Para el arquitecto
español Manuel Núñez-Yanowsky, de 70 años, el proyecto de la nueva
iglesia ortodoxa rusa de París, apadrinada por el Kremlin y el Elíseo, y
situada en uno de los lugares más emblemáticos y visibles de la capital
francesa, a orillas del Sena, estaba llamado a ser la espectacular culminación
de su carrera. Estaba… Porque por en medio se cruzó la política y el cambio de
presidente de la República, en mayo del 2012, comportó la suspensión de su
proyecto y su apartamiento de la obra. Ahora, Núñez-Yanowsky ha presentado tres
denuncias paralelas contra la Federación de Rusia –y el arquitecto que
oficiosamente le ha sustituido, Jean-Michel Wilmotte–, la ministra francesa de
Cultura, Aurélie Filippetti, y el alcalde de París, Bertrand Delanoë.
“No tenían derecho a rescindir mi contrato como lo hicieron,
estoy convencido de que aquí hay algo personal y quiero saber qué”, sostiene
Núñez Yanowsky. “No es un problema de dinero –precisa–, sino de humillación
personal y profesional. Lo único que quiero es ser reintegrado en el proyecto”.
Afincado en París desde hace años, Núñez-Yanowsky fue socio de Ricard Bofill en
los años sesenta y setenta, y entre sus obras más conocidas en España está la
sede del Teatre Lliure en Montjuïc (del año 1996)
El arquitecto español, asociado con el estudio ruso Arch
Group, ganó en marzo del año 2011 el concurso internacional convocado para
erigir una nueva y gran iglesia ortodoxa en París, un proyecto pactado por
Nicolas Sarkozy y Vladimir Putin, políticamente interesado en tratar de
devolver a los ortodoxos rusos afincados en Francia a la órbita del patriarcado
de Moscú. En la actualidad, la única iglesia ortodoxa rusa de París –Saint
Alexandre Nevsky– depende del patriarcado de Contastinopla.
El emplazamiento escogido fue una antigua finca propiedad
del Estado francés que había albergado la sede de Méteo France –vendida a Rusia
por 70 millones de euros– junto al Pont de l’Alma, cerca de la torre Eiffel.
El proyecto de Núñez-Yanowsky combinaba la arquitectura
tradicional de este tipo de templos con una visión contemporánea –la parte más
espectacular era una gran cubierta de cristal que descendía de las cinco
cúpulas doradas en forma de bulbo– y recibió en su momento el acuerdo de casi
todas las instancias implicadas, empezando por el entonces ministro de Cultura,
Frédéric Mitterrand. Sólo el alcalde de París, el socialista Bertrand Delanoë,
expresó su disgusto. Pero entonces no gobernaban los suyos.
Todo fue bien hasta que, en las elecciones del 2012,
François Hollande llegó al Elíseo. De repente, todo fueron problemas. Y quienes
antes aplaudieron el proyecto, empezaron a encontrarle pegas. En otoño del año
pasado, el arquitecto jefe de Bâtiments de France, Jean-Marc Blanchecotte
–quien antes se había manifestado favorable–, y la directora de asuntos
culturales de Île-de-France, Muriel Genthon, emitieron sendos informes
negativos. Ante el cambio del Gobierno francés, los rusos retiraron en
noviembre la solicitud del permiso de obras y en marzo rescindieron el contrato
de Núñez-Yanowsky.
Por imposición del Elíseo, un nuevo arquitecto –Jean-Michel
Wilmotte, que quedó segundo en el concurso– ha sido encargado de elaborar un
nuevo proyecto, sin que en ningún momento se haya dado la oportunidad al
arquitecto español de corregir los teóricos problemas del suyo. Para
Núñez-Yanowsky, no hay ninguna duda de que se han orquestado falsos argumentos
para anular, de facto, el resultado del concurso por desacuerdos estéticos.
La prueba es que en una reunión de trabajo que
Núñez-Yanowsky y otros implicados en el proyecto mantuvieron en la embajada
rusa en París el 16 de octubre pasado, el embajador, Alexandre Orlov, habría
asegurado que los propios funcionarios implicados le habían confesado que el
Ministero de Cultura les había dado instrucciones para hacer los informes
negativos. La socia de Núñez-Yanowsky, Miriam Teitelbaum, grabó la conversación
en su teléfono móvil y ahora esta grabación –integrada por dos secuencias de 16
y 27 minutos– será presentada como prueba.
El abogado del arquitecto español, Louis Fauquet, fundamenta
en esta conversación la demanda contra la ministra de Cultura, Aurélie
Filippeti, a quien acusa del delito de abuso de autoridad. La demanda contra
Bertrand Delanoë –a quien se reclaman diez millones de euros de indemnización–
le acusa de haber utilizado el peso de su cargo y haber maniobrado entre
bambalinas para alterar el resultado de un concurso legal en el que, sin
embargo, el Ayuntamiento participó como miembro del jurado. A la Federación de
Rusia se la demanda –sin petición de dinero de por medio– por la ruptura del
contrato.
Un portavoz de la alcaldía de París juzgó que la denuncia
contra Delanoë es “totalmente inaceptable”, por cuanto el municipio no tenía en
este caso ningún poder decisorio, sino “meramente consultivo”. Ni el Ministerio
de Cultura ni le embajada rusa respondieron a la petición de información de
este diario.
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