martes, 18 de septiembre de 2012

¿Última corrida en las Arenas de Nîmes?


El diestro José Tomás encabezaba el cartel de la última corrida que se celebró en la Monumental de Barcelona, el 25 de noviembre del 2011. Según cómo vayan las cosas, el torero madrileño podría acabar siendo también la última gran estrella en torear en las Arenas de Nimes, la catedral francesa de la tauromaquia. Tomás se enfrentó el domingo, última jornada de la Feria de la Vendimia, a seis toros en el impresionante coso de la capital del Gard –un magnífico anfiteatro erigido por los romanos en el año 27 antes de Cristo– y salió en hombros tras cobrarse 11 orejas y un rabo, en lo que los críticos y aficionados franceses han calificado ya de “corrida histórica”. Histórica, podría serlo doblemente, porque el próximo viernes el Consejo Constitucional francés debe pronunciarse sobre la constitucionalidad de la ley que autoriza las corridas de toros –y las peleas de gallos– allí donde existe una “tradición local ininterrumpida”.

Las corridas de toros fueron introducidas en Francia en 1853 por la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, y con el tiempo acabaron arraigando fuertemente en el sur del país, en el Languedoc-Rosellón y en el País Vasco francés, donde Bayona es la principal plaza. Esta particulardad ha acabado convirtiendo a los toros, junto al rugby, en una seña de identidad regional. Una cincuentena de municipios integran la Unión de Ciudades Taurinas de Francia –entre ellas las catalanas Colliure, Carcasona y Ceret–, donde cada año se celebran un centenar de corridas y se sacrifican 700 toros.

En abril del 2011, el Ministerio de Cultura, dirigido a la sazón por Frédéric Mitterrand, acordó inscribir la tauromaquia en la lista del patrimonio cultural inmaterial de Francia. Una decisión que se quiso neutra – “Ordenar las estanterías no es fundar una biblioteca”, argumentó el ministro– pero que desencadenó la ira de las organizaciones antitaurinas y de defensa de los animales y que está en el origen del recurso de inconstitucionalidad. La posibilidad de los ciudadanos de apelar al Consejo Constitucional no fue posible en Francia hasta la reforma impulsada por el ex presidente Nicolas Sarkozy en el 2008.

El ministro del Interior, el catalán Manuel Valls, se pronunció días atrás por mantener las corridas de toros, en la medida en que constituyen una tradición arraigada en el sur del país. “Es una cultura que hay que preservar”, dijo el ministro en una entrevista radiofónica, donde admitió que los toros forman parte también de “la cultura de (su) familia”.

La actuación de José Tomás el domingo en las Arenas de Nîmes creó una gran expectación, hasta el punto de que las localidades se agotaron pronto y la reventa alcanzó precios estratosféricos. En las gradas estaban, entre otros, insignes figuras como el filósofo Alain Finkielkraut, el arquitecto Jean Nouvel, los actores Édouard Baer y Denis Podalydès –quien encarnó a Sarkozy en la pantalla grande– y los políticos Dominique Baudis y Alain Marleix. Esta vez no estaba el ex primer ministro François Fillon, quien es un gran aficionado. Si es cierto que los toros son populares principalmente en el sur de Francia, lo cierto es que en los últimos años han logrado despertar el interés de una cierta intelligentsia parisina, que se planta en Nîmes en tres horas con el TGV.

La prensa francesa de ámbito nacional, como es habitual, no prestó apenas atención a la actuación de José Tomás, a diferencia de la prensa regional, como Midi Libre (Montpellier), La Dépêche du Midi (Toulouse) o L’Independant (Perpiñán), que siguen de forma regular la temporada taurina. El vespertino Le Monde dedicó al asunto una crónica de cien líneas a dos columnas en lo alto de su página dos, en la que, bajo el título “Seis contra uno en la ‘corrida histórica’ de José Tomás”, el novelista y crítico literario Francis Marmande ofrece encendidos elogios al torero español: “Cuando se conoce la lentitud, la suavidad de muñeca, la calma imperturbable de José Tomás, el entusiasmo que desencadena toma todo su sentido”, escribe.

El viernes, el Consejo Constitucional deberá decidir si es lógico que una ley nacional tenga excepciones en ciertos territorios. Si así lo juzga, el Concordato con el Vaticano firmado por Napoleón y todavía vigente en Alsacia y Lorena tiene los días contados...



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