La primera confrontación entre los seis precandidatos –Martine Aubry, François Hollande, Ségolène Royal, Manuel Valls, Arnaud Montebourg y Jean-Michel Baylet (este último, presidente del Partido Radical de Izquierda)- sirvió para subrayar la personalidad de cada uno y marcar algunas diferencias políticas, pero no alteró la correlación de fuerzas que parece haberse instalado en la carrera socialista. El debate, extremadamente correcto, pareció en cierto modo un primer y prudente tanteo.
Demasiado prudente para Martine Aubry, que sólo tiene tres semanas para tratar de recortar la ventaja que le ha tomado François Hollande. La primera secretaria del PS –candidata de recambio, tras la baja inopinada de Dominique Strauss-Kahn- arrancó con retraso y todavía no ha conseguido recuperar el tiempo perdido. El jueves atacó a su principal rival en el tema de la energía nuclear, que Aubry propone abandonar –aunque sin fecha- y le reprochó su obsesión por el déficit cero, pero Hollande, que a lo largo del debate le lanzó algunas puyas, se deshizo sin gran dificultad del acoso.
De acuerdo en general en las grandes líneas, los candidatos socialistas marcaron sus diferencias básicamente en tres asuntos –energía nuclear, despenalización del cannabis y política de austeridad-, sobre los que expresaron acentos y matices distintos. Mientras Aubry se alineaba, ortodoxamente, con el programa oficial socialista, con un claro anclaje a la izquierda, Hollande apareció como el adalid del rigor presupuestario.
El ex jefe de filas de los socialistas franceses –que dirigió el partido entre 1998 y 2008- era quien más tenía que perder y se empeñó en transmitir una imagen de seriedad, de altura presidencial, dando alguna calculada muestra de agresividad –más hacia los periodistas que le interrogaban que a sus camaradas- para borrar de la memoria colectiva su tradicional fama de blando. Se acabó Flanby.
Si Hollande ha cambiado, lo mismo reivindica –aunque sea menos observable- su ex compañera sentimental, Ségolène Royal. Fiel a sí misma en lo inclasificable, la ex candidata socialista al Elíseo en 2007 combinó una nueva radicalidad contra el sistema financiero con alguna evasión lírica. Royal, que aseguró haberse preparado y trabajado como no hizo hace cinco años, evitó a sus dos principales contrincantes –a quienes sin embargo había zurrado violentamente a través de los medios días atrás- y tampoco fue objeto de ningún ataque: su peso puede decantar la balanza en la segunda vuelta.
El duelo de baja intensidad entre Hollande y Aubry tuvo su reflejo en los dos outsiders de la carrera, Arnaud Montebourg –situado en el ala más radical- y el barcelonés Manuel Valls –en el ala derecha, con contrastadas propuestas en materia de seguridad e inmigración-, que tuvieron de largo la mejor actuación. Los dos jóvenes leones del PS, que fueron –ambos- portavoces de Royal en la campaña del 2007, saben que no pueden ganar pero aspiran a consolidar su ascensión en el seno del PS.
Fuera del PS, Jean-Michel Baylet parecía un pez fuera del agua. Nadie le hubiera prestado atención si no hubiera osado proponer la legalización del cannabis y la eutanasia.
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