miércoles, 24 de abril de 2013

Los gais podrán casarse (también en Francia)


En Francia habrá un antes y un después del 23 de abril del 2013. El Parlamento francés aprobó ayer de forma definitiva, después de 136 horas y 46 minutos de agitados y tensos debates, la extensión del derecho al matrimonio y a la adopción a las parejas homosexuales, como ya habían hecho mucho antes otros trece países de todo el mundo, entre ellos España. Se trata de la primera gran reforma de la presidencia de François Hollande, a quien habrá causado un desgaste inesperado.

La correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional no dejó resquicio para la duda: hubo 331 votos a favor frente a 225 en contra, por sólo diez abstenciones. El proyecto de ley recibió el inesperado apoyo de Henri Guaino, ex consejero de Nicolas Sarkozy y furibundo opositor a la reforma, que cometió un error garrafal cuando fue a accionar el botón en el momento de la votación.

Pero si el proyecto de legalización de las bodas gais no se ha enfrentado a grandes dificultades en la Asamblea Nacional –tampoco en el Senado, pese a que allí la mayoría gubernamental es más exigua–, no ha pasado lo mismo en la calle. La reforma del napoleónico Código Civil –un auténtico tótem nacional– para cambiar el estatus del matrimonio ha abierto una profunda división en el país que está lejos de haberse cerrado y ha desencadenado un amplio movimiento de protesta.

Para la izquierda y los partidarios de la reforma –entre los que se encuentran también algunas figuras del centroderecha–, el reconocimiento del derecho al matrimonio a las parejas del mismo sexo es un triunfo de la igualdad. “No hemos quitado nada a nadie, hemos abierto un derecho a algunos de nuestros conciudadanos”, subrayó la ministra de Justicia, Christiane Taubira, para quien “la lucha contra las discriminaciones es una exigencia del pacto republicano”. Para los opositores, la reforma altera de forma grave y fundamental la naturaleza del matrimonio y de la filiación. Argumentando que ello implica un “cambio de civilización”, los adversarios del matrimonio homosexual habían exigido un referéndum y llegado a acusar al Gobierno de antidemocrático por rechazar esta solución.

Los opositores al cambio, que han sacado a cientos de miles de personas a la calle, no han tirado la toalla y ya han organizado una nueva macromanifestación en París para el 26 de mayo, en la que se plantea una abierta contestación al Gobierno socialista. El principal partido de la derecha, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), intenta por todos los medios tomar las riendas de la protesta, pero el movimiento está en manos de una variopinta plataforma, de signo conservador y tintes populistas, dirigida por la exhumorista Frigide Barjot, desbordada últimamete por las acciones violentas de algunos grupúsculos de la extrema derecha. La activista católica fue abucheada ayer a las puertas de la Asamblea Nacional por unos cuantos partidarios del matrimonio homosexual. Por una vez, el escrache cambió de dirección.

Los candidatos a aprovechar la nueva ley para casarse deberán esperar todavía un poco, pues difícilmente las primeras bodas podrán celebrarse antes de mediados del mes de junio. La causa es el recurso presentado ayer mismo por la UMP ante el Consejo Constitucional. Con la doctrina de este organismo en la mano parece difícil, sin embargo, que la derecha pueda tumbar la reforma. En una sentencia dictada en enero del 2011, en la que rechazó la demanda de dos lesbianas para poder casarse, el Consejo Constitucional consideró que determinar la naturaleza del matrimonio era una competencia exclusiva del Parlamento. “No corresponde al Consejo Constitucional sustituir por su apreciación la del legislador”, remarcó entonces. La UMP ha prometido volver a cambiar la ley cuando gobierne. Pero algunos de sus dirigentes ven inviable dar marcha atrás.


Coche bomba antifrancés en Trípoli

Francia sufrió ayer, fuera de sus fronteras, el primer atentado terrorista desde su intervención militar en Mali contra los grupos armados islamistas. Un coche bomba estalló junto a la embajada francesa en la capital libia, Trípoli, causando heridas a dos gendarmes de la legación diplomática y a varios civiles del vecindario, entre ellos una niña que tuvo que ser evacuada a un centro hospitalario extranjero, La embajada quedó en gran parte destruida. El coche bomba, que explotó poco después de las siete de la mañana, había sido aparcado tan sólo unos pocos minutos antes frente al edificio de la embajada. La fuerza de la bomba derribó el espeso muro de protección.

Libia ha dejado de ser un paraíso para los franceses, aureolados hasta ahora con la imagen de liberadores por su papel determinante en el derribo del régimen del coronel Muamar el Gadafi en el 2011. Los grupos armados islamistas, que campan a sus anchas en algunas zonas del país y que el pasado mes de septiembre atacaron el consulado de Estados Unidos en Bengasi –con el resultado de cuatro muertos, entre ellos el embajador norteamericano–, se han revuelto ahora contra Francia y lo han hecho en la misma capital.
Al cierre de esta edición ningún grupo había reivindicado el atentado, que el Gobierno libio no dudó en calificar de “acto terrorista”. Libia es justamente uno de los lugares donde han buscado refugio los terroristas islamistas expulsados por los franceses del norte de Mali.



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