lunes, 10 de junio de 2013

Librerías bajo el paraguas del Estado

Cuando en 1997 la célebre librería parisina Le Divan –adquirida por la editorial Gallimard a mediados de los sesenta– decidió mudarse en busca de más espacio y cedió su local de la rue de l'Abbaye, frente a la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, a una selecta tienda de Dior, muchos vieron en ello un mal presagio. Las viejas librerías parecían amenazadas de un ineludible desahucio por las pujantes y poderosas marcas de moda y lujo, las únicas aparentemente capaces de pagar los elevados alquileres de los barrios más encopetados de París. Y sin embargo… quince años más tarde, en mayo del 2012, Dior abandonó su privilegiado emplazamiento y una nueva librería –La Hune, propiedad de Flammarion, que se trasladó desde su antigua sede del cercano boulevard Saint-Germain– ocupó su lugar. Todo un símbolo de la capacidad de resistencia de un sector que en Francia sobrevive apadrinado por el Estado.

Por mucho que les guste a los franceses –que les gusta, y mucho– alardear de la “excepción francesa” en todos los terrenos, especialmente el cultural, lo cierto es que París, como cualquier otra gran ciudad del mundo, sufre la misma presión que las demás con la implantación de las grandes franquicias multinacionales y la amenaza de pérdida de establecimientos comerciales históricos y emblemáticos. La evolución de los Campos Elíseos, donde las grandes enseñas de marcas de ropa van ganando terreno y banalizando su imagen, es un claro exponente de este proceso.

Frente a esto, los ayuntamientos tienen pocos recursos. La ley les permite delimitar áreas de protección para garantizar la diversificación comercial y les otorga el derecho de tanteo y retracto, para evitar determinados traspasos. Sin embargo, la complejidad del proceso hace que se utilice poco. El reciente cierre de un tradicional local de la plaza del Tertre, en Montmartre, Au Pichet du Tertre, y su probable sustitución por una cafetería Starbucks, que levantó una protesta en el barrio, muestra los límites de esta protección.

Las librerías tradicionales, que en París constituyen elementos centrales del paisaje urbano, están especialmente expuestas. Sin embargo, las diversas líneas de ayuda que canaliza el Estado para salvaguardar un sector considerado estratégico ha hecho que muchas de ellas se hayan salvado.

Con una red de más de 2.500 establecimientos, que dan empleo a entre 13.000 y 14.000 personas, las librerías independientes se mantienen en Francia como la columna vertebral del sector editorial. El 41% de las ventas de libros –un total de 450,6 millones de ejemplares en el 2011– sigue pasando por sus manos y los libreros de barrio –algunos, reconvertidos incluso en estrellas televisivas– siguen siendo una institución sólidamente arraigada y algunos éxitos editoriales son directamente atribuibles a su labor. Si las librerías han resistido y siguen resistiendo pese a las dificultades, es gracias en gran medida a la ayuda pública y a un marco legal –como la ley del precio único del libro, aprobada en 1981 a iniciativa del entonces ministro de Cultura, Jack Lang– que limita la competencia de las grandes enseñas y superficies comerciales.
Ninguna de las ayudas y subvenciones previstas para las librerías, por tomar el sector emblemático más protegido, va dirigida directamente a garantizar su emplazamiento histórico, sino al mantenimiento de la actividad. Pero esto parece haber bastado hasta hoy para salvar muchas de ellas.

El Estado francés, a través del Centro Nacional del Libro, ofrece a los libreros varias líneas de ayuda, empezando por préstamos sin interés para abrir, relanzar o retomar una librería independiente, y subvenciones directas adicionales con el fin de constituir o reconstituir un stock de libros. También hay ayudas para crear sitios web colectivos, catálogos, etc.

La situación actual, sin embargo, caracterizada por una mayor competencia de las grandes cadenas comerciales –tipo FNAC– y de la venta de libros a través de internet –fundamentalmente de la multinacional Amazon, acusada por el Sindicato de Librerías de “competencia desleal” por acumular el máximo descuento legal del 5% con la gratuidad de los gastos de envío–, ha conducido al Gobierno a preparar una suerte de plan Marshal para las librerías. La ministra de Cultura, Aurélie Filippetti, fue la encargada de anunciar la buena nueva durante la celebración de los segundos Encuentros Nacionales de la Librería, los pasados 2 y 3 de junio en Burdeos, con la participación de 750 profesionales del sector.

Una primera parte del plan ya había sido desvelada durante el Salón del Libro, el pasado mes de marzo, y el resto se acabó de presentar en Burdeos. Básicamente, las medidas consisten en la creación de un fondo especial de ayuda a la tesorería de las librerías –con préstamos sin interés– dotado con cinco millones de euros, y de un fondo de ayuda a la transmisión (cuatro millones más), además de un aumento de otros dos millones de las ayudas del Centro Nacional del Libro. Los editores aportarán a su vez siete millones para un fondo complementario. A otro nivel, el Ministerio nombrará un Mediador para velar por el cumplimiento de las normas que regulan el sector –especialmente en internet– y se plantea adoptar nuevas medidas legislativas contra el “dumping” de las grandes multinacionales.


Vivir, morir, nacer

Algunas librerías, por su historia e influencia, han acabado convirtiéndose en una referencia, en un icono.

LA HUNE. Instalada inicialmente en el bulevard Saint-Germain, entre los célebres cafés Flore y Les Deux Magots, esta librería-galería fue lugar de cita predilecto de los surrealistas. Hoy ha rescatado el local de Dior en la rue de l’Abbaye.

DEL DUCA. Reverso de la moneda de La Hune, la librería fundada por Cino del Duca en 1952 en al bulevard de los Italianos, cerró e pasado noviembre debido a sus dificultades económicas.

LA GRIFFE NOIRE. Abierta en Saint-Maur-des-Fossés (al sudeste de París) en 1987, uno de sus fundadores, Gérad Collard, fue el primer librero en aparecer regularmente en televisión para dar consejos avisados sobre las novedades editoriales.





No hay comentarios:

Publicar un comentario