África del Oeste
tiene un nuevo héroe: François Hollande. Una decena de dirigentes
oesteafricanos acudió ayer a París a rendir un caluroso homenaje al presidente
francés por su intervención militar en Mali contra los grupos armados
terroristas, que le ha valido ser galardonado con el Premio Félix
Houphouët-Boigny a la búsqueda de la Paz concedido por la Unesco. “Puede
parecer una paradoja recibir una recompensa por la búsqueda de la paz después
de haber asumido la responsabilidad de una guerra”, admitió Hollande, quien
justificó una vez más la urgencia de intervenir en Mali –donde Al Qaeda en el
Magreb Islámico (AQMI) y otros grupos islamistas amenazaban con tomar el poder–
y destacó el apoyo recibido por Francia de la comunidad internacional.
“La decisión que yo tomé el 11 de enero en nombre de Francia
–subrayó Hollande– no tenía otro objetivo que detener una agresión (...) Frente
al odio, la debilidad hubiera sido culpable, la fuerza era legítima. Todo
retraso hubiera sido desastroso, toda duda hubiera sido trágica”. “Era una
deuda que mi país tenía con África”, añadió. Transmutado en jefe de guerra,
Hollande se ganó ese día en África del Oeste, entre ese grupo de antiguas
colonias francesas conocido por Françafrique, el título
de Hollande, el liberador. Y reforzó el papel hegemónico
de Francia en una región donde conserva importantes intereses económicos y
estratégicos.
La intervención militar francesa, respaldada sobre el
terreno por tropas chadianas –las más preparadas de la región–, logró en tres
meses rechazar el avance de los grupos armados islamistas y expulsarlos del
país. El presidente interino de Mali, Dioncounda Traoré, presente ayer en
París, expresó su gratitud al presidente francés, al que calificó de “soldado
de la paz”. No fue el único: “Si Francia no hubiera intervenido, ¿dónde
estaríamos? Sólo Dios lo sabe. No lo diremos nunca bastante: gracias, gracias a
Francia”, declaró el presidente de Benin, Thomas Boni Yayi, ex presidente de la
Unión Africana.
A juicio del jurado de la Unesco –organización donde los
países africanos tienen un peso significativo–, la acción de los grupos
terroristas era una grave amenaza para la paz no sólo en Mali, sino en toda la
región, donde no sólo los derechos humanos sino también el patrimonio cultural
de la humanidad –como los manuscritos de Tombuctú–
estaban en peligro. “El jurado ha sido sensible a la solidaridad de Francia con
los pueblos de África”, señaló su presidente, el ex dirigente mozambiqueño
Joaquim Chissano. El premio Félix Houphouët-Boigny –creado en 1989 en recuerdo
y honor del primer presidente de Costa de Marfil tras la independencia– ha sido
concedido hasta ahora, entre otros, a Nelson Mandela, Frederik W. de Klerk,
Yitzhak Rabin, Shimon Peres, Yasser Arafat, Luiz Inacio Lula da Silva y las
Madres de Mayo.
Dotado con 150.000 dólares (cerca de 115.000 euros),
Hollande anunció que repartirá la cuantía del premio entre dos asociaciones,
una maliense de ayuda a las mujeres y una francesa de ayuda a los soldados
heridos y las familias de los caídos. En el caso de Mali, el ejército francés
ha sufrido seis bajas mortales.
Junto a los presidentes de Mali y de Benin, también
acudieron al acto de entrega del premio en la sede de la Unesco, en París, los
presidentes de Costa de Marfil, Alassane Ouattara –presidente a su vez de La
Comunidad Económica de los Estados de África del Oeste (Cedeao)–; Chad, Idriss
Déby; Senegal, Macky Sall; Mauritania, Mohamed Ould Abdel Aziz; Burkina Faso,
Blaise Compaoré, y Gabón, Ali Bongo Ondimba; así como el primer ministro de
Níger, Brigi Rafini.
Todos ellos participaron en un almuerzo de trabajo en el
Elíseo, en el que François Hollande abordó la situación de la seguridad en el
Sahel y empezó a preparar una cumbre sobre la Paz y la Seguridad en África que
se celebrará en París el 6 y 7 de diciembre. “La situación en el Sahel sigue
siendo frágil”, remarcó el presidente francés durante su discurso en la Unesco,
donde recordó los acos terroristas que ha sufrido recientemente Níger, un país
que hasta ahora se había librado de este tipo de problema. “El combate bo ha
acabado. Hay todavía mucho que hacer, en Mali y más allá. Es una gran parte de
África la que está hoy amenazada”, añadió. os grupos terroristas expulsado de
Mali, aunque debilitados, no han sido aniquilados y han buscado refugio en el
desierto. En París empieza a sopesarse ya la conveniencia de una segunda
intervención militar en el sur de Libia.
La cuestión tampoco está del todo arreglada en Mali, donde
el miércoles estallaron nuevos enfrentamientos armados entre el ejército
maliense y los rebeldes tuaregs, lo que pone seriamente a prueba el proceso de
reconciliación que pide Francia. Hollande recordó ayer al presidente Traoré el
compromiso de celebrar elecciones el 28 de julio.
Siria: “Hay que actuar”
“Nosotros hemos aportado elementos de prueba que ahora
obligan a la comunidad internacional a actuar”, declaró el presidente Hollande
después de que el Gobierno francés haya comprobado –a partir de muestras
aportadas por dos periodistas de Le Monde– que el
régimen sirio ha utilizado armas químicas, en concreto gas sarín, contra las
fuerzas rebeldes. Londres ha confirmado también por su parte que dispone de
pruebas el respecto, pero Washington consideró que hay que profundizar los
análisis... Más beligerante, el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius,
dio por hecho que “se ha franqueado una línea” y que, en consecuencia, “todas
las opciones están sobre la mesa”, incluida pues la militar. Sin embargo, París
ha reafirmado que nunca actuará fuera del marco internacional.
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