lunes, 10 de septiembre de 2012

Hollande acelera


Acorralado por una opinión pública impaciente y angustiada, que le ha retirado masivamente su confianza en tan sólo cuatro meses, François Hollande se ha visto forzado a reaccionar y acelerar las reformas. El presidente francés se comprometió anoche en televisión a culminar antes de fin de año dos reformas capitales para intentar reactivar la economía y combatir el paro: la reforma de la financiación de la protección social –que actualmente grava exclusivamente a las empresas y perjudica su competitividad– y la reforma del mercado de trabajo, con el fin de hacerlo mas flexible. Hollande que antes del verano había dado el plazo de un año a los interlocutores sociales para llegar a un acuerdo en aras de la concertación, lo ha reducido ahora a poco más de tres meses, bajo la amenaza de aprobar ambas reformas unilateralmente.

El presidente francés fijó un plazo de dos años, hasta el 2014, para recuperar la senda del crecimiento económico, frenar el aumento del paro –que alcanza ya a tres millones de personas, el 10% de la población activa– y sanear las finanzas públicas. Hollande reafirmó en este sentido su determinación de reducir el año que viene el déficit público al 3%. Pero no –subrayó– porque lo imponga nadie, sino porque es el precio de la “soberanía” y la “independencia de los mercados”.

Acusado de inmovilismo y pasividad frente al agravamiento de la crisis, criticado por los medios tanto de la derecha como de la izquierda, abandonado por buena parte de los franceses –más de la mitad de los cuales le han retirado su confianza–, el presidente francés no ha tenido más remedio que dejar atrás su estrategia de “presidencia normal” y enfundarse las botas de su predecesor. Los franceses acabaron hartos de Nicolas Sarkozy, pero siguen enganchados a su activismo y su capacidad de reacción, a su omnipresencia. Como a una droga.

Durante algo más de media hora, en una entrevista realizada en el plató de TF1 durante el informativo de la noche, François Hollande se esforzó en tratar de tranquilizar a los franceses, de convencerles de que sabe a dónde va, de persuadirles de que está al pie del cañón. “Yo prometí una presidencia ejemplar, sencilla, cercana. Pero yo soy también el presidente de la acción y del movimiento (...) Yo no me descargo en el primer ministro, estoy en primera línea”, aseguró.

El presidente francés anunció que el programa de reducción del déficit y del endeudamiento público comportará la adopción de “decisiones difíciles y dolorosas”. Tanto más cuanto que la actividad económica ha caído en un marasmo del que cuesta salir. Hollande confirmó, en este sentido, la rebaja de la previsión de crecimiento económico para el año que viene del 1,2% inicialmente calculado al 0.8%. Lo cual obligará a elaborar un presupuesto para 2013 más restrictivo.

Hollande avanzó que será preciso obtener un ahorro de 30.000 millones de euros –“Nunca se ha hecho un esfuerzo así en toda la historia de la V República”, dijo–, la mayor parte del cual –20.000 millones– se obtendrá a base de aumentar los impuestos y el resto –10.000 millones– procederá de la congelación del gasto público. El presidente insistió, a este respecto, que las áreas prioritarias, esto es, educación, seguridad y justicia, serán intocables e incluso verán aumentados sus medios, lo cual obligará a todos los demás ministerios a recortar.

Sin entrar en detalles, Hollande explicó que los 20.000 millones de esfuerzo fiscal serán asumidos equitativamente por las empresas –las grandes sociedades fundamentalmente– y las familias –particularmente las más adineradas–. En este terreno, el presidente francés confirmó la creación de un nuevo tramo del impuesto de la renta a partir de 150.000 euros con un gravamen del 45% y reafirmó su determinación de establecer asimismo una contribución especial del 75% sobre los ingresos que excedan el millón de euros anuales. Esta contribución será “excepcional” y “temporal”, y probablemente no durará más de dos años. 

Frente a las sospechas de que el Gobierno francés prepara una versión descafeinada de esta medida, Hollande aseguró que no dará marcha atrás y que afectará a todo el mundo, incluidos –en contra de lo que se especulaba– deportistas y artistas. “No habrá excepciones”, afirmó. Pero la letra pequeña puede dar todavía mucho margen para moderar sus efectos.

En relación con la imposición a las grandes fortunas y la noticicia de que el multimillonario presidente del grupo del lujo LVMH, Bernard Arnault, ha pedido la nacionalidad belga –lo que suscita dudas sobre su intención de exiliarse por motivos fiscales–, Hollande prefirió pasar por encima. El presidente no quiso cargar las tintas y dio por buenas las explicaciones de Arnault, quien aseguró ayer que su intención es mantener su residencia fiscal en Francia. “\[Arnault\] debería haber medido bien lo que supone pedir otra nacionalidad”, dijo por todo comentario.

Hollande defendió asimismo la actuación de su ministro del Interior, el catalán Manuel Valls, en relación con las expulsiones de gitanos procedentes de Rumanía (roms) iniciadas en verano.




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