“La solución a
esta crisis no es la austeridad”. El presidente francés, François Hollande,
volvió a repetir ayer, en el marco del Foro Nuevo Mundo de la OCDE, su
disconformidad con la política económica que que se está imponiendo a toda
Europa, pero guardándose mucho –una vez más– de señalar a nadie. Fiel a este
principio, aunque comprometido a la vez con el objetivo de sanear las finanzas
públicas –lo que le deja un estrechísimo margen de maniobra–, Hollande ha
decidido no hacer nuevos ajustes este año, lo que le llevará a incumplir el
objetivo de reducción del déficit –que quedará en el 3,7%–, y diluir el
esfuerzo en el tiempo.
Los planes del Gobierno francés para el 2014 son realizar un
ajuste moderado, de 20.000 millones de euros –inferior al de este año–, con el
fin de situar el déficit justo en el 2,9%. Un “objetivo razonable”, en palabras
del ministro de Economía, Pierre Moscovici. Este es el planteamiento incluido
en el programa de estabilidad financiera aprobado ayer por el Consejo de
Ministros y que será sometido a la supervisión de Bruselas, en la confianza de
contar con la comprensión benevolente del comisario de Asuntos Económicos, Olli
Rehn, y la canciller alemana, Angela Merkel.
A diferencia del presupuesto de este año, las cuentas del
año que viene pondrán el acento, ma non troppo, en el
recorte del gasto público –14.000 millones de euros–, pero no renunciarán a
apretar de nuevo los tornillos al contribuyente. Los impuestos subirán, pues,
de nuevo en el 2014, a
la altura de 6.000 millones de euros, lo que elevará la presión fiscal a cotas
nunca vistas antes en Francia: el 46,5% del PIB. Un nivel que el Gobierno se
compromete a estabilizar durante el resto del quinquenato, hasta el 2017.
La evolución del déficit debería ser del 2% en 2015, el 1.2%
en 2016 y el 0,7% en el 2017, mientras que la deuda alcanzaría el año que viene
un récord histórico (94,3% del PIB) para luego ir descendiendo al 92,9%, el
90,7% y el 88,2%. Globalmente, el gasto público debería bajar en el 2014 del
56,9% del PIB al 56,4%.
El problema de todas estas previsiones vuelve a ser una
hipótesis de evolución de la economía que muy pocos foros nacionales e
internacionales comparten. Así, el Gobierno francés apuesta por un modestísimo
crecimiento del PIB del 0,1% este año, para pasar el año que viene al 1,2% y
saltar al 2% a partir del 2014.
Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) es menos
opimista. La última previsión de este organismo es que Francia entrará en
recesión este año (-0,1%) y que la recuperación en el 2014 será más corta
(+0,9%). El Alto Consejo de las Finanzas Públicas –organismo independiente de
reciente creación– no comparte la visión del Ejecutivo, aunque no cifra la
suya. Y el Observatorio Francés de Coyunturas Económicas (OFCE), vaticina una
evolución del PIB todavía inferior: del -0,2% este año y del +0,6% el que
viene.
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