La Iglesia y sus
intrigas, ciertas o imaginadas, han despertado tradicionalmente el
interés de los cineastas y los realizadores de series televisivas de carácter
histórico. En Francia va camino de convertirse en todo un subgénero: ahí están,
por citar dos ejemplos recientes, las series sobre la saga de los Borgia, de Canal Plus, y la Inquisición
(Inquisitio), de France 2.
Más raro, sin embargo, es que la televisión se atreva a
abordar en clave de ficción la vida de cinco jóvenes seminaristas en la
actualidad. Es lo que ha hecho el canal cultural Arte, que entre el 11 de
octubre y el 1 de noviembre pasados emitió los ocho capítulos iniciales de la
serie Ainsi soient-ils (Así sean). El éxito de público
–cerca de 1,4 millones de telespectadores (5,3%), la mejor audiencia de una
serie los jueves por la noche en prime time– ha llevado
a los productores a preparar ya una segunda entrega.
La emisión de Ainsi soient-ils ha
generado un vivo debate entre los sectores católicos franceses. ¿Hasta qué
punto la serie es fiel a la realidad? ¿refleja adecuadamente el espíritu
profundo del compromiso de los hombres de fe? ¿las libertades dramáticas son un
mal menor aceptable o, por el contrario, desnaturalizan la auténtica vivencia
cristiana? Las respuestas a todas estas preguntas no son unívocas.
De entrada, todo el mundo acepta la premisa de que una obra
de ficción está obligada a seguir la lógica inherente a un producto televisivo
de este tipo. El productor de la serie, Bruno Nahon –que empezó a trabajar en
el proyecto en el 2007, “fascinado” por el carisma de los hombres de religión–
y los dos guionistas, David Elkaïm y Vincent Poymiro –ninguno de los dos
creyente–, han abordado el tema con respeto, pero echando la sal necesaria para
construir una trama atractiva. “Las personas felices no tienen historia y es
comprensible que una ficción necesite encontrar resortes en el rico abanico de
los fallos y las ambigüedades de la naturaleza humana”, reflexionaba el padre
Didier Berthet, superior del seminario Saint-Sulpice, de Issy-les-Moulineaux.
Junto a la búsqueda interior de los cinco seminaristas
–Raphaël, Yann, Guillaume, Emmanuel y José–, cada uno con su particular
historia y su propio fardo moral, y el reflejo de los problemas de la Iglesia
–falta de vocaciones, pérdida de influencia en la sociedad–, la serie recurre a
los tópicos del sexo, el dinero y el poder. Para algunos fieles, el peaje que
esto último supone es asumible, en la medida en que ofrece la oportunidad de
hacer llegar al gran público el mensaje cristiano. “Los episodios reservan
también bellos pasajes sobre la vocación y su misterio, la relación de la
Iglesia con su mundo, la misericordia divina y la dificultad de vivir un
sacerdocio”, apuntaba el sitio católico Pèlerin (Peregrino). Benevolente es también el juicio del Servicio Nacional para la
Evangelizacón de los Jóvenes y las Vocaciones (SNEJV), que ve en la serie la
oportunidad de suscitar entre los cristianos un acercamiento a “la realidad de
los seminarios, los caminos de la vocación y la vida de la Iglesia”.
Más crítica ha sido la jerarquía eclesiástica, que ha
recibido con incomodidad la caracterización de los personajes del presidente de
la Conferencia Episcopal francesa y del Papa. Si el portavoz de los obispos,
monseñor Bernard Podvin. hablaba de “caricatura exagerada”, para el obispo de
Gap y Embrun, Jean-Michel di Falco Léandri, la serie es una “mascarada
carnavalesca” alejada de la fe. “¿Y Dios en todo esto? –se pregunta–
Visiblemente, no ha sido incluido en el cásting”.
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