía que la votación –a través de internet– sea controlada por una
instancia independiente exterior al partido y, sobre todo, que en el ínterin
Copé ceda el mando de la UMP a una dirección colegiada.
Jean-François Copé, que ya había anunciado su intención de
seguir ejerciendo como presidente del partido hasta el final de todo el
proceso, rechazó tales exigencias. Planteó celebrar la consulta más bien en
enero Y reclamó por su parte a François Fillon que renuncie a su intención de
fracturar la representación parlamentaria de la UMP.
Desgaste desigual en la opinión
La mayoría de los franceses (71%) y de los simpatizantes de
la UMP (67%) considera conveniente la repetición de la elección del presidente
del partido. Según un sondeo de Ifop, Fillon sale mejor librado, pues su
popularidad entre los electores de la UMP sólo ha bajado 4 puntos (al 86%),
mientras que la de Copé ha caído 21 (al 55%)
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