La hora de la
justicia ha llegado para el caso de los implantes mamarios defectuosos de la
empresa francesa PIP (Poly Implant Prothèse), un fraude masivo de alcance
planetario del que fueron víctimas más de 300.000 mujeres de 65 países entre
los años 2000 y 2010. El presidente fundador de la empresa, Jean-Claude Mas, y
otros cuatro ex directivos, se sentaron ayer en el banco de los acusados para
responder de un delito de estafa y fraude agravado por el que podrían ser
condenados a cinco años de prisión.
La vista, que se celebra excepcionalmente en el palacio de
congresos de Marsella, se abrió en medio de una gran tensión. Más de 300
víctimas –de las 5.250 que se han constituido en acusación, la mayoría de ellas
francesas– asistieron a la apertura del proceso y abuchearon a Mas cuando se
identificó ante el tribunal y expuso sus ingresos: “Entre 1.700 y 1.800 euros
de pensión de jubilación”. “¡Gilipollas!”, gritó una mujer.
El fraude de los implantes mamarios de la empresa PIP –que
era la cuarta productora mundial de prótesis mamarias– se descubrió en el 2009,
cuando varios especialistas alertaron sobre la inusual frecuencia con que se
rompían los implantes. La investigación posterior en Francia ha situado el
nivel de ruptura en un anómalo 25%. Pero las inspecciones de las autoridades
sanitarias permitieron descubrir algo peor: el gel de silicona utilizado por
PIP para rellenar sus implantes no era el autorizado y homologado, sino un gel
“de la casa” –diez veces más barato que el oficial– en cuya fabricación se
habían utilizado sustancias de uso industrial.
Jean-Claude Mas, que permaneció en prisión preventiva entre
marzo y octubre del 2012,
ha reconocido el engaño, que le permitía ahorrar un
millón de euros al año, pero ha negado que el gel utilizado fuera peligroso o
dañino para la salud.
Lo cierto es que la Agencia Nacional de Seguridad del
Medicamento (ANSM) sostiene que los análisis químicos y toxicologicos
realizados no han puesto en evidencia ningún riesgo “significativo”. Y a falta
de disponer de resultados de estudios epidemiológicos a largo plazo, el
Instituto Nacional del Cáncer tampoco juzga que haya una relación de causa a
efecto en los 65 casos de cáncer de mama detectados en Francia.
Lo que es indudable, en todo caso, es que ha habido un
perjuicio claro. En Francia, sobre una población de 30.000 mujeres a quienes se
implantaron prótesis PIP, se han contabilizado 4.100 casos de ruptura de los
implantes y, como consecuencia, 2.700 casos de reacciones inflamatorias. Un
total de 15.000 mujeres se han operado para retirarlos. En España, eran de
cerca de 20.000 las mujeres afectadas por el problema, que ha tenido una
especial incidencia en países de América Latina.
Antes de entrar en el meollo de la cuestión, el tribunal
debe resolver diversos recursos, presentados tanto por la defensa de los
acusados como por algunas de las partes afectadas. Los primeros piden, entre
otras cosas, la nulidad del procedimiento alegando que los mismos hechos han
sido separados en tres causas (hay otras dos pendientes por heridas
involuntarias y por infracciones financieras). En el segundo caso, una de las
asociaciones de víctimas –el Movimiento en defensa de mujeres portadoras de
implantes y prótesis– ha impugnado el proceso alegando que en el banquillo de
los acusados faltan responsables: desde la empresa PIP en tanto que persona
jurídica –liquidada judicialmente en marzo del 2010–, la consultora alemana que
certificó los implantes –TÜV (Technischer Überwachungs-Verein), aceptado como
parte afectada por el fraude–, la ANSM y el sindicato de cirujanos plásticos.
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