El emblema de la marca Lacoste debe su
origen al apodo que ostentó su fundador, el tenista René Lacoste, en las pistas
de todo el mundo en los años veinte, El
cocodrilo. Pero en lugar de un gran saurio
debería haber sido un escorpión, un animal al que persigue la leyenda del
suicidio. Desgarrados por una guerra de familia que recuerda los mejores
momentos del clan de los Ewing de Dallas, los herederos del Alligator –el otro sosias del tenista– han decidido
autoinmolarse y entregar la sociedad fundada en 1933 por el abuelo al grupo
suizo Maus Frères, el único gran accionista de la empresa ajeno a la familia. Francia
vuelve a perder así un buque insignia.
El desenlace final de este enfrentamiento empezó a
escribirse el pasado 24 de septiembre, cuando en un inesperado golpe de mano,
una de las nietas del fundador, Sophie Lacoste-Dournel –de profesión, actriz–,
apoyada por una parte de la familia y el grupo Maus, echó a su propio padre,
Michel Lacoste, del consejo de administración y se hizo con la presidencia.
El enfrentamiento venía de lejos y no tenía nada que ver con
la marcha del negocio. El suicidio del clan Lacoste empezó a gestarse en 2008,
cuando el todavía presidente, Michel Lacoste, uno de los cuatro vástagos del
fundador, echó de la empresa a su hijo Philippe, que hasta ese momento pasaba
por ser su delfín. El origen del problema no eran tanto diferencias
empresariales como familiares: ni Philippe, ni sus hermanas Corinne y Sophie,
se llevaban bien con la tercera esposa de su padre. En aquel momento, Michel
Lacoste designó como sucesora a su sobrina Béryl. La guerra estaba servida.
Los despechados se tomaron la venganza hace mes y medio,
convencidos de haber ganado la batalla decisiva. Pero no calcularon que Michel
Lacoste estaba dispuesto a utilizar la bomba atómica al grito de “o mía, o de
nadie”. Después de acusar a su hija y sus aliados de haber hecho el trabajo
sucio en beneficio del grupo Maus –que calificó de “lobo en el rebaño”–, el ex
presidente de la empresa y la parte de la familia que ha seguido a su lado
llegaron a un acuerdo con los suizos para venderles su parte –el 30,3% de las
acciones– por entre 400 y 500 millones de euros. De esa forma, Maus –que ya
poseía el 35% del capital a través de la sociedad Devanlay, que se encarga
además de la fabricación bajo licencia del prêt-à-porter de la marca– se hacía
con el control absoluto de la sociedad.
A Sophie Lacoste-Dournel y la parte de la familia que estaba
con ella sólo le quedaba una oportunidad para tratar de evitar lo inevitable:
aprovechar el derecho de compra preferente para hacerse con las acciones
destinadas a Maus. Pero la elevada suma que Maus ha aceptado pagar lo ha hecho
completamente imposible. El miércoles, Sophie Lacoste-Dournel, reunió a los
trabajadores de Lacoste y anunció su rendición. De perdidos al río, su clan
decidió vender también su parte a los suizos. Los nuevos amos.
Un español al frente del caimán
El desenlace de la guerra de familia de los Lacoste ha
dejado al grupo suizo Maus Frères como nuevo propietario de la célebre marca
francesa a través de la empresa Devanlay, que hasta ahora reunía la doble
condición de accionista (con el 35% del capital) y de fabricante de la ropa
prêt-à-porter de la marca. Al frente de Devanlay, elevado de repente a auténtico
hombre fuerte de Lacoste, se encuentra un español, José Luis Durán. A sus 48
años –que cumple hoy–, el presidente de Devanlay, donde desembarcó en 2009, ha realizado la
parte más exitosa de su carrera en Francia. Tras diez años en Pryca –donde
ingresó en 1991–, Duran fue nombrado en 2001 director financiero de la casa
madre, el grupo Carrefour, de cuyo directorio fue designado presidente en 2005.
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