Campeón de Liga, cuartofinalista de la Champions, el nuevo
París Saint-Germain (PSG), con los colores –y los petrodólares- de Qatar,
parecía destinado a erigirse en el único rey y señor del gallinero en el fútbol
francés. Pero eso era sin contar con la aparición de otro gallo. Apenas
levantados de la postración, los parisinos se enfrentan ya a la dura
competencia de otro resucitado, también a base de talonario: el AS Mónaco.
Salvado de la segunda división y de la ruina por el multimillonario ruso Dimitri
Rybolovlev, que lo adquirió por un euro simbólico en diciembre del 2011, el
nuevo Mónaco ha empezado a gastar a espuertas y a reventar el mercado de
fichajes.
El viernes, el club monegasco anunció el fichaje del
delantero colombiano Radamel Falcao, procedente del Atlético de Madrid, por una
cuantía no confesada pero que de ser la que circula en medios futbolísticos –entre
50 y 60 millones de euros- lo convertiría en el fichaje más caro de la historia
del fútbol francés, superando al de Thiago Silva por el PSG el año pasado (49
millones). La cosa, sin embargo, no se ha acabado aquí.
Empujado por le voluminosa cartera de su propietario
–Rybolovlev es la 119ª fortuna mundial,
según la revista Forbes, con 9.100 millones de dólares (7.000 millones
de euros)-, el AS Mónaco ha gastado ya la bagatela de 120 millones de euros. En
su cartera de adquisiciones están también James Rodríguez y Joao Moutinho
(Porto), así como Ricardo Carvalho (Real Madrid). Y entre los jugadores que
suscitan su interés aparece asimismo el guardameta azulgrana Víctor Valdés…
Al borde de la quiebra, el AS Mónaco y su hasta entonces
principal accionista –la Société des Bains de Mer (SBM), participada por el
Principado- ni siquiera osaban soñar con algo así en el otoño del 2011, cuando
el club parecía haber llegado al fin del camino. La intervención salvadora de
Dimitri Rybolovlev fue providencial. A través de la sociedad Monaco Sports Investment
(MSI), que posee el 66% del capital, el antiguo presidente de la sociedad de
potasas Uralkali garantiza la continuidad de la entidad. Residente en Mónaco, su
pasado –en 1996 pasó casi un año en prisión acusado de encargar el asesinato
del director de una empresa que luego pasó bajo su control- no parece preocuparle
a casi nadie mientras el dinero fluya.
La mayoría de los clubes de fútbol franceses observan, en
cambio, con creciente inquietud este baile de millones. Frente a las billeteras
del qatarí Naser Al Jelaifi, presidente de Qatar Sports Investments (QSI) y del
PSG, y del antiguo emperador ruso de las potasas, determinados a disputarse la
Liga y la Champions, ¿qué opciones pueden quedarles al Olympique de Marsella o
al Olympique Lyonnais, al Saint-Étienne o a los Girondins de Burdeos?
Desde cierto punto de vista, el desembarco de estrellas en
la liga francesa y la rivalidad PSG-Mónaco seducen a todos los clubes, que ven
en ello un medio de atraer espectadores y suscitar el interés de las
televisiones. Pero las condiciones en que entra en la arena el AS Mónaco, un
club radicado en un paraíso fiscal que goza de sustantivas ventajas, provoca no
pocos resquemores. Cuando era un equipo modesto, esta situación no presentaba
ningún problema, pero ahora es juzgada como un caso de “competencia desleal”. El
AS Mónaco, por ejemplo, no paga impuestos por contratar a un jugador extranjero
y las cargas sociales que sufraga son muchísimo menores que las que se pagan en
Francia. En un contexto en que las empresas francesas pueden verse obligadas a
soportar el famoso impuesto del 75% sobre los salarios superiores al millón de
euros anuales, la comparación es odiosa.
La Liga Profesional de Fútbol (LFP) ha decidido, en
consecuencia, declarar la guerra. El pasado 21 de marzo, su consejo de
administración aprobó una reforma de los estatutos por la cual se obliga a
todos los clubes participantes en la liga a instalar su sede social en Francia
antes del 1 de junio del 2014, una medida pensada para el Mónaco, con el fin de
que quede sometido a las mismas reglas fiscales que los demás. Frente a sus
resistencia, el 3 de mayo hubo un intento de mediación de la Federación
Francesa de Fútbol, que propuso al multimillonario ruso pagar 200 millones de
euros como compensación en seis años, a cambio de retirar la reforma de los
estatutos. Rybolovlev rechazó de plano y con cajas destempladas tal
proposición, que consideró próxima a la extorsión. Y presentó un recurso ante
el Consejo d Estado, que abordará la cuestión a finales de este mes. Mientras,
las espadas siguen en alto.
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