Cuatro meses ha
tardado en aparecer la primera disidencia de fondo, la primera fisura grave, en
el Gobierno francés. El consejo federal de Los Verdes, socios menores de los
socialistas en el Ejecutivo dirigido por Jean-Marc Ayrault, lanzó el sábado un
verdadero desafío a François Hollande, al anunciar su decisión de votar contra
el proyecto de ley de ratificación del Tratado europeo de disciplina
presupuestaria, que constituye –junto al Pacto por el Crecimiento– una piedra angular
de la política europea y económica del presidente francés.
Los ecologistas, que tienen dos ministros en el Gabinete –
Cécile Duflot (Vivienda) y Pascal Canfin (Desarrollo), callados como muertos–,
han intentado minimizar la gravedad de su decisión alegando que el tratado
europeo no forma parte del pacto de gobierno suscrito con el PS. Como si la
ruptura de la solidaridad gubernamental en un asunto tan fundamental careciera
de toda trascendencia política. Como si hurtar al presidente de la República del
apoyo que ha pedido en el Parlamento para el paquete europeo no fuera un serio
desplante.
Los ecologistas argumentan su rechazo en que el tratado de
disciplina presupuestaria no hace más que sancionar la política de austeridad
pactada en su día por Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, sin que –a su juicio– el
Pacto por el Crecimiento arrancado por Hollande a la canciller alemana resulte
suficiente. El problema de Los Verdes es que la política de austeridad derivada
del tratado tendrá una traducción práctica en los Presupuestos para 2013, a los que –por si
acaso– ya han anunciado su apoyo...
En otras circunstancias, con otra personalidad en el Elíseo,
Los Verdes serían expulsados inmediatamente del Gobierno. Tanto más cuanto que
los socialistas gozan de una amplísima mayoría absoluta que les permitiría
gobernar totalmente en solitario. En el PS, el malestar era ayer evidente.
Algunos socialistas subrayaban que los regalos hechos por el Partido Socialista
a Los Verdes –cesión de 60 circunscricpiones electorales, pacto de legislatura,
entrada en el Gobierno–, muy superiores a lo que sería lógico entregar a una
fuerza política que sólo sacó un 2% de los votos en las presidenciales,
hubieran merecido por su parte una mayor lealtad.
Dos diarios tan opuestos como Le
Figaro y Le Monde reclamaban ayer, apelando a
la coherencia, la salida de Los Verdes del Gobierno. El vespertino fue
particularmente duro en su editorial de portada: “Los ecologistas piden ser
tratados com un socio de coalición, pero se comportan como un grupúsculo
irresponsable. Incapaces de tener una ética de responsabilidad e incoherentes”.
Era una prédica en el desierto. El gabinete del primer
ministro confirmó ayer la continuidad de los dos ministros verdes en el
Ejecutivo, mientras los dos interesados descartaron toda dimisión. François
Hollande, cuyo nivel de popularidad sigue cayendo en barrena, parece preferir
evitarse una crisis de gobierno... aún a costa de consolidar su imagen de
presidente blando y sin autoridad.
El alineamiento de Los Verdes con el “no”, junto con el
Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon, puede acabar animando al sector
antieuropeísta del PS –en el que esta vez no está el ministro de Asuntos
Exteriores, Laurent Fabius– a sumar sus votos a los demás disidentes, lo que
debilitaría la posición de Hollande. La aprobación del tratado no corre riesgo
alguno –la UMP ya ha confirmado su voto a favor, ¿cómo podría hacer otras
cosa?–, pero si se salvara gracias a la derecha, el presidente quedaría tocado.
La decisión de Los Verdes ha provocado también un seísmo
interno que puede sentenciar a muerte la coalición que forma con Europa
Ecología. El dirigente y fundador de esta formación, el eurodiputado
franco-alemán Daniel Cohn Bendit –que días atrás firmó una tribuna en favor del
tratado europeo junto con otras figuras ecologistas, como José Bové–, ha
reaccionado airadamente y ha suspendido provisionalmente su pertenencia al
movimiento. “Es una decisión irresponsable e incoherente”, así como
“dramáticamente nula”, ha declarado el mítico líder de Mayo del 68 y ferviente
europeísta, quien se dice “hastiado” y ve a Los Verdes regresando a sus viejas
maneras: “Con total evidencia, la coherencia y el coraje político no son su
problema”, añadió.
En el caso de que el tratado fuera sometido a un referéndum,
como piden los comunistas y la extrema izquierda, el 52 % de los franceses
votaría sí, frente a un 32% que se inclinaría por el no y un 16% de indecisos y
potencialmente abstencionistas. Así lo pone de manifiesto un sondeo elaborado
por el instituto de opinión CSA para el diario L’Humanité,órgano oficial del PCF.
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