Los aficionados franceses a los toros están de
enhorabuena. Las Arenas de Nîmes podrán seguir siendo la catedral de la
tauromaquia en Francia. El Consejo Constitucional francés avaló ayer, en una
sentencia inequívoca, la constitucionalidad de la ley que autoriza las corridas
de toros –así como las peleas de gallos– en aquellas regiones donde existe una
“tradición local ininterrumpida”. El alivio de los taurófilos fue proporcional
a la indignación de las organizaciones antitaurinas y de defensa de los
animales que habían impulsado el recurso de inconstitucionalidad. Los
recurrentes anunciaron la adopción de nuevas iniciativas para intentar
conseguir la prohibición de una tradición qua consideran una muestra de
barbarie.
El Código Penal francés establece, en su artículo 521-1,
duras penas para quien inflija malos tratos o cometa actos de crueldad sobre
animales domésticos o en cautividad, que sanciona con dos años de cárcel y
30.000 euros de multa. Pero al mismo tiempo admite dos excepciones en aras de
la tradición: las corridas de toros, muy populares en cuatro regiones del sur
de Francia –Languedoc-Rosellón, Provenza-Alpes-Costa Azul, Midi-Pirineos y
Aquitania–, y las peleas de gallos, tradicionales en la franja norte fronteriza
con Bélgica. Eso sí, sólo en aquellos lugares donde puede demostrarse una
“tradición ininterrumpida”: una corrida en París, por ejemplo, sería ilegal.
Dos organizaciones, el Comité Radicalmente Anti Corrida
(CRAC) y la asociación Derechos de los Animales, impugnaron esta excepción,
alegando que atentaba contra el principio constitucional de igualdad ante la
ley. El Consejo Constitucional, sin embargo, no lo ha considerado así y ha
sancionado la constitucionalidad de la norma. En la deliberación no ha
participado el ex presidente Nicolas Sarkozy –miembro nato del Consejo en tanto
que ex jefe del Estado–, puesto que bajo su mandato se aprobó la inclusión de
la tauromaquia en la lista del patrimonio cultural inmaterial de Francia en
2011.
El presidente del CRAC, Jean-Pierre Garrigues, reaccionó con
ira a la decisión del Consejo Constitucional. “No estamos en una democracia,
sino en una dictadura tauromáquica”, denunció.
El principio por el cual la ley francesa autoriza las
corridas de toros –la tradición– es el mismo que adoptó el Parlament de
Catalunya para justificar el mantenimiento de los corre-bous mientras prohibía
las corridas. El parelalismo acaba aquí, puesto que Francia asume las corridas
de toros como una tradición propia, pese a que su aparición –fue introducida a
mediados del siglo XIX– es posterior a la de Catalunya, donde data del siglo
XVII.
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