"Perdona, sólo será un
instante, pero tengo que contestar un correo del trabajo”. Cuántas
veces se habrá escuchado un argumento así en la mesa de un restaurante, en la
terraza de un bar, en el sofá de casa frente al televisor... Los nuevos medios
tecnológicos, y en particular los teléfonos inteligentes, permiten permanecer
conectados 24 horas al día con todo el mundo. Y también con el trabajo, destrozando
en la práctica, para muchos profesionales, el antiguo concepto de la jornada
laboral. La deriva ha alcanzado tal dimensión que algunas empresas, de acuerdo
con sus empleados, empiezan a aceptar el principio de la autolimitación. Y a
establecer nuevas reglas que permitan salvaguardar un poco de vida privada.
Uno de los primeros en adoptar una medida de este tipo fue
el grupo alemán Volkswagen, que a finales del 2011 decidió interrumpir en
Alemania el envío de mensajes corporativos a través de los Blackberry de
empresa entre las 18.15 horas –media hora después del término de la jornada
laboral– y las 7.00 horas –media hora antes de la entrada–, de acuerdo con el
comité de empresa.
Ahora, la patronal francesa Syntec –que agrupa a un millar
de empresas del sector de la consultoría y la ingeniería– ha llegado a un
convenio colectivo con cuatro sindicatos, la CFDT, la CGT, la CFTC y la CGC ,
para establecer asimismo limitaciones al trabajo fuera de horas. El acuerdo,
firmado el pasado 1 de abril, revisa y precisa un pacto anterior de 1999 sobre
la jornada laboral de los cuadros –que no están sujetos a la semana laboral de
35 horas y tienen una jornada flexible– en los gabinetes de estudios y de
consultoría. Y, en este contexto, introduce por primera vez, negro sobre
blanco, el principio de “desconexión” tecnológica fuera de la jornada laboral.
Curiosamente, no lo recoge como un derecho del trabajador, sino como una
obligación...
“La efectividad del respeto por el asalariado de las
duraciones mínimas de reposo implica para este último una obligación de
desconexión de los instrumentos de comunicación a distancia”, estipula en
concreto el artículo 4.8.1, donde se recuerda que el tiempo de reposo mínimo
garantizado por la ley es de 11 horas consecutivas por día y 35 horas
consecutivas a la semana (esto es, un descanso de 24 horas al que se añaden las
11 horas de la noche anterior). El acuerdo es, sin embargo, muy vago. En
principio, cada empresa debe instroducir este principio en su reglamento
interno para que pueda ser efectivo. Y deja asimismo un amplio margen de
discreción a los trabajadores a quienes se computa su dedicación por días
trabajados al año, que pueden “gestionar libremente” el tiempo que destinan a
su misión. Eso sí, se les invita a realizar unas jornadas “razonables”.
Contra la tiranía de los correos electrónicos, pero no
únicamente en la vida privada, se levantó también hace un par de años el
presidente del grupo francés de tecnologías de la información Atos, Thierry
Breton, quien decretó el “Zero email”. Desde entonces, sus trabajadores se
comunican a través de aplicaciones de comunicación alternativas y de redes
sociales y los e-mails tradicionales han sido prohibidos.
“Producimos información a una escala masiva que está
contaminando nuestro medio ambiente de trabajo e invadiendo nuestra vidas
personales”, declaró en aquel momento Thierry Breton, quien apuntó que sus
directivos y managers recibían una media de 200 e-mails diarios –el 18%,
calificados de spams– y empleaban entre cinco y 20 horas semanales en leer y
escribir correos electrónicos. Su prohibición –algo que ha sido imitado ya por
otros grupos– sólo puede beneficiar, según Atos, al desarrollo de la empresa y
del negocio. En su página web alerta convenientemente a sus clientes: “Zero email
empieza con usted. Por favor, contáctenos durante nuestra jornada”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario