domingo, 18 de noviembre de 2012

Seminaristas de ficción


La Iglesia y sus intrigas, ciertas o imaginadas, han despertado tradicionalmente el interés de los cineastas y los realizadores de series televisivas de carácter histórico. En Francia va camino de convertirse en todo un subgénero: ahí están, por citar dos ejemplos recientes, las series sobre la saga de los Borgia, de Canal Plus, y la Inquisición (Inquisitio), de France 2.

Más raro, sin embargo, es que la televisión se atreva a abordar en clave de ficción la vida de cinco jóvenes seminaristas en la actualidad. Es lo que ha hecho el canal cultural Arte, que entre el 11 de octubre y el 1 de noviembre pasados emitió los ocho capítulos iniciales de la serie Ainsi soient-ils (Así sean). El éxito de público –cerca de 1,4 millones de telespectadores (5,3%), la mejor audiencia de una serie los jueves por la noche en prime time– ha llevado a los productores a preparar ya una segunda entrega.

La emisión de Ainsi soient-ils ha generado un vivo debate entre los sectores católicos franceses. ¿Hasta qué punto la serie es fiel a la realidad? ¿refleja adecuadamente el espíritu profundo del compromiso de los hombres de fe? ¿las libertades dramáticas son un mal menor aceptable o, por el contrario, desnaturalizan la auténtica vivencia cristiana? Las respuestas a todas estas preguntas no son unívocas.

De entrada, todo el mundo acepta la premisa de que una obra de ficción está obligada a seguir la lógica inherente a un producto televisivo de este tipo. El productor de la serie, Bruno Nahon –que empezó a trabajar en el proyecto en el 2007, “fascinado” por el carisma de los hombres de religión– y los dos guionistas, David Elkaïm y Vincent Poymiro –ninguno de los dos creyente–, han abordado el tema con respeto, pero echando la sal necesaria para construir una trama atractiva. “Las personas felices no tienen historia y es comprensible que una ficción necesite encontrar resortes en el rico abanico de los fallos y las ambigüedades de la naturaleza humana”, reflexionaba el padre Didier Berthet, superior del seminario Saint-Sulpice, de Issy-les-Moulineaux.

Junto a la búsqueda interior de los cinco seminaristas –Raphaël, Yann, Guillaume, Emmanuel y José–, cada uno con su particular historia y su propio fardo moral, y el reflejo de los problemas de la Iglesia –falta de vocaciones, pérdida de influencia en la sociedad–, la serie recurre a los tópicos del sexo, el dinero y el poder. Para algunos fieles, el peaje que esto último supone es asumible, en la medida en que ofrece la oportunidad de hacer llegar al gran público el mensaje cristiano. “Los episodios reservan también bellos pasajes sobre la vocación y su misterio, la relación de la Iglesia con su mundo, la misericordia divina y la dificultad de vivir un sacerdocio”, apuntaba el sitio católico Pèlerin (Peregrino). Benevolente es también el juicio del Servicio Nacional para la Evangelizacón de los Jóvenes y las Vocaciones (SNEJV), que ve en la serie la oportunidad de suscitar entre los cristianos un acercamiento a “la realidad de los seminarios, los caminos de la vocación y la vida de la Iglesia”.

Más crítica ha sido la jerarquía eclesiástica, que ha recibido con incomodidad la caracterización de los personajes del presidente de la Conferencia Episcopal francesa y del Papa. Si el portavoz de los obispos, monseñor Bernard Podvin. hablaba de “caricatura exagerada”, para el obispo de Gap y Embrun, Jean-Michel di Falco Léandri, la serie es una “mascarada carnavalesca” alejada de la fe. “¿Y Dios en todo esto? –se pregunta– Visiblemente, no ha sido incluido en el cásting”.



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