Manuel Valls ha
empezado tropezando con la izquierda. Apenas designado primer ministro por el
presidente francés, François Hollande, el catalán tiene que enfrentarse ya con
un amago de revuelta protagonizado por el ala izquierda del Partido Socialista
(PS), el descuelgue de sus aliados hasta ahora en el Gobierno –los ecologistas–
y la franca confrontación del Frente de Izquierda –la alianza del Partido
Comunista (PCF) y el Partido de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon–, de quienes
depende la mayoría gubernamental en el Senado. Situado ideológicamente a la
derecha en el seno del PS, donde es calificado de “social-liberal” –cuando no
de “sarkozysta de izquierdas”–, el perfil de Manuel Valls estaba llamado a
provocar la irritación de quienes la misma noche del domingo, tras conocerse el
cataclismo de la segunda vuelta de las elecciones municipales para el PS,
salieron a reclamar a Hollande un giro a la izquierda.
“La respuesta que hacía falta no era un giro a la derecha”,
se quejó ayer el ex ministro Henri Emmanuelli, una de las principales figuras del
ala izquierda del partido, quien amenazó con no dar su voto de confianza al
nuevo Gobierno. Otros miembros de esta corriente expresaron asimismo su
descontento, como el diputado Emmanuel Maurel, que calificó la designación de
Valls de “extraña y sorprendente”, o el parlamentario Jérôme Guedj, quien
señaló que la línea política del nuevo jefe del Gobierno “es la que más se
aleja de la que nosotros deseamos”. El exalcalde de París, Bertrand Delanoë
–que en algún momento sonó como posible primer ministro–, se apresuró asimismo
a expresar su deseo de permanecer al margen del nuevo Ejecutivo.
Minoritario en el PS y aún entre el electorado socialista
–en las primarias para las presidenciales del 2012 sólo obtuvo el 6% de los
votos–, Manuel Valls sabe que tiene pocos asideros entre sus camaradas. De ahí
que en los últimos meses haya buscado la alianza de algunos de sus compañeros
de Gobierno más a la izquierda, como Arnaud Montebourg o Benoît Hamon. Según
como queden ambos situados en el nuevo Gabinete, Valls podría conseguir
aligerar la presión interna.
El problema más grave se ha suscitado con los ecologistas.
Después de que los dos únicos ministros de Europa Ecología-Los Verdes, Cécile
Duflot (Vivienda) y Pascal Canfin (Desarrollo), anunciaran el mismo lunes que
abandonaban el Gobierno en desacuerdo con su nombramiento, el buró de EE-LV
decidió a última hora no incorporarse al nuevo gabinete. Valls se reunió por la
mañana en la sede del Ministerio del Interior –antes aún del traspaso de
poderes– con la secretaria nacional de EE-LV, Emmanuelle Cosse, y los líderes
parlamentarios de los ecologistas, François de Rugy y Jean-Vincent Placé, para
tratar de retenerlos.
La mayor parte de los parlamentarios Verdes estaba por seguir en el Ejecutivo. Pero
el burço decidió en sentido contrario y amenazó con la expulsión a quienes se
dejena quienes se dejen tentar por una cartera. Los ecologistas, que hasta
ahora habían tenido grandes dificultades para imponer su programa
medioambiental, no comulgan con Valls.
El tercer frente es, en fin, el Frente de Izquierdas, que ha
avanzado ya que no dará su voto de confianza al nuevo Gobierno y ha convocado
para el 12 de abril una primera manifestación contra el Ejecutivo de Manuel
Valls. “Hollande no ha comprendido absolutamente nada”, zanjó Jean-Luc
Mélenchon. Y el secretario nacional del PCF, Pierre Laurent, remachó irónico:
“El presidente de la República sólo oye por la oreja derecha”.
Hollande ha desoído, en efecto, todas las peticiones de un
giro a la izquierda. Y no sólo por nombrar a Valls al frente del Gobierno –una
decisión que sabía conflictiva y que trató de evitar, antes de rendirse a
ella–, sino porque su intención, como reiteró en su alocución televisiva a los
franceses el lunes, es mantener el rumbo de su política económica. Con algunos
gestos dirigidos a apaciguar a su electorado, como la rebaja de impuestos a las
familias y de las cotizaciones sociales a los asalariados, pero sin modificar una
coma de su hoja de ruta: refuerzo de la competitividad de las empresas –vía una
disminución de las cargas sociales– y saneamiento de las finanzas públicas, con
una reducción del gasto público de al menos 50.000 millones de euros entre los
años 2015 y 2017. Los nuevos regalos anunciados
encarecerán la cuenta.
Manuel Valls, en el acto de traspaso de poderes con el jefe
de Gobierno saliente, Jean-Marc Ayrault, insistió en estos objetivos. El nuevo
primer ministro se comprometió a “prolongar y ampliar” el trabajo realizado
hasta ahora en este terreno, y a ir “más rápido y más lejos”, aunque
respondiendo a la vez a la “demanda de justicia social” expresada por los
electores. El camino para avanzar es estrecho. Y por si alguien lo había
olvidado, el presidente del Eurogrupo, el neerlandés Jeroen Dijsselbloem,
recordó ayer que Francia debe “mantener los objetivos presupuestarios y
trabajar en las reformas”.
Ayrault no se había apartado de este camino. Pero alguien
tenía que pagar por la derrota de las municipales. “He conducido la política
del Gobierno conforme a las orientaciones del presidente”, subrayó a modo de
reproche antes de coger un TGV hacia su ciudad, Nantes.
Ideas para la polémica
“Ponme algunos blancs, algunos whites, algunos blancos...”, dice a su consejero Christian Gravel, para añadir variedad al mercado municipal de Evry, ante la televisión en el 2009.
“Sí, el IVA social es una medida de izquierda”, dice después de proponer subir el IVA. Octubre del 2011 en el diario Les Échos.
“Mi objetivo principal es promover una modernización radical de la ideología del Partido Socialista, para el que podríamos encontrar un nombre mejor”.
“Sí, deberemos desbloquear la jornada laboral de 35 horas” (durante las primarias socialistas del 2011 frente a Martine Aubry, que impulsó esa ley)
“Los roms tienen vocación de volver a su país y de integrarse allí. Estas poblaciones tienen modos de vida diferentes a los nuestros.
Ségolène Royal llama a la puerta
Fue la musa de la izquierda en el 2007, la rival de Nicolas
Sarkozy en unas elecciones presidenciales que despertaron como pocas la ilusión
y las esperanzas de cambio de los electores. La entonces candidata socialista
perdió, pero obtuvo 17 millones de votos. Todo un bagaje. Siete años después,
apartada en la presidencia de la región de Poitou-Charentes, la ex compañera
sentimental de François Hollande –y madre de sus cuatro hijos– estaría a punto
de regresar a la política nacional como ministra. Su entrada en el Gobierno de
Manuel Valls, quien fuera su lugarteniente, se da por hecha en algún ministerio
importante, como Educación. Tanto más cuanto que el principal impedimento,
Valérie Trierweiler, ha desaparecido. El nuevo primer ministro y el presidente
francés ultimaban anoche la lista del nuevo Gabinete, donde se da por segura la
continuidad de Laurent Fabius (Exteriores) y Jean-Yves Le Drian (Defensa). El
hollandista François Rebsamen podría ir al Ministerio del Interior.
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