Infatigable, insumergible, incorregible ttambién, Ségolène Royal está firmemente determinada a mantenerse en la escena política francesa. Derrotada en las pasadas elecciones legislativas en la circunscripción de La Rochelle, donde según sus propias palabras sufrió una doble “humillación” –política y personal– que le cerró las puertas del Parlamento y de la presidencia de la Asamblea Nacional, la que fuera musa de Francia en 2007 no está dispuesta a retirarse ni a tirar la toalla. “¿Parar? Es impensable. Tengo detrás treinta años de vida política. Es mi pasión”, ha confiado la ex candidata socialista al Elíseo al diario Le Figaro en Sudáfrica, donde acaba de ser reelegida vicepresidenta de la Internacional Socialista. “¡No voy a entrar en un convento! Soy libre, estoy disponible... Siempre pasan cosas en política...”, afirma.
A punto de cumplir 59 años, el futuro político de Ségolène Royal es una incógnita. Tras su fallido asalto al Elíseo en 2007, en el que cayó frente a Nicolas Sarkozy, quien fuera la primer mujer socialista candidata a la presidencia de la República ha encadenado derrotas y fracasos: su lucha para hacerse con la jefatura del Partido Socialista en 2008, su apuesta por repetir como presidenciable en 2011, su intento de regresar al Parlamento en 2012... Cada caída ha sido más dura que la anterior, lo cual no le ha impedido levantarse una vez más. “Lo que no te mata te hace más fuerte”, constata esta mujer, dura como una roca, criada bajo la tiránica disciplina de su padre militar.
Tres meses después de su último fracaso, Ségolène Royal piensa ya en un nuevo destino político de ámbito nacional. Su puesto como presidenta de la región Poitou-Charentes –donde fue reelegida en 2010, su único éxito en estos años de sequía– no satisface su ambición. Pero tampoco quierre arriesgarse a una nueva derrota electoral. No intentará de nuevo auparse a la primera secretaría del PS –que quedará proximamente vacante tras la anunciada retirada de su otrora rival Martine Aubry–, ni optará a ningún nuevo cargo electo. “No quiero ponerme otra vez en situación de ser derrotada, de asumir riesgos. Ya he pasado ese estadio. Ya he dado todo lo que podía dar”, dice. Pero añadiendo a continuación: “No es una renuncia, yo sigo estando disponible, pero la próxima vez estaré segura de alcanzar mi objetivo”. Si no pasa por las urnas, éste deberá pasar pues indefectiblemente por la manos de su ex compañero sentimental y presidente de la República, François Hollande, dispuesto –en nombre de sus casi treinta años de unión y cuatro hijos en común– a buscarle un lugar bajo el sol.
Orgullosa, Royal rechaza la idea “degradante” de que esté buscando o esperando un retiro, un premio de consolación. “Hemos hablado de todo ello con François (...) Si puedo ser útil, asumiré las responsabilidades que me propongan”, dice. ¿Un ministerio? La interesada asegura que declinó una oferta del presidente, el pasado mes de mayo, para ser la nueva ministra de Justicia, alegando que su objetivo era en aquel momento la presidencia de la Asamblea Nacional. Pero ella misma, en el libro que las periodistas Anna Cabana y Anne Rosencher han dedicado al enfrentamiento personal entre Royal y la actual compañera de Hollande, Valérie Trierweiler, “Entre dos fuegos”, da a entender justamente lo contraio al asegurar: “Ella prohíbe a François nombrarme ministra, esa es la verdad”.
Su futuro probablemente estará fuera del Gobierno, que en cualquier caso está dispuesto a encontrarle “una función, una responsabilidad”, según declaró ayer en televisión la portavoz del Ejecutivo, Najat Vallaud-Belkacem, una de las figuras procedentes de las filas del segolenismo.
En sus confesiones a Le Figaro, Ségolène Royal alude oblicuamente a su conflicto con Valérie Trierweiler, a quien reprocha de forma implícita haber expuesto a la luz pública –vía Tweeter– sus conflictos privados. “Esta exhibición sin límite es deplorable. Yo no merezco ser convertida en un objeto de la prensa rosa”, sostiene. Y, cual una puya envenenada, añade: “Todo esto no es bueno para François. Él intenta llevarlo lo mejor posible. La dignidad política ha sido tocada, pero no el profundo respeto y la amistad que tenemos el uno por el otro”.
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