domingo, 30 de junio de 2013

La iglesia de los pleitos

Para el arquitecto español Manuel Núñez-Yanowsky, de 70 años, el proyecto de la nueva iglesia ortodoxa rusa de París, apadrinada por el Kremlin y el Elíseo, y situada en uno de los lugares más emblemáticos y visibles de la capital francesa, a orillas del Sena, estaba llamado a ser la espectacular culminación de su carrera. Estaba… Porque por en medio se cruzó la política y el cambio de presidente de la República, en mayo del 2012, comportó la suspensión de su proyecto y su apartamiento de la obra. Ahora, Núñez-Yanowsky ha presentado tres denuncias paralelas contra la Federación de Rusia –y el arquitecto que oficiosamente le ha sustituido, Jean-Michel Wilmotte–, la ministra francesa de Cultura, Aurélie Filippetti, y el alcalde de París, Bertrand Delanoë.

“No tenían derecho a rescindir mi contrato como lo hicieron, estoy convencido de que aquí hay algo personal y quiero saber qué”, sostiene Núñez Yanowsky. “No es un problema de dinero –precisa–, sino de humillación personal y profesional. Lo único que quiero es ser reintegrado en el proyecto”. Afincado en París desde hace años, Núñez-Yanowsky fue socio de Ricard Bofill en los años sesenta y setenta, y entre sus obras más conocidas en España está la sede del Teatre Lliure en Montjuïc (del año 1996)

El arquitecto español, asociado con el estudio ruso Arch Group, ganó en marzo del año 2011 el concurso internacional convocado para erigir una nueva y gran iglesia ortodoxa en París, un proyecto pactado por Nicolas Sarkozy y Vladimir Putin, políticamente interesado en tratar de devolver a los ortodoxos rusos afincados en Francia a la órbita del patriarcado de Moscú. En la actualidad, la única iglesia ortodoxa rusa de París –Saint Alexandre Nevsky– depende del patriarcado de Contastinopla.

El emplazamiento escogido fue una antigua finca propiedad del Estado francés que había albergado la sede de Méteo France –vendida a Rusia por 70 millones de euros– junto al Pont de l’Alma, cerca de la torre Eiffel.

El proyecto de Núñez-Yanowsky combinaba la arquitectura tradicional de este tipo de templos con una visión contemporánea –la parte más espectacular era una gran cubierta de cristal que descendía de las cinco cúpulas doradas en forma de bulbo– y recibió en su momento el acuerdo de casi todas las instancias implicadas, empezando por el entonces ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand. Sólo el alcalde de París, el socialista Bertrand Delanoë, expresó su disgusto. Pero entonces no gobernaban los suyos.

Todo fue bien hasta que, en las elecciones del 2012, François Hollande llegó al Elíseo. De repente, todo fueron problemas. Y quienes antes aplaudieron el proyecto, empezaron a encontrarle pegas. En otoño del año pasado, el arquitecto jefe de Bâtiments de France, Jean-Marc Blanchecotte –quien antes se había manifestado favorable–, y la directora de asuntos culturales de Île-de-France, Muriel Genthon, emitieron sendos informes negativos. Ante el cambio del Gobierno francés, los rusos retiraron en noviembre la solicitud del permiso de obras y en marzo rescindieron el contrato de Núñez-Yanowsky.

Por imposición del Elíseo, un nuevo arquitecto –Jean-Michel Wilmotte, que quedó segundo en el concurso– ha sido encargado de elaborar un nuevo proyecto, sin que en ningún momento se haya dado la oportunidad al arquitecto español de corregir los teóricos problemas del suyo. Para Núñez-Yanowsky, no hay ninguna duda de que se han orquestado falsos argumentos para anular, de facto, el resultado del concurso por desacuerdos estéticos.

La prueba es que en una reunión de trabajo que Núñez-Yanowsky y otros implicados en el proyecto mantuvieron en la embajada rusa en París el 16 de octubre pasado, el embajador, Alexandre Orlov, habría asegurado que los propios funcionarios implicados le habían confesado que el Ministero de Cultura les había dado instrucciones para hacer los informes negativos. La socia de Núñez-Yanowsky, Miriam Teitelbaum, grabó la conversación en su teléfono móvil y ahora esta grabación –integrada por dos secuencias de 16 y 27 minutos– será presentada como prueba.

El abogado del arquitecto español, Louis Fauquet, fundamenta en esta conversación la demanda contra la ministra de Cultura, Aurélie Filippeti, a quien acusa del delito de abuso de autoridad. La demanda contra Bertrand Delanoë –a quien se reclaman diez millones de euros de indemnización– le acusa de haber utilizado el peso de su cargo y haber maniobrado entre bambalinas para alterar el resultado de un concurso legal en el que, sin embargo, el Ayuntamiento participó como miembro del jurado. A la Federación de Rusia se la demanda –sin petición de dinero de por medio– por la ruptura del contrato.

Un portavoz de la alcaldía de París juzgó que la denuncia contra Delanoë es “totalmente inaceptable”, por cuanto el municipio no tenía en este caso ningún poder decisorio, sino “meramente consultivo”. Ni el Ministerio de Cultura ni le embajada rusa respondieron a la petición de información de este diario. 



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