sábado, 19 de abril de 2014

El hada de la moda

Cuando el barco amenaza con hundirse –o casi–, hay que coger lo más valioso que uno pueda llevar consigo y saltar sobre un bote salvavidas. Eso es exactamente lo que hizo Mouna Ayoub, millonaria mujer de negocios libanesa y consumidora compulsiva de alta costura, cuando su soberbio yate de cuatro mástiles, el Phocéa, embarrancó en el 2002 en la costa de la isla de Córcega, cerca de Saint-Florent. Ayoub se vistió con uno de sus exclusivos modelos de Jean-Paul Gaultier –Bateau-Lavoir– y cargó dinero y joyas por valor de cinco millones de euros en un bolso –Houston– diseñado por Marc Jacobs para Louis Vuitton. Caído al mar a causa de una falsa maniobra, el Houston flotó y su tesoro pudo ser recuperado por su propietaria. El bolso, de un valor estimado de entre 400 y 600 euros, y el conjunto de Gaultier –de 10.000 a 20.000 euros– forman parte de las 1.000 piezas del rico patrimonio que albergaba el velero y que, agrupadas en 400 lotes, saldrán a subasta en la casa Drouot de París los próximos 28 y 29 de abril. El Phocéa fue vendido antes, en el 2010.

El catálogo de la subasta es una muestra limitada, pero harto significativa, del gusto de Mouna Ayoub por los productos de lujo. Basta comprobar las firmas: Baccarat, Bulgari, Cartier, Dior, Dunhill, Hermès, Jean Paul Gaultier Couture, Lalique, Lanvin, Lorenz Bäumer, Louis Vuitton, Swarovski, Tiffany & Co, Yves Saint Laurent... ¡Y lo que no está allí!

Porque si por algo es esencialmente conocida Mouna Ayoub en el mundo de la moda es por ser la primera consumidora –y auténtica mecenas– de la alta costura, un club hiperrestringido en el que reina sin competencia, como un hada madrina. Cada año compra entre una docena y una veintena de vestidos exclusivos a los grandes creadores. Sólo los luce una vez, veces ni eso. Y en las tres últimas décadas ha atesorado una colección valiosísima integrada por 1.600 modelos únicos, que conserva en cajas especiales –alejados del polvo, de la luz, de la humedad, del calor– y perfectamente inventariados en una almacén en el centro de Francia. Uno de sus modelos más caros, Gold, de Chanel –valorado en 300.000 euros–, lo cedió al Museo de la Moda. “Adoro la alta costura, es mi única pasión –ha dicho–, algunos se gastan millones en el juego, otros trafican con armas, no hay nada de vergonzoso en comprar alta costura”. Sobre todo, si se puede.

Mouna Ayoub, nacida en Kuwait en febrero de 1957 en el seno de una familia libanesa de confesión cristiana maronita, no parecía llamada a poder pagarse algún día los caros modelitos que veía en las revistas francesas de moda. Instalada en París, donde su familia se refugió huyendo de la guerra civil en Líbano en 1975, Ayoub combinaba sus estudios universitarios por la mañana con un trabajo de camarera por la tarde en el restaurante Le Beyrouth, cuando conoció allí al que sería su marido, el hombre de negocios saudí Nasser al-Rachid, próximo al rey Jaled y llamado a convertirse en multimillonario. Ella tenía 19 años, él veinte más.

El día de su boda, el 1 de febrero de 1978, ella lució su primer vestido de alta costura, un modelo de Jean-Louis Scherrer. Convertida forzosamente al islam e instalada en Arabia Saudí, la alta costura pasó a ser desde entonces un capricho que mostrar únicamente en privado, en la mansión dorada en la que vivió 18 años, obligada a salir tapada de pies a cabeza, sin poder conducir, pasear sola o hablar con hombres. Y en el pretexto para hacer suntuosas escapadas a París. Así lo explica en su biografía –La Vérité–, editada en el 2000.

Su vida cambió con su divorcio, en 1996, con el que Mouna Ayoub –a cambio de ceder a su exmarido la custodia de los cinco hijos de la pareja y otras salvaguardas jurídicas– obtuvo una suculenta compensación valorada en 420 millones de francos (64 millones de euros) en forma de joyas, lingotes de oro, coches de lujo, un gran apartamento en Montecarlo –donde reside–, una mansión en Neuilly-sur-Seine –junto a París– y otras propiedades en Estados Unidos, Líbano y Arabia Saudí, así como fondos depositados en varias cuentas bancarias. Y que ella ha hecho crecer hasta acumular una fortuna calculada en 360 millones de euros.

Pocos meses después adquirió el Phocéas, impresionante velero que había pertenecido al empresario Bernard Tapie y que hizo remozar de arriba a abajo para convertirlo en un yate de superlujo. Por sus puentes pasearon desde el Príncipe Alberto de Mónaco al rey Juan Carlos de España, pasando por numerosas personalidades de la economía, de la moda, de la música y del cine. La fuente de plata donde se mantenía frío el champán –diseñada por el joyero Cusí– sale también a subasta con un valor estimado de 2.000 a 4.000 euros. ¿Quién puja? 


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