La peor
pesadilla que podía imaginar la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el gran
partido de la derecha francesa, se hizo anoche realidad. Profundamente dividido
entre los partidarios de François Fillon y Jean-François Copé, candidatos a
suceder a Nicolas Sarkozy en la presidencia de la organización en las
elecciones internas celebradas ayer, el partido se fracturó en dos bloques
violentamente enfrentados. En medio de una gran tensión, exacerbada por el
equilibrio de fuerzas existente, ambos campos intercambiaron graves acusaciones
de fraude, dejando el resultado completamente en el aire. Uno y otro
reividicaron la victoria en el filo de la medianoche.
El pulso entre el exprimer ministro y el secretario general
de la UMP por hacerse con la jefatura del partido, extremadamente ajustado,
acabó en una guerra abierta como la que vivieron en 2008 los socialistas
franceses en el fratricida congreso de Reims. Como hace cuatro años entre
Martine Aubry y Ségolène Royal, un puñado de votos separaba anoche, al cierre
de esta edición, a Fillon y Copé. Pero las impugnaciones presentadas por uno y
otro bando ante la comisión de control electoral convertían en incierto el
nombre del ganador.
El recuento de los votos, alrededor de 180.000 –sobre un
censo de militantes cercano a los 300.000– fue largo y penoso. Los problemas de
organización, con colas de dos y tres horas para votar en algunos colegios
electorales, retrasaron el cierre de las urnas y el inicio del escrutinio. Pero
enseguida, las denuncias de irregularidades y de anomalías esgrimidas por una y
otra parte emponzoñaron todo el proceso. El campo de Jean-François Copé impugnó
el voto en algunas circuncripciones de Niza y París, mientras el equipo de
François Fillon cuestionaba el voto en lugares como Toulouse y Marsella.
El equipo de Copé reivindicó, a las 23.30 horas, su
victoria, que de confirmarse desmentiría de forma radical todas las previsiones de los sondeos
y demostraría que entre la militancia de la UMP y sus votantes hay serias
divergencias de orientación política. Jean-François Copé fue el primero en
comparecer ante los medios de comunicación para dar por segura su victoria y
atribuirse la presidencia de la UMP. Profeta de una “derecha desacomplejada”,
prometió –tal como ha repetido durante su campaña– una oposición de
“resistencia” contra el Gobierno socialista. Y tendió la mano a Fillon, en
nombre de la reconciliación y de la unidad.
Nada más incierto, sin embargo, en este momento. Los
partidarios del ex primer ministro contestaron la declaración de Copé cantando
a todo pulmón La Marsellesa. Como un desafío. Quince minutos después, fue
François Fillon quien reivindicó para sí el triunfo y advirtió a su adversario:
“No dejaré robar la victoria de los militantes”, amenazó. Todo dependerá ahora
del recuento oficial de la comisión de control.
A la vista de lo sucedido ayer, la herencia que ha dejado
Nicolas Sarkozy en la UMP ha sido absolutamente envenenada. El radical giro a
la derecha impuesto por el expresidente francés durante su campaña electoral,
que ahuyentó a los sectores más moderados de su electorado –sin por el
contrario convencer a los votantes de extrema derecha– y precipitó su derrota
frente al socialista François Hollande, ha sembrado también la división y la
discordia en su partido.
Hoy, en la UMP, hay dos almas enfrentadas: un sector
moderado, de matriz gaullista y democristiana, y un sector más radical e
intransigente, cuyos extremos se acercan peligrosamente a las tesis de la
ultraderecha. Copé, autoerigido en heredero de Sarkozy, se ha apuntado sin
ambages a esta línea, agitando el miedo al islam como banderín de enganche.
El balance de las elecciones internas de la UMP,
precisamente por lo ajustado del resultado, dejará al nuevo jefe del partido en
una situación precaria que, de repente, abre todas las posibilidades para un
retorno con fuerza de Nicolas Sarkozy cara a las elecciones presidenciales del
2007. El ex presidente francés no podía esperar mejor escenario. Un líder
fuerte le cerraría la puerta. Ahora, la tiene abierta.
La alargada sombra de Sarkozy
Conforme pasa el tiempo, más crece la figura de Nicolas
Sarkozy entre el electorado de la derecha, cada vez más inclinado a acariciar
la idea de un retorno político del ex presidente francés. Un sondeo realizado
hace una semana por el instituto de opinión Ifop para el Journal du
Dimanche constata que un 64% de los votantes de la UMP es partidario
de que Nicolas Sarkozy sea de nuevo el cabeza de cartel del partido en las
elecciones presidenciales del 2017, esto es, once puntos más que el pasado mes
de agosto. En el caso del electorado de derecha en sentido amplio el porcentaje
es algo menor: 51%. Sólo un escuálido 6% prefiere amortizar a su antiguo
campeón y aboga por su definitiva retirada política. La popularidad del ex jefe
del Estado es especialmente acusada entre los más jóvenes –de 18 a 24 años– de los
simpatizantes de derechas (60%), los obreros (63%) y los habitantes de
municipios rurales (57%)
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