Trepidante como un trueno, fugaz como un
relámpago, Rihanna abrasó la noche del sábado en París como un rayo divino,
para éxtasis de los 1.200 entregados y privilegiados fans que se agolpaban
entre los históricos muros de Le Trianon, el célebre teatro y café-concierto de
Montmartre donde otrora triunfara la gran vedette Mistinguett. La capital
francesa –si hoy es sábado, esto es París– era la cuarta etapa de la cantanta
de Barbados, de 24 años, en su enloquecido Tour 777 para promocionar su nuevo
disco, Unapologetic, que le habrá llevado a siete
ciudades de todo el mundo en siete días: México, Toronto, Estocolmo, París,
Berlín, Londres y Nueva York.
Tres horas esperaron los más madrugadores a su diva. Tras
hora y media de preparación artillera a cargo de dos DJ, que si no lograron
calentar al público sí consiguieron ablandar sus meninges hasta convertirlas en
gelatina, Rihanna desembocó en el escenario como una fulgurante carga de la
caballería ligera. Nada se resistió a su paso. La batalla la tenía ganada de
antemano. “You are the very best in the
world!!”, lanzó a sus enfervorecidos
seguidores, dispuestos a creerse que eran los primeros –y los últimos– a
quienes lanzaba semejante piropo.
Enfundada en unas altas botas negras cuissardes y una brevísima camiseta de seda, Rihanna
bailó poco –imposible hacerlo aupada sobre sus tacones de vértigo– pero sus
movimientos de pantera en celo noquearon a los elementos masculinos situados en
las primeras líneas.
La cantante interpretó dos de sus nuevas canciones, Diamonds y Stay, y evocó algunos
de sus principales éxitos, como Only girl in te world, Don’t stop the music, Where have you
been o Umbrella. El éxtasis llegó cincuenta
minutos después de empezado el concierto, con la interpretación de We found love. El teatro temblaba con los saltos
eufóricos del público... Pero cuando los seguidores de Rihanna, embrujados
todavía por su potente y cálida voz, quisieron darse cuenta, la estrella bajó
del escenario, dejó caer sus monumentales muslos sobre los hombros de uno de
sus guardaespaldas y se eclipsó por un vértice de la platea. Una docena de
canciones y c’est fini! La decepción se reflejaba en
algunos rostros, que habían confiado en una prestación similar a la que habían
tenido derecho los mexicanos, con una veintena de tubes.
Tras el concierto, Rihanna y su troupe, a la que se unió el rapero P. Diddy, recalaron
en la exclusiva sala de fiestas VIP Room, a dos pasos del Louvre, donde
prosiguieron la fiesta hasta las cuatro de la madrugada. En Roissy esperaba el
Boeing 777 en el que Rihanna cruza el mundo acompañada por una corte de 150
periodistas y blogueros musicales. Como el Air Force
One...
No hay comentarios:
Publicar un comentario