A algunos hombres, cuando
llegan al ecuador de su vida, se les aparece lo que los franceses
llaman el “Démon de midi” y se fugan con una jovencita. A Virginie Merle, de 50
años, activista católica más conocida por el nombre artístico de Frigide Barjot
–irónica alusión a Brigitte Bardot–, hace cinco años se le apareció Dios. Y
bajo su bandera ha levantado un masivo movimiento contra el proyecto del
presidente François Hollande de legalizar el matrimonio homosexual. Mientras la
Unión por un Movimiento Popular (UMP) vegeta, postrada por la resaca de las
luchas internas entre los clanes de Jean-François Copé y François Fillon,
Frigide Barjot se ha convertido en la auténtica líder de la oposición, capaz de
sacar a la calle a cientos y cientos de miles de personas. “Cuando Dios está
ahí, todo es posible. Esto es lo que está pasando en Francia”, dice sin
pestañear.
Barjot habla con pasión, persuadida de estar llevando a cabo
una misión casi divina. Vestida de rosa, el color del movimiento (“El rosa es
un color alegre, común a las chicas y a los homosexuales”, argumenta), de su
cuello cuelgan una cruz, una imagen de la Vírgen y un crismón. “Había llegado a
la mitad de mi vida, lo tenía todo y no tenía nada. Sentía un vacío sideral,
tenía necesidad de absoluto”, explica tras definirse como “católica convertida”. Hija de una familia burguesa de Lyon,
bautizada como mandan los cánones y educada en un colegio de monjas, nunca
abrazó la fe... hasta ahora. “Hace cinco años encontré a Dios”, dice.
Una nueva vida empezó entonces para Frigide –así la llaman
hasta los obispos, no Virginie–, cuyo compromiso político ha sellado
probablemente para siempre su vida anterior. Casada con el escritor y humorista
Bruno Tellenne, alias Basile de Koch –con quien tiene
dos hijos–, su carrera profesional discurrió por el terreno de la canción, del
humor y de la parodia... Muy lejos de la que sus estudios en la selecta
Sciences Po –donde tuvo a François Hollande como maestro de conferencias– podía
hacer prever. Su salto a la televisión, a principios de los 2000, acabó
bruscamente cuando en uno de los programas en los que participaba le pidieron
que hiciera un sketch consistente en salir a la calle vestida de monja a vender
sex-toys. “Me negué, alegando que era católica. ¡A una musulmana no le hubieran
pedido salir con el hiyab a hacer lo mismo!”, objeta no
sin razón.
Su rebelión contra el matrimonio homosexual, que considera
una negación de la naturaleza humana, surgió de su rechazo a aceptar la
concesión de la adopción plena a los homosexuales y al cambio de la filiación.
“No somos homófobos –se defiende–, pero los niños nacen de un hombre y una
mujer. La ley no puede dar lo que la naturaleza no da”.
El 27 de mayo del 2012, pocos días después de la elección de
Hollande como presidente, creó el Colectivo por una Humanidad Duradera: “Todo
empezó en un café, Le Thermidor, de resonancias revolucionarias, éramos sólo
cuatro personas”, relata. Pero el carisma mediático de Frigide, que ella
relativiza (“Yo sólo he hecho una cosa: he hablado cuando todo el mundo
callaba”), logró levantar un tsunami. Seguramente nunca hubo un millón de
manifestantes el 13 de enero, ni 1,4 millones el 24 de marzo, pero sí había
cientos de miles. “Si el Senado aprueba la ley, el 26 de mayo seremos dos
millones –dice en plan retador–, ¡vamos a acabar con el espíritu de Mayo del
68!”.
Antigua chiraquista, Barjot pretende estar por encima de las
diferencias ideológicas (“No soy de derechas ni de izquierdas, soy de otra
parte”, sostiene) y se desmarca de la política tradicional, de sus “pactos y
cambalaches”. “Somos los saltimbanquis de la democracia francesa”, proclama.
¿Estará naciendo un nuevo Beppe Grillo? Es pronto para
descartarlo. El movimiento que ha desencadenado, aglutinador de descontentos y
desengañados, es demasiado fuerte, demasiado potente. Si la ley pasa, Frigide y
los suyos se plantean intervenir en la campaña de las elecciones municipales
del 2014. Y quién sabe si también en las presidenciales del 2017. ¿Hasta el
punto de presentarse? “No... Salvo que nadie asuma en su programa la defensa de
la dignidad humana”.
La tentación del escrache salta los Pirineos
El acoso a los parlamentarios –la táctica del escrache– ha
saltado los Pirineos. Un grupo de unos 60 activistas contrarios al matrimonio
homosexual se concentraron a las 6,15h de la mañana del jueves frente al
edificio donde reside la senadora centrista Chantal Jouanno –exministra de
Nicolas Sarkozy– para despertarla a gritos y reprocharle su anunciado voto a
favor de la reforma. Indignada por esta nueva forma de protesta, inédita en
Francia, Jouanno anunció la presentación de una denuncia. “Si nos plegamos ante
las amenazas, ante la fuerza, es el fracaso de la democracia”, advirtió. Algunos
grupos, como los integristas católicos de Civitas, han empezado a radicalizar
sus acciones.
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