lunes, 19 de noviembre de 2012

Rihanna, trepidante y fugaz


Trepidante como un trueno, fugaz como un relámpago, Rihanna abrasó la noche del sábado en París como un rayo divino, para éxtasis de los 1.200 entregados y privilegiados fans que se agolpaban entre los históricos muros de Le Trianon, el célebre teatro y café-concierto de Montmartre donde otrora triunfara la gran vedette Mistinguett. La capital francesa –si hoy es sábado, esto es París– era la cuarta etapa de la cantanta de Barbados, de 24 años, en su enloquecido Tour 777 para promocionar su nuevo disco, Unapologetic, que le habrá llevado a siete ciudades de todo el mundo en siete días: México, Toronto, Estocolmo, París, Berlín, Londres y Nueva York.

Tres horas esperaron los más madrugadores a su diva. Tras hora y media de preparación artillera a cargo de dos DJ, que si no lograron calentar al público sí consiguieron ablandar sus meninges hasta convertirlas en gelatina, Rihanna desembocó en el escenario como una fulgurante carga de la caballería ligera. Nada se resistió a su paso. La batalla la tenía ganada de antemano. “You are the very best in the world!!”, lanzó a sus enfervorecidos seguidores, dispuestos a creerse que eran los primeros –y los últimos– a quienes lanzaba semejante piropo.

Enfundada en unas altas botas negras cuissardes y una brevísima camiseta de seda, Rihanna bailó poco –imposible hacerlo aupada sobre sus tacones de vértigo– pero sus movimientos de pantera en celo noquearon a los elementos masculinos situados en las primeras líneas.

La cantante interpretó dos de sus nuevas canciones, Diamonds y Stay, y evocó algunos de sus principales éxitos, como Only girl in te world, Don’t stop the music, Where have you been o Umbrella. El éxtasis llegó cincuenta minutos después de empezado el concierto, con la interpretación de We found love. El teatro temblaba con los saltos eufóricos del público... Pero cuando los seguidores de Rihanna, embrujados todavía por su potente y cálida voz, quisieron darse cuenta, la estrella bajó del escenario, dejó caer sus monumentales muslos sobre los hombros de uno de sus guardaespaldas y se eclipsó por un vértice de la platea. Una docena de canciones y c’est fini! La decepción se reflejaba en algunos rostros, que habían confiado en una prestación similar a la que habían tenido derecho los mexicanos, con una veintena de tubes.

Tras el concierto, Rihanna y su troupe, a la que se unió el rapero P. Diddy, recalaron en la exclusiva sala de fiestas VIP Room, a dos pasos del Louvre, donde prosiguieron la fiesta hasta las cuatro de la madrugada. En Roissy esperaba el Boeing 777 en el que Rihanna cruza el mundo acompañada por una corte de 150 periodistas y blogueros musicales. Como el Air Force One...


No hay comentarios:

Publicar un comentario