A Francia le ha
llegado también la hora de la austeridad. El primer presupuesto de François
Hollande, aprobado ayer por el Consejo de Ministros reunido en el Elíseo,
obligará a los franceses a hacer en 2013 un esfuerzo histórico de 37.000
millones de euros –“el más importante de los últimos 30 años”, según el propio
presidente francés–, con el objetivo de reducir el año que viene el déficit
público al 3% del PIB y situarlo en 61.600 millones, tal como París se había
comprometido a hacer con sus aliados europeos, particularmente con Alemania. Nunca
en sus cinco años de presidencia Nicolas Sarkozy había aprobada algo así, a
pesar de que ya en 2007 su primer ministro, François Fillon, declaró estar “al
frente de un Estado en quiebra”.
A diferencia de lo que se están haciendo otros países como
España o Portugal, sin embargo, Francia concentrará la mayor parte de este
esfuerzo en el terreno fiscal –los impuestos subirán en 20.000 millones, que se
añadirán a los 7.000 millones aprobados ya de urgencia este verano–, mientras
que la reduccion del gasto –10.000 millones– quedará en segundo lugar. “Es un
presupuesto de combate”, declaró a la salida de la reunión el primer ministro,
Jean-Marc Ayrault, quien fijó como objetivos esenciales del Gobierno reducir la
deuda pública –que se situa hoy en 1,8 billones, el 91%–, repartiendo el
esfuerzo de forma equitativa, fomentar el crecimiento económico y combatir el
paro, que ha superado la barrera del 10%.
El severo ajuste preparado por Hollande, aunque no castigará
a todo el mundo por igual –las familias de mayor renta y las grandes empresas
son las que más deberán contribuir–, amenaza con erosionar todavía más la
imagen del presidente francés, ya enormemente deteriorada. La mayor parte de
los institutos de sondeos coinciden en situar su índice de popularidad entre el
43% y el 44%, un nivel raras veces visto tan sólo cuatro meses y medio después
de la elección. No son sólo los votantes de derecha los descontentos, sino
también una parte del electorado de izquierda y de las clases populares. Las
cuentas del 2013 no van a ayudarle.
Los planes económicos de Hollande, que recientemente pidió
en televisión un plazo de dos años para invertir la situación, son cumplir con
el objetivo del 0,5% de déficit estructural –umbral fijado por el Tratado
europeo de disciplina presupuestaria– en el 2015 y conseguir el equilibrio de
las finanzas públicas al final de su mandato, en 2017. El presidente francés
lleva semanas insistiendo en que la reducción del déficit no es una imposición
de la Unión Europea ni de los mercados financieros, sino la condición
imprescindible para salvaguardar la “soberanía e independencia” de Francia.
Lo cual es tan cierto como el hecho de que Hollande se juega
aquí también su credibilidad ante la canciller alemana, Angela Merkel, y la
consolidación del clima de confianza necesario para reforzar la alianza
franco-alemana para avanzar en la integración europea. Contrario a la política
de austeridad impuesta a rajatabla desde Berlín, que considera negativa en
periodo de recesión, no será por tanto el presidente francés el que plantee un
alargamiento de los plazos de reducción del déficit. Por mucho que le pueda
convenir.
Algunos economistas pusieron ayer en duda las posibilidades
reales del Gobierno de reducir el déficit al 3% como está previsto, habida
cuenta de la falta de pulso de la economía francesa. El Instituto de
Estadística y Estudios Económicos (Insee) confirmó ayer el estancamiento de la
actividad en el segundo trimestre de este año, lo que suma ya tres trimestres
consecutivos de marasmo. En este contexto, los críticos ven difícil que puedan
cumplirse los objetivos del Gobierno, calculados a partir de una previsión de
crecimiento del PIB del 0,8%.
En aras de la justicia fiscal, el mayor esfuerzo recaerá
sobre los franceses adinerados y las grandes empresas. Así, el proyecto de presupuestos
introduce un nuevo tipo marginal del 45% en el impuesto sobre la renta –a
partir de 150.000 euros anuales–, al que se añadirá un tipo extraordinario y
temporal –durante dos años– del 75% para aquellos ingresps que superen el
millón de euros. La medida ha sido un poco recortada, pues incluirá en el
cálculo otras figuras impositivas –lo que situará el tipo real entre el 63% y
el 64%– y además sólo afectará a las rentas del trabajo. Dividendos y
stock-options quedan fuera... Se calcula que los afectados serán alrededor de
1.400 personas.
Jean-Marc Ayrault aseguró en el Elíseo que el 90% de los
franceses quedará libre del aumento de la presión fiscal. Pero eso es, cuando
menos, una interpretación benévola. La congelación de los baremos del impuesto
de la renta –que subirá la cuantía a pagar, salvo para las familias más
modestas– o la imposición sobre las horas extras –“desfiscalizadas” en tiempos
de Sarkozy– afectarán a una gran mayoría.
