Cuando el barco
amenaza con hundirse –o casi–, hay que coger lo más valioso que uno pueda
llevar consigo y saltar sobre un bote salvavidas. Eso es exactamente lo que
hizo Mouna Ayoub, millonaria mujer de negocios libanesa y consumidora
compulsiva de alta costura, cuando su soberbio yate de cuatro mástiles, el Phocéa, embarrancó en el 2002 en la costa de la isla de
Córcega, cerca de Saint-Florent. Ayoub se vistió con uno de sus exclusivos
modelos de Jean-Paul Gaultier –Bateau-Lavoir– y cargó
dinero y joyas por valor de cinco millones de euros en un bolso
–Houston– diseñado por Marc Jacobs para Louis Vuitton. Caído
al mar a causa de una falsa maniobra, el Houston flotó y
su tesoro pudo ser recuperado por su propietaria. El bolso, de un valor
estimado de entre 400 y 600 euros, y el conjunto de Gaultier –de 10.000 a 20.000 euros–
forman parte de las 1.000 piezas del rico patrimonio que albergaba el velero y
que, agrupadas en 400 lotes, saldrán a subasta en la casa Drouot de París los
próximos 28 y 29 de abril. El Phocéa fue vendido antes,
en el 2010.
El catálogo de la subasta es una muestra limitada, pero
harto significativa, del gusto de Mouna Ayoub por los productos de lujo. Basta
comprobar las firmas: Baccarat, Bulgari, Cartier, Dior, Dunhill, Hermès, Jean
Paul Gaultier Couture, Lalique, Lanvin, Lorenz Bäumer, Louis Vuitton,
Swarovski, Tiffany & Co, Yves Saint Laurent... ¡Y lo que no está allí!
Porque si por algo es esencialmente conocida Mouna Ayoub en
el mundo de la moda es por ser la primera consumidora –y auténtica mecenas– de
la alta costura, un club hiperrestringido en el que reina sin competencia, como
un hada madrina. Cada año compra entre una docena y una veintena de vestidos
exclusivos a los grandes creadores. Sólo los luce una vez, veces ni eso. Y en
las tres últimas décadas ha atesorado una colección valiosísima integrada por
1.600 modelos únicos, que conserva en cajas especiales –alejados del polvo, de
la luz, de la humedad, del calor– y perfectamente inventariados en una almacén
en el centro de Francia. Uno de sus modelos más caros, Gold, de Chanel –valorado en 300.000 euros–, lo cedió al
Museo de la Moda. “Adoro la alta costura, es mi única pasión –ha dicho–,
algunos se gastan millones en el juego, otros trafican con armas, no hay nada
de vergonzoso en comprar alta costura”. Sobre todo, si se puede.
Mouna Ayoub, nacida en Kuwait en febrero de 1957 en el seno
de una familia libanesa de confesión cristiana maronita, no parecía llamada a
poder pagarse algún día los caros modelitos que veía en las revistas francesas
de moda. Instalada en París, donde su familia se refugió huyendo de la guerra
civil en Líbano en 1975, Ayoub combinaba sus estudios universitarios por la
mañana con un trabajo de camarera por la tarde en el restaurante Le
Beyrouth, cuando conoció allí al que sería su marido, el hombre de
negocios saudí Nasser al-Rachid, próximo al rey Jaled y llamado a convertirse
en multimillonario. Ella tenía 19 años, él veinte más.
El día de su boda, el 1 de febrero de 1978, ella lució su
primer vestido de alta costura, un modelo de Jean-Louis Scherrer. Convertida
forzosamente al islam e instalada en Arabia Saudí, la alta costura pasó a ser
desde entonces un capricho que mostrar únicamente en privado, en la mansión
dorada en la que vivió 18 años, obligada a salir tapada de pies a cabeza, sin
poder conducir, pasear sola o hablar con hombres. Y en el pretexto para hacer
suntuosas escapadas a París. Así lo explica en su biografía –La
Vérité–, editada en el 2000.
Su vida cambió con su divorcio, en 1996, con el que Mouna
Ayoub –a cambio de ceder a su exmarido la custodia de los cinco hijos de la
pareja y otras salvaguardas jurídicas– obtuvo una suculenta compensación
valorada en 420 millones de francos (64 millones de euros) en forma de joyas,
lingotes de oro, coches de lujo, un gran apartamento en Montecarlo –donde
reside–, una mansión en Neuilly-sur-Seine –junto a París– y otras propiedades
en Estados Unidos, Líbano y Arabia Saudí, así como fondos depositados en varias
cuentas bancarias. Y que ella ha hecho crecer hasta acumular una fortuna
calculada en 360 millones de euros.
Pocos meses después adquirió el Phocéas, impresionante velero que había pertenecido al
empresario Bernard Tapie y que hizo remozar de arriba a abajo para convertirlo
en un yate de superlujo. Por sus puentes pasearon desde el Príncipe
Alberto de Mónaco al rey Juan Carlos de España, pasando por numerosas
personalidades de la economía, de la moda, de la música y del cine. La fuente
de plata donde se mantenía frío el champán –diseñada por el joyero Cusí– sale
también a subasta con un valor estimado de 2.000 a 4.000 euros. ¿Quién
puja?
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