Entre 1942 y
1944 la puerta del infierno se encontraba a 15 kilómetros del
centro de París. En Drancy, al norte de la capital francesa, un complejo de
viviendas sociales inacabado, la Cité de la Muette, se convirtió en un campo de
internamiento donde se concentraba a los judíos antes de embarcarlos en los trenes de la muerte. Dirigido por funcionarios franceses
y vigilado por gendarmes franceses, en algo menos de dos años y medio pasaron
por Drancy camino de los campos de exterminio de Auschwitz y Birkenau alrededor
de 63.000 judíos –del total de 76.000 deportados por Francia a petición de la
Alemania nazi–, de los cuales sobrevivieron menos de 2.000. El presidente
francés, François Hollande, aprovechó ayer la inauguración de un Memorial de la
Shoa junto al antiguo campo para condenar de nuevo el papel de Francia en el
Holocausto y hacer un llamamiento a combatir las nuevas formas de
antisemitismo.
“¿Cómo fue posible este horror? ¿Cómo en nuestro país, la
Francia de las Luces, la Francia de los Derechos del Hombre, la Francia de la
Revolución, se encontraron tantos verdugos para ir a buscar a su casa a
familias desarmadas? ¿Cómo se encontraron tantos cobardes para dejarles hacer,
para desviar la mirada?”, se preguntó el presidente francés, quien atribuyó la
responsabilidad al “espíritu de sumisión” colectivo y al antisemitismo que
reinaba en la sociedad francesa.
“Cuando el mal se inscribe en la vida cotidiana, cuando
adquiere, según las palabras de Hannah Arendt, una especie de banalidad,
entonces nada se le opone”, afirmó Hollande, antes de añadir que lo sucedido en
los años cuarenta, bajo la ocupación, debe servir hoy de “lección”. “Nada es
insignificante. Toda afirmación, todo acto de carácter antisemita o racista es
inaceptable (...) No debemos admitir lo inadmisible”, dijo. Y concuyó
asegurando que “la República no cederá jamás” frente al “odio y el fanatismo”.
El acto de ayer forma parte de una secuencia de
conmemoraciones con motivo de los 70 años de la implicación de la Francia
ocupada en la persecución de los judíos. El presidente francés ya pronunció un
discurso al respecto el pasado 22 de julio a propósito del anversario de la
gran redada de Vel d’Hiv, llevada a cabo entre el 16 y el 17 de julio de 1942
por la policía francesa, que detuvo e internó en el Velódromo de Invierno de París a algo más de
13.000 judíos, en su mayoría ancianos, mujeres y niños. “La verdad es que ese
crimen fue cometido en Francia, por Francia”, afirmó entonces Hollande,
siguiendo el camino abierto en 1995 por su antecesor en el Elíseo Jacques
Chirac. El ex presidente fue el primero en admitir la culpa de Francia en el
Holocausto, una responsabilidad que hasta entonces se había negado oficialmente
–François Mitterrand incluido– , atribuyéndola al ilegítimo régimen de Vichy. Lo cierto, sin embargo, es que las autoridades francesas
encabezadas por el mariscal Pétain representaban legítimamente al Estado
francés, al haber recibido sus poderes del Parlamento.
Annette Karjcer tenía 12 años cuando fue conducida, junto a
su hermana Léa, al campo de internamiento de Drancy el 15 de agosto de 1942.
Ayer recordaba el impacto de aquel momento: “Tuve la impresión de que entraba
en el infierno”, explicó. Construidos en los años
treinta, los edificios no estaban acabados. El suelo del patio era de color
negro –pavimentado con escoria de hierro–, no había ningún árbol, todo era
inhóspito. En los pisos no había nada, dormían sobre paja. Y sus necesidades
debían hacerlas en un gran bidón situado en el rellano... Capturada en la
redada de Vel d’Hiv, Con piojos y sarna, Annette y su hermana sobrevivieron
gracias a ayuda de una prima, empleada en el campo, que las escondió. La
mayoría de los niños detenidos con ellas fueron deportados dos días después. Nunca
volvieron.
Para Annette, lo más chocante fue el papel de los franceses.
“En Vel d’Hiv, en el campo de Pithiviers, en Drancy, no vi ni un solo alemán.
Siempre me ha quedado esta terrible decepción, este dolor, de que los franceses
hubieran ayudado a todo eso”, explicaba. Atormentada todavía por el recuerdo,
Annette agradeció el hecho de que el Memorial –un edificio moderno, de grandes
cristaleras– haya sido levantado junto al campo pero no dentro. Por nada del
mundo hubiera vuelto a pisar aquel patio, hoy convertido en un área de juegos
infantiles. Las viviendas sociales de la Cité de la Muette están hoy ocupadas
por familias, ajenas en su mayoría al hecho de que hace 70 años, junto a sus
casas, había alambradas y torres de vigilancia.
El edificio del memorial de Drancy, complemento del Memorial
de la Shoa de París, está organizado en cinco niveles, entre los que se
distribuyen salas pedagógocas, un centro de documentación y una exposición
permanente, con imgáges, cartas y documentos, en la que se explica el
funcionamiento del campo y la vida cotidiana de los internados. Uno de sus
objetivos es organizar regularmente visitas escolares.
En su discurso, François Hollande hizo hincapié en la
necesidad –y el deber– de transmitir la memoria de lo sucedido. Y pidió al
Ministerio de Educación que la historia del Holocausto sea enseñada en todas
las escuelas y centros de secundaria.
Le Pen, contra el velo y la kipá
Marine Le Pen entró ayer en la polémica sobre la publicación
de las caricaturas de Mahoma con una propuesta incendiaria: prohibir la
presencia del velo islámico –no el velo total, sino el hiyab, pañuelo que cubre
el pelo– y de la kipá judía en todo el espacio público, incluida la calle. En
la actualidad, ambas prendas –así como cualquier otro signo religioso– están
prohibidas en las escuelas, mientras que en la calle la única vestimenta vetada
es el niqab y el burqa, que cubren completamente el rostro. La propuesta de la
presidenta del Frente Nacional (FN) recibió numerosas críticas, siendo una de
las más contundentes la del ministro de Educación, Vincent Peillon, que
calificó a Le Pen de “la primera de los integristas”. El presidente Hollande
calificó de “torpe” todo aquello que “opone y divide”.
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