domingo, 7 de abril de 2013

Saltimbanqui de la política


A algunos hombres, cuando llegan al ecuador de su vida, se les aparece lo que los franceses llaman el “Démon de midi” y se fugan con una jovencita. A Virginie Merle, de 50 años, activista católica más conocida por el nombre artístico de Frigide Barjot –irónica alusión a Brigitte Bardot–, hace cinco años se le apareció Dios. Y bajo su bandera ha levantado un masivo movimiento contra el proyecto del presidente François Hollande de legalizar el matrimonio homosexual. Mientras la Unión por un Movimiento Popular (UMP) vegeta, postrada por la resaca de las luchas internas entre los clanes de Jean-François Copé y François Fillon, Frigide Barjot se ha convertido en la auténtica líder de la oposición, capaz de sacar a la calle a cientos y cientos de miles de personas. “Cuando Dios está ahí, todo es posible. Esto es lo que está pasando en Francia”, dice sin pestañear.

Barjot habla con pasión, persuadida de estar llevando a cabo una misión casi divina. Vestida de rosa, el color del movimiento (“El rosa es un color alegre, común a las chicas y a los homosexuales”, argumenta), de su cuello cuelgan una cruz, una imagen de la Vírgen y un crismón. “Había llegado a la mitad de mi vida, lo tenía todo y no tenía nada. Sentía un vacío sideral, tenía necesidad de absoluto”, explica tras definirse como “católica convertida”. Hija de una familia burguesa de Lyon, bautizada como mandan los cánones y educada en un colegio de monjas, nunca abrazó la fe... hasta ahora. “Hace cinco años encontré a Dios”, dice.

Una nueva vida empezó entonces para Frigide –así la llaman hasta los obispos, no Virginie–, cuyo compromiso político ha sellado probablemente para siempre su vida anterior. Casada con el escritor y humorista Bruno Tellenne, alias Basile de Koch –con quien tiene dos hijos–, su carrera profesional discurrió por el terreno de la canción, del humor y de la parodia... Muy lejos de la que sus estudios en la selecta Sciences Po –donde tuvo a François Hollande como maestro de conferencias– podía hacer prever. Su salto a la televisión, a principios de los 2000, acabó bruscamente cuando en uno de los programas en los que participaba le pidieron que hiciera un sketch consistente en salir a la calle vestida de monja a vender sex-toys. “Me negué, alegando que era católica. ¡A una musulmana no le hubieran pedido salir con el hiyab a hacer lo mismo!”, objeta no sin razón.

Su rebelión contra el matrimonio homosexual, que considera una negación de la naturaleza humana, surgió de su rechazo a aceptar la concesión de la adopción plena a los homosexuales y al cambio de la filiación. “No somos homófobos –se defiende–, pero los niños nacen de un hombre y una mujer. La ley no puede dar lo que la naturaleza no da”.

El 27 de mayo del 2012, pocos días después de la elección de Hollande como presidente, creó el Colectivo por una Humanidad Duradera: “Todo empezó en un café, Le Thermidor, de resonancias revolucionarias, éramos sólo cuatro personas”, relata. Pero el carisma mediático de Frigide, que ella relativiza (“Yo sólo he hecho una cosa: he hablado cuando todo el mundo callaba”), logró levantar un tsunami. Seguramente nunca hubo un millón de manifestantes el 13 de enero, ni 1,4 millones el 24 de marzo, pero sí había cientos de miles. “Si el Senado aprueba la ley, el 26 de mayo seremos dos millones –dice en plan retador–, ¡vamos a acabar con el espíritu de Mayo del 68!”.

Antigua chiraquista, Barjot pretende estar por encima de las diferencias ideológicas (“No soy de derechas ni de izquierdas, soy de otra parte”, sostiene) y se desmarca de la política tradicional, de sus “pactos y cambalaches”. “Somos los saltimbanquis de la democracia francesa”, proclama.

¿Estará naciendo un nuevo Beppe Grillo? Es pronto para descartarlo. El movimiento que ha desencadenado, aglutinador de descontentos y desengañados, es demasiado fuerte, demasiado potente. Si la ley pasa, Frigide y los suyos se plantean intervenir en la campaña de las elecciones municipales del 2014. Y quién sabe si también en las presidenciales del 2017. ¿Hasta el punto de presentarse? “No... Salvo que nadie asuma en su programa la defensa de la dignidad humana”.


La tentación del escrache salta los Pirineos

El acoso a los parlamentarios –la táctica del escrache– ha saltado los Pirineos. Un grupo de unos 60 activistas contrarios al matrimonio homosexual se concentraron a las 6,15h de la mañana del jueves frente al edificio donde reside la senadora centrista Chantal Jouanno –exministra de Nicolas Sarkozy– para despertarla a gritos y reprocharle su anunciado voto a favor de la reforma. Indignada por esta nueva forma de protesta, inédita en Francia, Jouanno anunció la presentación de una denuncia. “Si nos plegamos ante las amenazas, ante la fuerza, es el fracaso de la democracia”, advirtió. Algunos grupos, como los integristas católicos de Civitas, han empezado a radicalizar sus acciones.





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