François
Hollande ha confiado la dirección del Gobierno francés a Manuel Valls. Su
último recurso para intentar levantar cabeza tras la debacle socialista en las
elecciones municipales. Pero en absoluto la solución que hubiera deseado.
Demasiado libre, demasiado ambicioso. Así que ha decidido atarle corto. La
composición del nuevo Gabinete, un equipo más reducido –16 ministros–,
paritario entre hombres y mujeres, y equilibrado entre las diferentes almas del
Partido Socialista (PS), muestra hasta qué punto el presidente francés quiere
mantener el control: los 'hollandistas' ocupan algunos de
los puestos clave, sin que Valls haya podido, en cambio, colocar a nadie suyo.
Michel Sapin, en Presupuesto y Finanzas; Jean-Yves Le Drian,
en Defensa; François Rebsamen, en Trabajo; Stéphane Le Foll –que mantiene su
cartera de Agricultura–, como nuevo portavoz del Gobierno... Todos ellos son 'hollandistas' de primera hora, amigos personales desde
hace muchos años del presidente francés, de una lealtad a toda prueba.
Por el otro lado, el intento de Valls de colocar en Interior
a alguien de su confianza, Jean-Jacques Urvoas –diputado y presidente de la
Comisión de las Leyes–, chocó con el veto del presidente, que forzó una
solución intermedia: Bernard Cazeneuve, hasta ahora ministro del Presupuesto,
un hombre que si es de alguien es de Laurent Fabius. Propiamente 'vallsista',
en el nuevo Gobierno, no hay pues nadie...
El nuevo Gobierno, en realidad, tiene poco de nuevo. Es más
reducido –16 ministros, frente a los 38 del anterior–, lo cual ha precipitado
la salida de algunas figuras, como Pierre Moscovici (Economía) o Vincent
Peillon (Educación), y obligará a otras –como Fleur Pellerin, exministra
delegada–, a regresar por la puerta pequeña como secretaria de Estado. Pero la
mayoría de sus miembros, algunos con una nueva responsabilidad, ya se sentaban
cada miércoles en el Salón Murat del palacio del Elíseo. Sólo hay dos cara
nuevas: el ya citado François Rebsamen, reelegido alcalde de Dijon y como tal
uno de los pocos que se ha salvado de la quema en las elecciones locales. Y,
por encima de todo, Ségolène Royal. La malograda candidata socialista al Elíseo
en el 2007 frente a Nicolas Sarkozy, acantonada en la presidencia de la región
Poitou-Charentes, era la única figura de peso de la izquierda que había quedado al margen
del nuevo poder socialista inaugurado por la elección de François Hollande como
presidente de la República en el 2012. Ahora regresa por todo lo alto a la
primera línea política como superministra de Ecología, Desarrollo Sostenible y
Energía, una de las carteras que tendrá más peso en la segunda parte del
quinquenato, en la que Hollande quiere impulsar la transición energética.
El regreso de Ségolène Royal, excompañera sentimental del
presidente francés –del que se separó en el 2007– y madre de sus cuatro hijos,
era cosa hecha desde principios de año, cuando saltó el único obstáculo que
impedía su regreso: la segunda mujer del presidente, Valérie Trierweiler, que
había vetado personalmente a su antigua rival. La ruptura de la pareja
presidencial el pasado mes de enero, tras conocerse la relación amorosa de
Hollande con la actriz Julie Gayet, le despejó definitivamente el camino para
acceder al Gobierno.
Del mismo modo que la sorprendente negativa de Europa
Ecología-Los Verdes a seguir en el Gabinete, donde el nuevo primer ministro les
había propuesto justamente el ministerio de Ecología, le ha abierto las puertas
a lo grande. Royal figura como número tres del Gabinete, detrás de Manuel Valls
y del ministro d Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, que mantiene el puesto.
La decisión de la dirección de Los Verdes de salir del
Gobierno, a causa de sus desacuerdos con la línea política de Valls –quien sin
embargo les había ofrecido mucho más de lo que tenían–, es lo más parecido a un
suicidio político. Y ha abierto ya una profunda fractura en el partido, toda
vez que la mayor parte de los parlamentarios ecologistas eran favorables a
seguir en el Ejecutivo. Uno de ellos, François-Michel Lambert, no encontraba
explicación a semejante decisión: “Esto no tiene que ver con la política, sino
con la psiquiatría”, dijo.
Otra gran sorpresa es la continuidad en Justicia de
Christiane Taubira –que había protagonizado serios desencuentros con Valls
cuando éste estaba en Interior, sobre todo en la reforma penal– y, por encima
de todo, el nombramiento de Arnaud Montebourg, hasta ahora responsable de la
cartera de Regeneración Industrial, como ministro de Economía e Industria. Esta
promoción tranquilizará sin duda al ala izquierda del PS como inquietará en
Bruselas y Berlín, pues si por algo se ha destacado Montebourg, apóstol de la
“desmundialización”, es por sus aceradas críticas a la Comisión Europea y a la
política de austeridad presupuestaria dictada por Alemania.
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