La victoria de
Jean-François Copé en las elecciones internas para elegir al nuevo presidente
de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) va a marcar un punto de inflexión
en la historia del partido creado en el 2010 por Jacques Chirac para reunir en
una gran fuerza política única a todas las sensibilidades de la derecha y
acabar con las guerras fratricidas de los años ochenta y noventa. Poco importará,
al final, que Copé, exponente del sector más radicalmente a la derecha del
partido, haya ganado por apenas 98 votos a su rival, François Fillon, líder del
ala más moderada. Su ascenso a la jefatura de la UMP, en la que sucede a
Nicolas Sarkozy, consolida el acusado giro a la derecha iniciado por el ex
presidente francés hace un año y abre un espacio inesperado para la nueva
fuerza centrista aglutinada en torno a Jean-Louis Borloo, presidente de la
nueva Unión de los Demócratas e Independientes (UDI)
A fuerza de obsesionarse únicamente por su flanco derecho,
disputando los votos del Frente Nacional (FN) con un discurso rayano en el
populismo, Sarkozy acabó perdiendo las elecciones presidenciales. Y sus émulos,
con Copé a la cabeza, se arriesgan a conducir a la ruina al partido entero.
Jean-François Copé, todavía no investido presidente pero ya
en ejercicio –de hecho, ya actuaba como el capataz del partido en tanto que
secretario general–, se reunió ayer a puerta cerrada con el grupo parlamentario
de la UMP en la Asamblea Nacional para intentar cohesionar sus filas, después
de la grave fractura que ha dividido a la organización en dos mitades
enfrentadas.
“Yo no dejaré rehacer la UDF”, advirtió Copé seriamente a
sus diputados –informó el canal de televisión LCI–, en alusión a la Unión por
la Democracia Francesa (UDF) de Valéry Giscard d’Estaing, el partido de centro
que en los años setenta disputó la hegemonía de la derecha al gaullista
Reagrupamiento por la República (RPR) de Chirac. “Tenemos un peligro: el retorno
al horror del RPR-UDF”, añadió.
Pero al nuevo presidente de la UMP, que hasta ahora ha
despreciado la sensibilidad de centroderecha en su propio partido, necesitará
algo más que amenazas para salvar los muebles. Las heridas están aún
sangrantes, como demostró la posterior intervención de Copé en el hemiciclo –en
la que lanzó una agresiva pregunta al Gobierno–, fervorosamente aplaudida por
una parte de los diputados de la UMP puestos en pie mientras los demás se
quedaban sentados con los brazos cruzados. El campo del derrotado François
Fillon no está aún presto a recoger la manto tendida de su verdugo: ayer
rechazaron con cajas destempladas –calificándola de “grotesca”– la oferta de
conceder al ex primer minstro una vicepresidencias de la UMP.
Pese a las advertencias de Copé, las deserciones en el
interior del partido han empezado a dejar de ser un riesgo para convertirse en
una realidad. El centrista Pierre Méhaignerie, que habia apoyado la candidatura
de Fillon, anunció ayer mismo su intención de abandonar la UMP y unirse a la
UDI de Jean-Louis Borloo. Otro diputado de sensibilidad centrista, Lionel
Tardy, se dijo dispuesto a hacer lo mismo si el ex primer ministro no organiza
una nueva “estructura” política. Tardy añadió que una quincena de diputados de
la UMP se reunirán hoy con el fin de discutir su eventual pase a la UDI.
Para las ambiciones de Jean-Louis Borloo, cuyo objetivo
declarado es resucitar –bajo otro nombre– la antigua UDF, empeño para el que
cuenta con el padrinazgo del propio Giscard, la evolución de los
acontecimientos no puede se más favorable. “La ilusión de un partido único ya
no se aguanta”, declaró ayer en una entrevista en Le
Monde, donde señalaba que el triunfo de Copé consolida
definitivamente una fractura ideológica en la UMP.
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