Enclavada en una colina de
Saint-Paul de Vence (Costa Azul), en medio de un frondoso pinar y un jardín de
esculturas, la Fundación Maeght es un lugar luminoso y mágico. Un lugar de
quietud y de asombro. Resultado de la combinación perfecta de tres
sensibilidades –las del arquitecto Josep Lluís Sert, el pintor y escultor Joan
Miró, y Aimé Maeght, marchante de arte, galerista, editor y mecenas– es un
tesoro y a la vez un foco de proyección de la arquitectura y el arte moderno y
contemporáneo. Inaugurada el 28 de julio de 1964, la fundación conmemora ahora
su 50º aniversario con una exposición que celebra –hasta el próximo 9 de junio–
la fecunda imbricación de la arquitectura de Sert con el arte. “Sólo un
entendimiento desde el principio entre el pintor, el escultor y el arquitecto
puede culminar en una totalidad, en un conjunto”, escribió Josep Lluís Sert
cuando trabajaba en el proyecto.
Erigida una década antes que la Fundació Miró de Barcelona,
con la que guarda un indiscutible parentesco, la Fundación Maeght de Saint-Paul
de Vence es una de las grandes obras legadas por el arquitecto catalán. “La
verdad es que no le ha salido ni una sola arruga”, constata con orgullo Adrien
Maeght, presidente e hijo del promotor de la fundación. Una opinión que
comparte plenamente el arquitecto Jaume Freixa, antiguo colaborador de Sert –a
quien conoció a mediados de los sesenta y con quien trabajó durante diez años
en Estados Unidos– y presidente desde el 2009 de la Fundació Miró, de cuya
ampliación es autor. “Es una arquitectura que aguanta muy bien”, subraya
Freixa, consejero artístico de la exposición, a cuyo juicio el complejo de la
Fundación Maeght –que no es un edificio compacto, sino más bien una especie de
poblado– demuestra que se puede construir con “frescura e imaginación sin
perder la escala humana”.
El edificio de la fundación es, en sí mismo, la principal
estrella de la exposición. Una obra de madurez. Colaborador temprano de Le
Corbusier, con quien trabajó a finales de los años veinte, Josep Lluís Sert
(Barcelona 1902-1983) fue uno de los fundadores del grupo de arquitectos
renovadores del GATPAC, inscribiéndose en la escuela racionalista. De esa época
datan edificios tan conocidos en Barcelona como la Casa Bloc o la Joyería Roca,
ambos de 1934. La Guerra Civil española marcó un antes y un después en su
carrera. Exiliado en Estados Unidos, enseñó arquitectura en Yale y
posteriormente fue nombrado decano de de la Escuela de Diseño de Harvard. Muy
preocupado por el urbanismo, a sus alumnos trató de inculcarles las bondades de
la ciudad compacta frente al insostenible modelo norteamericano de los suburbios.
La arquitectura de esta segunda etapa de su vida, sin dejar
de ser racionalista, se inspira en los elementos típicos de la tradición
mediterránea –como los patios– y evoca de algún modo el espíritu de las casas
ibicencas. “Sert hacía una aquitectura funcional, pero dotada a la vez de una
visión artística –subraya Freixa–. Sabía servir muy bien un programa, pero con
una gracia y una armonía especial. La racionalidad no basta, la racionalidad ha
producido arquitectura muy mediocre”.
La exposición de Saint-Paul de Vence repasa de forma
exhaustiva, con la ayuda de cartas, planos y maquetas, la concepción del
edificio de la Fundación Maeght. Así como de las principales realizaciones o
proyectos de Sert vinculados el mundo del arte: el pabellón de la República
Española para la Exposición Internacional de París de 1937 –donde se exhibió
por primera vez el “Guernica”, de Picasso–; el taller de Joan Miró en Palma de
Mallorca (1956), la casa-taller para Georges Braque en Saint-Paul de Vence
(1959), el proyecto de casa para Marc Chagall en Vence (1961), el taller de Zao
Wou-Ki en Ibiza (1972), la Escuela de Bellas Artes de Besançon (1972) y la
Fundació Miró de Barcelona (1975). Todo ello completado con entrevistas y un
documental sobre el arquitecto. Y jalonado con pinturas y esculturas de los
artistas que fueron objeto de la prolija correspondencia entre Josep Lluís Sert
y Aimé Maeght: Pierre Bonnard, Georges Braque, Marc Chagall, Eduardo Chillida,
Alberto Giacometti, Julio González, Vassily Kandisnky, Fernand Léger, Henri
Matisse o Joan Miró...
“Hay en mi arquitectura algo fundamental: un elemento
mediterráneo que es como una nostalgia del clima, de la luz”, escribió Sert en
1972. Lamentablemente, la luz, esa luz que insufla de vida sus edificios, ha
tenido que amortiguarse, así en Saint-Paul de Vence como en Barcelona, en aras
de la protección de las pinturas.
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