En cuanto a los recortes, el
presupuesto salva a las tres grandes áreas prioritarias –educación, justicia y
seguridad–, que incluso podrán aumentar sus plantillas. Todos los demás deberán
ajustarse el cinturón, reducir gastos y funcionarios, y olvidarse de algunos
proyectos. Defensa, Cultura, Transportes... serán algunas de las áreas más
tocadas.
La derecha cargó contra el presupuesto por el
atornillamiento fiscal –“Es una superchería, el 100% de los franceses van a
pagar”, declaró el secretario general de la UMP, Jean-François Copé–, que
considera perjudicial para los ciudadanos y también para el objetivo de
relanzar la actividad económica. En su opinión, el aumento de impuestos frenará
las inversiones. El Gobierno piensa, por el contrario, que peor sería el efecto
de los recortes, al castigar la demanda interna.
La apuesta de Hollande consuma la ruptura con la extrema
izquierda, que prepara para el próximo domingo una manifestación en París
contra el Tratado europeo dedisciplina presupuestaria. “Se obstinan en aplicar
la misma política social-liberal que ha fracasado en Grecia, Portugal y
España”, censuró el líder del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon. En la
misma línea, Marine Le Pen –Frente Nacional– dijo que el presupuesto “conduce
al clash económico”.
Menos soldados, menos museos, menos TGV
Museo de la Historia de Francia con el que soñó Nicolas Sarkozy no verá
nunca la luz, el Ejército deberá reducir el año que viene sus fuerzas en 7.500
soldados y buena parte de las nuevas líneas del tren de alta velocidad (TGV)
programadas por el Gobierno anterior no verán en muchos años –acaso nunca– un
solo raíl. En cambio, se contratará a más profesores, policias y gendarmes.
Los recortes del gasto previstos en el primer presupuesto de
François Hollande, por un volumen global de 10.000 millones de euros, no
afectarán a todo el mundo por igual. En la medida en que las áreas de
educación, seguridad, justicia y empleo se han salvado de las tijeras, las
demás deberán apretarse un poco más el cinturón. Así, mientras en los tres
ámbitos prioritarios está previsto incluso aumentar la plantilla en 11.700
funcionarios –sobre todo en la enseñanza–, los demás deberán reducirla otro
tanto.
El presupuesto del 2013 prevé así la supresión de 12.300
empleos públicos, lo que compensa el aumento previsto. Sin embargo, como
recordaba ayer Le Figaro, si se suman los cerca de 6.800
puestos creados este año en Educación –en la revisión del presupuesto vigente
del 2012–, el resultado neto es un aumento neto de alrededor de 6.200 plazas.
Las inversiones en transportes serán una de las áreas que
más afectadas se verán por los recortes. En particular el ambicioso programa de
extensión de la red TGV diseñado hace tres años. El presupuesto no lo detalla,
pero en las próximas semanas una comisión deberá decidir cuáles de estos
proyectos son aplazados o definitivamente abandonados por falta de
financiación. Las líneas de Normandía, Bretaña o Niza estarían pendientes de un
hilo, así como la prolongación entre Tours y Burdeos, que debía continuar
después hacia el País Vasco y la frontera española. En la vertiente
mediterránea, el tramo pendiente entre Montpellier y Perpiñán –básico para
acortar el viaje entre Barcelona y París– y previsto para el año 2020 podría
sufrir nuevos retrasos.
El Ministerio de Cultura, con una reducción del 3,3% de su
presupuesto, es uno de los que más contribuirá al ahorro. Algunos proyectos
museísticos serán literalmente abandonados. Es el caso del ya citado Museo de
la Historia de Francia, pero también el Museo de la Fotografía en el Hôtel de
Nevers, la ampliación de la Comédie Française, el proyecto de la Torre Utrillo
o el de Lascaux 4. Todos los centros estatales deberán recortar su presupuesto
y especialmente los grandes establecimientos –Louvre, Musée d’Orsay, Grand
Palais, Opera de París...–, donde los recortes llegarán al 7%. El Grand Palais
deberá asimismo renunciatr a alguna gran exposición para hacer hueco a manifestaciones
privadas susceptibles de poder aportar ingresos extraordinarios.
El Ejército deberá apretarse asimismo el cinturón. El estado
de las finanzas públicas no permitirá garantizar las aportaciones necesarias
para cumplir con lo previsto en el Libro Blanco de la Defensa en materia de
disponibilidad de tropas y los gastos corrientes deberán ser rebajados. El
Ejército deberá reducir en 7.500 el número de soldados –con la perspectiva de
llegar a una reducción de 55.000 en el horixonte del 2015–. Lo que no se tocará,
sin embargo, es el presupuesto de las operaciones exteriores y de la disuasión
nuclear.
En el otro lado de la balanza, están las áreas mimadas por
Hollande. Empezando por la Educación Nacional, donde el presidente prometió
crear 60.000 nuevos empleos durante su quinquenato. Cara al 2013 y el 2014, el
Ministerio de Educación prevé sacar a concurso 43.500
plazas.
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