En 1984, la
derecha francesa, aliada con la Iglesia, organizó una manifestación gigantesca
en defensa de la escuela privada y forzó a François Mitterrand, el primer
presidente socialista de la historia de la V República, a dar marcha atrás en
su proyecto de reforma educativa. Veintiocho años después, los mismos actores
pretenden repetir la hazaña contra su heredero político, François Hollande, a
propósito del proyecto de reconocimiento del matrimonio –y la adopción– de las
parejas homosexuales.
Los obispos franceses, políticamente más circunspectos que
los españoles, rompieron este fin de semana su reserva habitual y desataron las
hostilidades contra el Gobierno con un apenas enmascarado llamamiento a
protestar en la calle. Una iniciativa que converge con la estrategia del
secretario general de la UMP –y candidato a suceder a Nicolas Sarkozy en la
presidencia del principal partido de la derecha–, Jean-François Copé, quien
pretende convocar una gran manifestación contra el Ejecutivo con el tema del
matrimonio de los homosexuales y el derecho de voto a los extranjeros en las
elecciones municipales como banderín del descontento.
El cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París y
presidente de la Conferencia Episcopal francesa, llamó el sábado a todos los
cristianos a hacer presión sobre los representantes políticos para frenar el
proyecto y les sugirió, en sibilino lenguaje eclesiástico, a manifestarse: “(Los
cristianos) pueden, y quizá deben, utilizar los medios de expresión propios de
una sociedad democrática, de una democracia participativa”, afirmó.
Al día siguiente, en el santuario de Lourdes, aprovechando
la apertura de la asamblea de otoño de los obispos franceses, el cardenal
Vingt-Trois descalificó duramente el proyecto del Gobierno, que calificó de
“superchería” y que rechazó por atentar contra “los fundamentos de la
sociedad”. Para los obispos, tanto o más grave que el matrimonio civil en sí
mismo es el derecho de adopción que se concederá a las parejas homosexuales. Al
derecho a la igualdad, los obispos oponen “el derecho de los niños a
construirse en referencia” a un padre y una madre.
La jerarquía católica se ha visto aquí secundada por las
autoridades religiosas judías. En una tribuna publicada en el diario Le Monde, el Gran Rabino de Francia, Gilles Bernheim,
descalificó el proyecto con parecidos argumentos. A su juicio, el matrimonio
homosexual conduciría a una “confusión de las genealogías, del estatuto del
niño y de las identidades sexuales”.
En realidad, los homosexuales ya tienen derecho en Francia a
la adopción –a título individual, como cualquier otro ciudadano–, pero sin que
su compañero o compañera tengan derecho legal alguno sobre la progenie. El
proyecto del Gobierno, que se discutirá mañana en el Consejo de Ministros,
pretende darles, en este sentido, el mismo tratamiento que a las parejas
heterosexuales. Otros aspectos más controvertidos –como su acceso a
tratamientos de reproducción asistida– quedarán aplazados para más adelante.
Para la derecha, que no acaba de encontrar un claro flanco
de ataque a la política económica del Gobierno, el matrimonio homosexual es una
oportunidad impagable para movilizar a sus tropas y tratar de erosionar al
presidente francés. Los dirigentes de la UMP multiplican los pronunciamientos
en contra del proyecto de ley y numerosos alcaldes de la derecha amenazan ya
con aplicar la objeción de conciencia. La líder del Frente Nacional (FN),
Marine Le Pen, ha exigido un referéndum.
Apoyo popular pero a la baja
El reconocimiento del derecho de los homosecuales a contraer
matromonio y a la adopción, cuenta con un apoyo mayoritario en la sociedad
francesa, aunque a la baja. Según un último sondeo de BVA, el 58% de los
franceses está a favor del matrimonio homosexual (63% hace un año), mientras
que el apoyo a la adopción ha bajado del 56% al 50%.
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