sábado, 3 de septiembre de 2011

El amigo qatarí

Cinco personas comparecieron la noche del jueves en el salón Napoleón III del palacio del Elíseo para anunciar al mundo el respaldo de la comunidad internacional a la nueva Libia. Junto al presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el primer ministro británico, David Cameron –convocantes de la cumbre-; el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, y el presidente del Consejo Nacional de Transición libio, Mustafá Abdel Yalil, estaba, por derecho propio, el emir de Qatar. El jeque Hamad bin Jalifa Al Zani ha tenido un papel fundamental en el éxito de la intervención militar internacional que ha precipitado la caída del coronel Muamar el Gadafi, al garantizar el engarce del mundo árabe en la coalición liderada por Francia y el Reino Unido.
Capaz de hablar con todos los interlocutores del complejo mosaico de Oriente Medio y amigo leal de Occidente, el emir Al Zani juega un papel diplomático y político clave en la región y en los últimos años se ha convertido en un aliado esencial de Francia en la zona. No hay iniciativa francesa en el tablero árabe que no se haya apoyado de un modo u otro en la discreta acción del amigo qatarí. Así en la liberación de las enfermeras búlgaras presas en Libia en 2007,  en el intento de acercamiento al sirio Bachar el Asad entre 2008 y 2009,  o ahora en el apoyo a la insurrección contra Gadafi.

Nicolas Sarkozy ha mimado desde el principio las relaciones con el emir de Qatar. El jeque Al Zani fue el primer jefe de Estado en ser recibido en el Elíseo tras su elección como presidente de la República en mayo del 2007, y ese mismo año –así como el siguiente-, fue invitado de honor en la fiesta nacional del 14 de Julio. El presidente francés ha viajado desde entonces cuatro veces a Doha y el emir fue recibido en París con gran pompa en una visita de Estado en 2010.

La familia Al Zani, propietaria de imponentes mansiones en París –en la selecta plaza Vendôme y en la isla de Saint-Louis-  ha cuidado también enormemente las relaciones con Francia, país que mantiene una política exterior activa e independiente –como demostró al oponerse  a la guerra de Iraq en 2003-, cultivando en especial los contactos con dirigentes políticos franceses, tanto de la derecha como de la izquierda, invitados regularmente al emirato. Esta proximidad se ha traducido en los útimos años en una creciente imbricación económica. Si numerosas son las empresas franceses presentes en Qatar, los intereses qataríes en Francia se han multiplicado.

La presencia destacada del emir Hamad bin Jalifa Al Zani el jueves en el Elíseo, que subrayaba el relevante papel internacional del emirato, tiene su reverso en la de su hijo, el príncipe heredero Tamim bin Hamad al Zani, en el palco del estadio del Parque de los Príncipes el pasado 21 de agosto, en el partido entre el Paris Saint-Germain y el Valenciennes, ilustrativa del desembarco qatarí en la capital francesa.

El joven heredero del emirato es el nuevo presidente del PSG, el histórico club de fútbol de París, en el que Qatar no se ha conformado con grabar su nombre en las camisetas sino que ha comprado la entidad, haciéndose con el 70% del capital por 39 millones de euros. La operación, completada con la adjudiación al canal Al Yazira Sport de una parte de los derechos de televisión de la Liga 1 en 2012 por 90 millones más,  confirma el interés de los qataríes en el terreno deportivo, donde ya se habían introducido como patrocinadores de la última edición del Tour de Francia y, desde 2009, del Premio hípico Arc de Triomphe, la gran cita anual del hipódromo de Longchamp.

Los intereses Qatar no se limitan al terreno deportivo. El emirato posee participaciones estratégicas en algunas de las más importantes empresas francesas –Lagardère (7,6%), Vinci (5,8%), Veolia (5%), Suez Environnement (1%)-, así como fuertes intereses en el sector hotelero –hotel Royal Monceau y otro en proyecto en el antiguo centro de convenciones Kleber, en París, y Majestic, en Cannes- y del juego, donde posee el 22% de la Sociedad de Casinos de Cannes.

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