Nicolas Sarkozy
ya tiene sucesor. Jean-François Copé, de 48 años, fue proclamado anoche
oficialmente nuevo presidente de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) tras
ser declarado vencedor, por un escasísimo margen –menos de 100 votos–, de las elecciones
internas celebradas el pasado domingo. El nuevo líder de la derecha francesa,
contestado y frágil, tendrá como primera y más urgente misión intentar cerrar
la grave fractura que ha dividido en dos al partido. Su oponete, el ex primer
ministro François Fillon, de 58 años, que ayer todavía reivindicaba la
victoria, asumió disciplinadamente los resultados y renunció a presentar
recurso a pesar de constatar “numerosas irregularidades”. Pero negó su
“aprobación” a los métodos utilizados por su rival, al que de forma implícita
deslegitimó.
Pasaban unos minutos de las diez y media de la noche cuando
el presidente de la comisión electoral de la UMP, Patrice Gélard, anunció, cual
un árbitro en medio del cuadrilátero, los resultados oficiales: 87.388 votos en
favor de Copé (50,03%) por 87.290 en favor de Fillon (49,97%), tan sólo 98
votos de diferencia. Una victoria a los puntos que puede cobrarse un costoso
peaje en términos de cohesión interna. La comisión necesitó veinticuatro tensas
horas, en medio de gravísimas acusaciones de fraude lanzadas por un campo y el
otro, para contar, recontar y volver a contar los votos emitidos el domingo por
los militantes. El presidente de la comisión instó a reformar de inmediato los
estatutos del partido, que consideró “completamente inadaptados” a las
exigencias de la democracia interna.
Jean-François Copé, “sin amargura ni rencor”, tendió
enseguida la mano a su rival para intentar restañar las heridas y le invitó a
“unirse” a él en la nueva etapa que ahora se inicia. “Lo que nos une es
infinitamente superior a lo que nos divide”, afirmó el nuevo presidente de la
UMP, quien se mostró dispuesto a “trabajar con todo el mundo”. François Fillon
no está presto a dársela. En una declaración muy breve pero de una gran dureza,
el ex primer ministro constató que “la fractura que atraviesa nuestro campo
político es ahora manifiesta”. “Es una fractura política y moral”, añadió con
gravedad, antes de anunciar que en los próximos días comunicará qué piensa
hacer respecto a su futuro político.
El riesgo de una ruptura, de una dislocación, de la UMP
recorrió los espíritus durante toda la jornada. Hasta el punto de que el ex
primer ministro Alain Juppé, primer presidente del partido tras su fundación en
el 2002, hizo un dramático llamamiento para salvar la unidad y evitar el
“estallido” de la organización. “Es la propia existencia de la UMP la que está
en cuestión”, advirtió.
La UMP no está condenada de antemano. El Partido Socialista
vivió una experiencia idéntica hace cuatro años, en el fratricida congreso
celebrado en Reims en noviembre del 2008. También entonces, Martine Aubry se
impuso a Ségolène Royal por sólo 102 votos de diferencia en medio de
acusaciones de fraude. El hoy ministro del Interior, Manuel Valls, llegó a
amenazar con recurrir a los tribunales de justicia. Pero al final, el instinto
de conservación y de supervivencia se impuso.
La UMP probablemente se salvará por las mismas razones. Pero
la fractura que han puesto en evidencia las elecciones internas de este domingo
va mucho más allá de una lucha de clanes, de un choque de ambiciones
personales. La UMP está netamente dividida en dos mitades prácticamente iguales
con sensibilidades políticas muy marcadas: detrás de Copé, adalid de lo que el
llama una “derecha desacomplejada”, se agrupa el sector más radical e
intransigente de la derecha, al que no incomoda coquetear con las ideas de la
extrema derecha. Detrás de Fillon, se agrupa el sector más moderado, de
tradición gaullista y democristiano.
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