En Francia habrá
un antes y un después del 23 de abril del 2013. El Parlamento francés aprobó
ayer de forma definitiva, después de 136 horas y 46 minutos de agitados y
tensos debates, la extensión del derecho al matrimonio y a la adopción a las
parejas homosexuales, como ya habían hecho mucho antes otros trece países de
todo el mundo, entre ellos España. Se trata de la primera gran reforma de la
presidencia de François Hollande, a quien habrá causado un desgaste inesperado.
La correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional no dejó resquicio
para la duda: hubo 331 votos a favor frente a 225 en contra, por sólo diez
abstenciones. El proyecto de ley recibió el inesperado apoyo de Henri Guaino,
ex consejero de Nicolas Sarkozy y furibundo opositor a la reforma, que cometió
un error garrafal cuando fue a accionar el botón en el momento de la votación.
Pero si el proyecto de legalización de las bodas gais no se
ha enfrentado a grandes dificultades en la Asamblea Nacional –tampoco en el
Senado, pese a que allí la mayoría gubernamental es más exigua–, no ha pasado
lo mismo en la calle. La reforma del napoleónico Código Civil –un auténtico
tótem nacional– para cambiar el estatus del matrimonio ha abierto una profunda
división en el país que está lejos de haberse cerrado y ha desencadenado un amplio
movimiento de protesta.
Para la izquierda y los partidarios de la reforma –entre los
que se encuentran también algunas figuras del centroderecha–, el reconocimiento
del derecho al matrimonio a las parejas del mismo sexo es un triunfo de la
igualdad. “No hemos quitado nada a nadie, hemos abierto un derecho a algunos de
nuestros conciudadanos”, subrayó la ministra de Justicia, Christiane Taubira,
para quien “la lucha contra las discriminaciones es una exigencia del pacto
republicano”. Para los opositores, la reforma altera de forma grave y
fundamental la naturaleza del matrimonio y de la filiación. Argumentando que
ello implica un “cambio de civilización”, los adversarios del matrimonio
homosexual habían exigido un referéndum y llegado a acusar al Gobierno de
antidemocrático por rechazar esta solución.
Los opositores al cambio, que han sacado a cientos de miles
de personas a la calle, no han tirado la toalla y ya han organizado una nueva
macromanifestación en París para el 26 de mayo, en la que se plantea una
abierta contestación al Gobierno socialista. El principal partido de la
derecha, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), intenta por todos los medios
tomar las riendas de la protesta, pero el movimiento está en manos de una
variopinta plataforma, de signo conservador y tintes populistas, dirigida por
la exhumorista Frigide Barjot, desbordada últimamete por las acciones violentas
de algunos grupúsculos de la extrema derecha. La activista católica fue
abucheada ayer a las puertas de la Asamblea Nacional por unos cuantos
partidarios del matrimonio homosexual. Por una vez, el escrache cambió de
dirección.
Los candidatos a aprovechar la nueva ley para casarse
deberán esperar todavía un poco, pues difícilmente las primeras bodas podrán
celebrarse antes de mediados del mes de junio. La causa es el recurso
presentado ayer mismo por la UMP ante el Consejo Constitucional. Con la
doctrina de este organismo en la mano parece difícil, sin embargo, que la
derecha pueda tumbar la reforma. En una sentencia dictada en enero del 2011, en
la que rechazó la demanda de dos lesbianas para poder casarse, el Consejo
Constitucional consideró que determinar la naturaleza del matrimonio era una
competencia exclusiva del Parlamento. “No corresponde al Consejo Constitucional
sustituir por su apreciación la del legislador”, remarcó entonces. La UMP ha prometido volver a cambiar la ley cuando gobierne.
Pero algunos de sus dirigentes ven inviable dar marcha atrás.
Coche bomba antifrancés en Trípoli
Francia sufrió
ayer, fuera de sus fronteras, el primer atentado terrorista desde su
intervención militar en Mali contra los grupos armados islamistas. Un coche
bomba estalló junto a la embajada francesa en la capital libia, Trípoli,
causando heridas a dos gendarmes de la legación diplomática y a varios civiles
del vecindario, entre ellos una niña que tuvo que ser evacuada a un centro
hospitalario extranjero, La embajada quedó en gran parte destruida. El coche bomba, que explotó poco después de las siete de la
mañana, había sido aparcado tan sólo unos pocos minutos antes frente al
edificio de la embajada. La fuerza de la bomba derribó el espeso muro de
protección.
Libia ha dejado de ser un paraíso para los franceses,
aureolados hasta ahora con la imagen de liberadores por su papel determinante
en el derribo del régimen del coronel Muamar el Gadafi en el 2011. Los grupos
armados islamistas, que campan a sus anchas en algunas zonas del país y que el
pasado mes de septiembre atacaron el consulado de Estados Unidos en Bengasi
–con el resultado de cuatro muertos, entre ellos el embajador norteamericano–,
se han revuelto ahora contra Francia y lo han hecho en la misma capital.
Al cierre de esta edición ningún grupo había reivindicado el
atentado, que el Gobierno libio no dudó en calificar de “acto terrorista”.
Libia es justamente uno de los lugares donde han buscado refugio los
terroristas islamistas expulsados por los franceses del norte de
Mali.
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